TEOFRASTO von Hohenheim (1490-1541), conocido por la historia como
Paracelso, fue uno de los fundadores de la química médica. En un sentido muy
real, los médicos modernos que usan drogas, son sus herederos legítimos.
Al igual que otros químicos de su época,
Paracelso no tenía lo que hoy en día podríamos llamar una verdadera prueba
científica en virtud de la cual la
demostración es necesaria a la creencia. En muchos sentidos fue también un
charlatán y él mismo se dio el nombre con el cual generalmente se le conoce.
Paracelso quiere decir “más grande que Celso” con lo que el médico suizo quiso
dar a entender que era mejor médico que Celso, escritor médico romano del Siglo
primero.
Paracelso creía en la piedra filosofal que
la superstición afirmaba que podía transformar plomo y otros metales “básicos”
en oro. Creía en magia y demonios y sostenía que las enfermedades podían
curarse exitósamente con sortilegios y hechizos tanto como drogas. Pese a todo
esto, la carrera de Paraceslso es piedra médica milenaria en el desarrollo de
la medicina moderna.
Este médico y químico suizo hizo a la
ciencia y a la medicina una contribución más que valiosa al romper con los
moldes y disciplinas del pasado.
En el caso de la medicina, el pasado estaba
encarnado por las memorias y escritos de Galeno, médico romano cuyas doctrinas
fueron durante siglos consideradas como sacrosantas. Habían llegado a los
europeos en virtud de las traducciones del médico musulmán Avicena. Los métodos
de Galeno, según los describió Avicena, eran barrera casi insuperable para el
proceso médico.
Paracelso se burló de los tratamientos de
Galeno, dietas y “simples” o compuestos herbarios. Aún cuando sus propias
preparaciones no eran con frecuencia más eficaces, prestó un servicio admirable
simplemente con presidir y orientar el ataque contra los métodos viejos de
hacer las cosas.
En realidad, mucho de lo que Paracelso
recomendaba carecía de sentido. Consideraba, por ejemplo, que las medicinas y
las drogas adquirían del fuego sus propiedades benéficas.
Su principal contribución, aparte de haber sido el instrumento que desató los eslabones que unían la medicina al pasado, fue su insistencia en que en el laboratorio podían hacerse drogas beneficiosas para la salud. Esta idea, aunque no estrictamente original de él, fue apadrinada y defendida por Paracelso con gran celo.
Condujo eventualmente, a lo que en el siglo
XX se ha dado el nombre de “quimoterapia”, el primer ejemplo de la cual fue el
“salvesán” de Enrlich para le tratamiento de la sífilis. Es ahora casi
universal.
Paracelso murió misteriosamente. Sus amigos
dicen que médicos celosos de la vieja escuela lo arrojaron desde lo alto de un
desfiladero. Sus amigos dijeron que se había caído al abismo estando ebrio.
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