domingo, 8 de abril de 2012

EL JESÚS DESCONOCIDO: Bruce BARTON.


TERCERA PARTE:
                      El camino del éxito
                                                           JESÚS SENTÍA especial cariño por Santiago y por Juan, a quienes, por su carácter indomable, enérgico y bullicioso, llamaban los "Hijos del Trueno". Una tarde se le acercaron a preguntarle hacia dónde se encaminaba su obra y qué papel les tocaría a ellos.
   -Maestro -le dijeron-, queremos saber  qué has pensado hacer con nosotros. Sin duda vas a necesitar hombres fuertes cuando establezcas tu reino; nuestra ambición es sentarnos a tu lado, el uno a tu derecha y el otro a tu siniestra.
   Jesús les respondió con esta poética frase:
   -Quien quiera hacerse mayor, ha de ser vuestro criado, y quien quisiera ser entre vosotros el primero. debe hacerse siervo de todos.
   Sonoras palabras, en verdad. Pero ¿no es contradictorio y nada práctico en un mundo sensato eso de tratar  de ser el mejor criado para así ocupar el puesto más alto? ¿Qué quería decir aquello?
   Una tarde, en un tren, escuché las sabias palabras de un hombre que realmente entendía lo que quiso decir Jesús.
   -Me asombra -dijo- que algunos jóvenes quieran valerse de mi influencia en la empresa para mejorar de posición. Tal actitud delata una falta absoluta de comprensión de ciertos principios fundamentales. Trabajé mucho tiempo con una compañía y jamás pregunté cuál sería mi sueldo ni mi puesto... Nunca ninguno de mis compañeros perdió el tiempo haciendo tales preguntas. Todos ambicionábamos extender los servicios de nuestra empresa por todo el mundo; queríamos hacer de ella la mejor, la más útil en su clase.
   Es verdad que la compañía pagó los servicios de este caballero haciéndolo rico, pero estoy convencido de que él sólo pensó en el servicio, y no en la ganancia.
   "El hombre que pierda la vida por amor mío", dijo Jesús, la "volverá a hallar".
   ¿Por qué no puede aplicarse esta frase al trabajo diario de un hombre? ¿Por qué la dijo el Maestro de una religión? ¿Por qué está en la Biblia? Lo que quiso decir con ella el caballero que encontré en el tren ¿no fue que él y sus compañeros se entregaron en cuerpo y alma a una gran empresa, y se perdieron en ella? Y cuando volvieron a encontrarla, se vieron tan grandes y tan ricos en todo sentido, como nunca habían esperado.

                               Con el trabajo se honra a Dios
   RECORDEMOS las palabras de Jesús: "Mucho mayor dicha es el dar que el recibir". Otro principio que parece impracticable. ¿Podrá ser alguien tan tonto para dejarse guiar por él?
   Cierto día pregunté a un historiador:
   -Usted que ha abarcado todo el panorama del progreso humano, dígame: ¿Qué hombres descuellan sobre el nivel común? Y entre ellos, nombre media docena que merezcan el título de grandes.
   El sabio recapacitó en mi pregunta un día o dos, y luego me dio una lista de seis nombres, con las razones por las cuales ponía a cada uno. ¡Y qué lista tan extraordinaria!: Jesús, Buda, Asoka, Aristóteles, Roger Bacon, Abrahán Lincoln.
   Pensamos en los miles de emperadores que han batallado por la fama. No obstante, Asoka, que gobernó la India siglos antes de Jesucristo, es el único emperador que figura en la lista, y no por sus victorias en el campo de batalla, sino porque voluntariamente renunció a la guerra y se dedicó al mejoramiento de sus súbditos.
   Pensemos en los que se esforzaron en acumular riquezas... Sin embargo, ningún millonario figura en la lista, con excepción de Asoka.
   ¿Quién ocupaba el trono de Roma cuando Jesús de Nazaret fue crucificado? ¿Quién mandaba las huestes de Persia cuando Aristóteles meditaba y enseñaba? ¿Quién era el rey de Inglaterra cuando Roger Bacon ponía las bases de la investigación científica?
   Cuando el historiador busca algo que haya perdurado, encuentra la enseñanza de un maestro; el sueño de un científico; la visión de un profeta. "Estos seis hombres", dice el historiador, "se irguieron en los cantones de la historia; muchísimos acontecimientos dependieron de ellos. La corriente del pensamiento humano fue más libre y más límpida gracias a que ellos vivieron y trabajaron. No recibieron mucho del mundo, y, en cambio, sí dieron mucho a la humanidad".
   Emerson, en sus Ensayos, tiene una máxima a este respecto: "Ved cómo la gran masa de la humanidad se desvive, para venir a acabar al fin en una tumba anónima, mientras que aquí y allá surge un alma grande y desprendida que se olvida de sí misma para llegar así a la inmortalidad". Es un gran pensamiento, bellamente expresado...Pero ya Jesús lo había concebido.
   Los mismos sólidos principios de servir y darse a los demás son aplicables a cualquier género de vida. Jesús no sólo vino al mundo a predicar, ni a enseñar, ni a curar. Estas son cosas que miran al servicio de su Padre. Sin embargo, ese servicio es en sí muy amplio, porque si la vida humana tiene algún sentido, es que Dios ha iniciado aquí un experimento para cuyo buen éxito ha puesto en juego todos sus recursos; por eso no debe desperdiciarse ni un solo talento o esfuerzo humano. La especie humana debe tener casa, vestido y sustento, al igual que prédicas y enseñanzas. A Dios se le honra en cualquier trabajo. Cualquier servicio útil es oración. Y quien trabaja con todo entusiasmo en cualquier labor digna, se asocia con el Todopoderoso en la gran obra.

                      ¿Por qué no ser rey?
   JESÚS habló de coronas, habló de su Reino, y murió en una cruz. ¿En dónde está, pues, el "éxito"?
   "Él experimentó todas las tentaciones y debilidades, por razón de su semejanza con nosotros", dice la Epístola a los Hebreos. La hemos leído a menudo, pero nunca le hemos dado crédito. No obstante, hagamos un nuevo esfuerzo y, examinando brevemente un gran episodio de esta extraordinaria historia, consideremos los peligros y las crisis del triunfo.
   Sólo suponiendo que Jesús no estaba seguro de su ruta cuando dejó las herramientas y volvió la espalda al taller de carpintería podríamos creer que su lucha es semejante en todos sentidos a la nuestra; porque cada uno de nosotros tiene que aventurarse en la vida como en un mar desconocido. Pero una vez que Él fue bautizado por Juan, y después de los 40 días de crisis y de dudas que pasó en el desierto, su primer triunfo llegó con rapidez inesperada. Los mercaderes desocuparon el Templo gesticulando y maldiciendo a la vista de las turbas que aplaudían. Cuando volvió a su tierra natal del norte, las multitudes lo rodearon para escucharlo; las noticias de las curaciones que había hecho lo precedían por todas partes. La visión que Él tenía de su obra comenzó a tomar forma definida. Devolvería a su pueblo la dignidad perdida, aboliendo los formalismos y entronizando el nuevo y glorioso concepto de la paternidad de Dios, y la hermandad de los hombres.
   Pasó un año o año y medio en la soleada Galilea, gozando de la creciente reputación que le daban sus hechos notables. Mas había gente en Jerusalén cuyos negocios se verían seriamente afectados por sus ideas.La oposición tomó forma concreta, iba a llegar el tiempo de transigir o pelear y, comprendiéndolo, Jesús se dispuso a afrontar una nueva crisis más importante.
   Cierto día cruzó el lago en una lancha para alejarse de la multitud que lo seguía y encontró del otro lado una turba mayor, que había bordeado por la orilla recogiendo adeptos a su paso, y que lo aguardaba en el desembarcadero.. Eran más de 5000. Él estaba fatigado, deseoso de descanso y meditación. Pero se sintió conmovido por la ansiedad de su pueblo y "tuvo compasión de ellos ". Y siguió enseñando hasta que se apagaron las luces del día. Por fin llegaron sus discípulos y le pidieron que despidiera a la gente. Jesús les respondió:
   -Han hecho un viaje muy largo y han estado todo el día con nosotros sin tomar alimento.Debemos darle de comer antes de que se vayan.
   Los discípulos lo miraron, sorprendidos.
   -¿Darles de comer? ¿Y qué les vamos a dar?
   -Hacedlos sentar .-ordenó-.
   Reunid todos los alimentos que podáis y traédmelos aquí.
   Desconcertados, los discípulos hicieron lo que les había ordenado. Distribuyeron a la multitud en grupos de 50 y recogieron las escasas provisiones que los más precavidos habían llevado. Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo las viandas y ordenó que las distribuyeran otra vez... e indudablemente todos comieron y quedaron satisfechos.
   Lo que sucedió en aquel momento en que presentaron a Jesús las pocas provisiones que habían recogido, es un misterio; lo que ocurrió después no deja lugar a dudas.
   Aquel fue el suceso que el pueblo esperaba: ¡El signo inconfundible! Moisés había alimentado a sus antepasados con maná, en el desierto. ¡Ahora, indudablemente, estaba entre ellos el hijo de David, tanto tiempo esperado, que venía a derrocar a los conquistadores y a restaurar el trono de Jerusalén!
   Jubilosos, propagaron a gritos la buena nueva. Su entusiasmo los hizo levantarse; distribuidos como estaban en grupos de 50, se hallaban organizados ya como un ejército. Así como estaban, ya eran superiores en número a la guarnición romana de Jerusalén, mas eran apenas un núcleo de la hueste que se formaría una vez que emprendieran la marcha hacia el sur. Un gran entusiasmo se apoderó de ellos. Gritando su nombre a voz en cuello, avanzaron hacia la colina donde Él estaba.
   Y entonces...
   Jesús había previsto su intención y la duda le desgarró el espíritu. ¿Por qué no ser su rey? Salomón había sido rey, y un gran caudillo espiritual; David había sido rey y dejó escritos en sus salmos los más altos ideales de la nación. Él era más  sensato que David y más sabio que Salomón... ¿Por qué no ser rey? Tenía ante sí un soberbio espectáculo capaz de hacer hervir la sangre de un hombre ambicioso. Por un instante permitió Jesús que sus ojos se complacieran en él. Luego vio el otro cuadro... la silenciosa y vasta muchedumbre de sus hermanos y hermanas, ciegos que servían de lazarillos de otros ciegos, con las almas privadas de visión y de esperanza por la maquinaria del formalismo. Vio generaciones enteras que nacían y morían en servidumbre espiritual, a quienes nada podría redimir a no ser la Verdad que Él había venido a predicar. Ser rey de los judíos equivaldría a dar a su pueblo cierto grado de vida nacional; en cambio, la Verdad sí era capaz de continuar su obra de emancipación en todo el mundo, hasta el fin de los tiempos. En un instante tomó su resolución. Mientras la multitud avanzaba, dio unas cuantas órdenes a sus discípulos, y se marchó.
   El Evangelio narra la dramática decisión con esta sola frase: "Conociendo Jesús que habían de venir para llevárselo por fuerza, y levantarle por rey, huyóse Él solo, otra vez al monte". (Juan, 6,15)
   No son, pues, mera teoría sus palabras. Cuando dice que el trabajo del hombre es mucho más importante desde el punto de vista eterno que cualquier otro título, habla con pleno conocimiento de causa. Porque Él mismo rehusó el más alto de los títulos. Cuando dice que hay cosas más trascendentales que ganar dinero, habla con la autoridad del que pudo tener en sus manos la riqueza de una nación, y no quiso aceptarla. Idealista es, en verdad, perro no hay en el mundo nada más práctico que su ideal. Dice: "Hay una fortuna mayor que la riqueza o los títulos, y nos llega si hacemos del trabajo un instrumento para el mayor servicio y la vida perdurable de nuestro prójimo".-
Continuará..

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