(ESPECIAL PARA LA PRENSA EN LIMA)
En los artículos
previos hablé de cómo el espíritu fuera de nosotros actúa sobre nuestra mente
subconsciente. No hay manera de explicarlo, ya que llega sin que le invitemos y
aun cuando estamos menos preparados para recibirlo. El efecto que se produce
está fuera de toda proporción con preparación intelectual, del tipo que sea, de
nuestra parte. Una vez que el espíritu asciende por la escala de Jacob de la
mente subconsciente, parece como un extraño total al que nunca hemos sido presentados.
Pero se instala allí como si siempre hubiera estado en nosotros.
Nadie pasa de una vida de pecados a la
santidad sin alguna causa pro-mediante que sea bastante para explicar el cambio.
Se produce lo que no es nada menos que un encuentro de lo Divino con lo humano.
Entra en la subconsciencia un poder que cambia la dirección, regenera, altera
el carácter moral, haciendo precioso lo que anteriormente era vil y vil lo que
previamente era precioso.
No se crean nuevas facultades; sólo se
regeneran. Lo que sucede puede ser comparado a colocar una vela dentro de una
lámpara japonesa. Antes no era más que una encrucijada de caprichosos dibujos.
Una vez que se le pone dentro la luz, sin embargo, hay una unificación de
líneas y de color revelándose el dibujo por entero. El cambio puede igualmente
ser comparado a un nuevo tipo de visión. Tenemos los mismos ojos de noche que
de día, pero no podemos ver de noche porque nos falta la luz del sol. Se da,
así, una nueva luz que nos permite ver cosas que antes no veíamos. No hay nunca
violación de la personalidad, sino la rendición del “yo” a Otra Persona.
Volviendo a la vista al mal que ha hecho uno, nunca lo considera uno como
violación de la ley sino más bien como daño infligido a alguien a quien amamos.
Un nuevo centro maestro toma posesión de la personalidad y da lo que Frankl
llama “voluntad del significado”. Toda la vida comienza a ser organizada no
simplemente como una suma de partes sino como un todo, como la melodía que se
escucha diferente según las notas escritas en el papel.
El “id” o ello requiere análisis porque la mente
está confusa. El pneuma o espíritu sintetiza. Analizar las aguas que irrumpen
dentro de la nave que naufraga no es salvar la nave. Bajo indagación,
desaparece la verdadera esencia de la vida. Nuestra vida fisiológica demanda
armonía, la célula minúscula escogiendo de lo que la rodea lo que es capaz de
asimilare; la psicología demanda paz similar. En el centro de nuestro organismo
hay una especie de termostato que procura establecer constantes como
temperatura, presión sanguínea y digestión. El control automático está siempre
trabajando para sintetizar armonía y significado. Así también en las
profundidades de nuestro ser funciona
otro tipo regulador o constante, llamándonos de regreso al orden y a la paz. La
sensibilidad organizada del cuerpo se convierte en sensibilidad espiritual en
la conducción de nuestras vidas. En todos nosotros hay un ajustador que nos
hace descubrir de nuevo la paz interior y el verdadero centro, aun en el medio
de errores y de excesos.
Se ha podido médicamente que la capacidad
para cicatrizar heridas a cierta edad aumenta cuando la temperatura del cuerpo
se eleva en cuatro grados Fahrenheit. Es concebible que el poder del pneuma o
espíritu, que incrementa el amor y el gozo en la persona, acelere también la
cicatrización de las ansiedades y del caos en las profundidades del ser.
¿Qué cosa es, en consecuencia, el pneuma?
Pneuma es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo. Así como el cuerpo vive,
gracias al alma, así el alma, comienza en realidad a vivir gracias al Espíritu.
Como este espíritu viene de fuera de nosotros, y no es obra nuestra ni tampoco
lo merecemos, es gratis y no cuesta nada, cosa que comúnmente llamamos
“gracia”. El “id” deriva placer de la carne; el pneuma del disfrute del
espíritu. Puede que sea mejor y oportuno reducir las tentaciones del “id” y
empezar a dar paso a las tentaciones del pneuma.
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