04.08.14 | Archivado en
Religión
Nos habíamos quedado en una Escritura contaminada -por ser humana- y con una
serie de dificultades para beber del
"río" de la Palabra que la riega.
Te había prometido continuar con algunas pistas para alcanzar el agua
limpia. Veamos:
1. La Presencia: Es la que hace sagrada la historia de este
Pueblo. Es como el sol que ilumina, calienta y fecunda una tierra oscura y
primitiva. La historia es terrena, a veces perversa, incluido el NT. La voz que
la intenta regenerar es divina.
A esa Presencia la he llamado
"río" porque baña la historia de
nuestra Familia desde el principio. Una Presencia que va ganando caudal hasta
hacerse palpable, visible y audible. Entonces la Palabra misma nos llama cara a
cara, nos interpela desde nuestra propia naturaleza.
Quienes nos dejan testimonio escrito adolecen también de defectos pero su
Nuevo Testamento es más comprensible, limpio y fiable que el anterior. No
podemos olvidar que el transcurso del tiempo perfecciona a los humanos y a la
humanidad. Por eso
"el Verbo se hizo carne" en el momento histórico en
que podíamos entender mínimamente su mensaje. De no ser por esa natural
progresividad humana el Padre hubiera enviado al Hijo mucho antes.
Esa Presencia no ha acompañado sólo a nuestro Pueblo. Creo
firmemente que ha acompañado, de una u otra forma, a todos los pueblos [1], que
ha extendido su manto protector sobre todos los rincones de la tierra. La
diferencia quizás esté en la fidelidad mayor o menor de cada pueblo a su
llamada.
Los cristianos nos sentimos
"privilegiados", agradecidos,
reconocidos a la Mano que nos creó y nunca nos abandonó. Pero no por eso somos
mayores, ni mejores. Lo que no resta nada a mi fe, ni a la fidelidad a mis
raíces, ni al gozo de pertenecer al Pueblo de la Encarnación. En mi ignorancia
sólo sé que he sido elegido
"desde siempre y para siempre" a la Vida y
que me han dejado escrito el Camino para no perderme en la oscuridad terrena. Me
supera y estremece este regalo. Ardo en deseos de compartir mi alegría. Pero no
caeré en la tentación de despreciar a otros desde mi credo y mi doctrina.
Pues bien, para encontrar el "río" enhebrado en la
Escritura, te será de gran provecho haber encontrado dentro de ti esa
Presencia. Me atreveré a decir más: De poco te servirá la Escritura si
no te lleva a descubrir esa Presencia en tu historia, dentro y fuera de ti
mismo. Estoy convencido de que mi historia, como la tuya, es tan sagrada como la
de Jacob, David o Pedro. Esa Presencia la hace hoy, como ayer,
"historia
sagrada":
"Mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del
mundo" (Mt 28,20).
El filósofo judío Franz Rosenzweig lo expresó magistralmente:
"La Biblia
y el corazón dicen lo mismo. Por eso (y sólo por eso) la Biblia es
revelación". Jesús de Nazaret nos lo había enseñado ya:
"El reino de
Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21).
.
2. La coherencia: Nos han creado coherentes, a su imagen (Gn
1,26). Es precisamente la coherencia de Dios la que explica las permisiones al
desvarío humano, su respeto al don de la libertad. Por esa coherencia
"la
Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14) para mostrarnos el
camino de vuelta al Padre, en vez de suprimir de un plumazo nuestra malversada
libertad.
La coherencia es, por tanto, una herramienta imprescindible para
filtrar las narraciones bíblicas y extraer el agua limpia. Es imposible que Dios
pueda contradecirse. No puede afirmar algo en un párrafo para negarlo
en otro. No puede dibujarnos un rostro de Dios aquí para disfrazarlo allí. Pero
las incoherencias están (en el AT sobre todo), luego no son Palabra o hay que
buscarles sentido distinto al literal.
Por eso muchos clamamos que se deje el AT en su sitio y no se abuse de
confusas o incoherentes lecturas en nuestras celebraciones. Estamos a años luz
de aquellas percepciones gracias a la Buena Noticia. Es cierto que hay textos
bellísimos en los que el
"río" todo lo empapa. Debemos aprovecharlos.
Pero no podemos abusar del AT como si no hubiera sido superado por la Palabra
encarnada.
"El vino nuevo se echa en odres nuevos" (Mt 9,17).
"Aquel mismo velo sigue ahí cuando leen el AT y no se les descubre que con
el Mesías caduca" (2Cor 3,14).
Por tanto, coherencia en la búsqueda del sentido y en la selección de textos.
Si un texto hiere tu coherencia cristiana o tu intuición interior, deséchalo de
momento. No pasa nada, la Escritura es muy amplia. Busca lo que te alimente
hoy.
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3. La sed: Es la brújula de nuestras búsquedas:
"Quien
tenga sed, que se acerque a mí; quien crea en mí, que beba. Como dice la
Escritura: De su entraña manarán ríos de agua viva" (Jn 7,38).
Hay tanta sed de Dios en el hombre que su Presencia es detectada
tanto por nuestra siempre "incompleta saciedad", como por el
"aumento de la sed" a medida que nos acercamos.
Ese instinto interior nos hará distinguir el agua del verdín flotante:
"Destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como orvallo
sobre el césped" (Dt 32,2). Nos agudizará el ingenio para apretar el barro
y extraer sus gotas. Nos impulsará a cavar para besar la corriente subterránea.
Incluso nos dará coraje para golpear la roca y arrebatarle su corazón de agua.
Esa sed aguda es prueba inequívoca de la existencia del Agua:
"Qué bien sé
yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche" [2].
La sed reconoce instintivamente el agua, te guía mientras exploras la
Escritura. Podrás distinguir la pecina o los sapos con toda naturalidad, sin
ningún escándalo, sin ninguna duda. Ya no preguntarás por qué hiere tu sentido
cristiano esa concreta lectura. Sabrás filtrar, sabrás reconocer.
No puedo resistirme a citar la sed de otro buscador:
"¡Oh cristalina
fuente / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos
deseados / que tengo en mis entrañas dibujados!" [3]. Sólo el agua
cristalina contiene los
"ojos deseados". O si prefieres un ejemplo
bíblico:
"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32). El ardor nos revela la cercanía del
Fuego, como la sed nos empuja al Agua.
.
4. La promesa: ¿Quién podrá guiarnos en el descubrimiento
del
"río" de la Palabra mejor que la Palabra misma?
"Jesús realizó
en presencia de sus discípulos otras muchas señales que no están en este libro.
Hemos escrito éstas para que creáis…" (Jn 20,30). ¿Quién nos explicará la
Escritura mejor que el Caminante de Emaús?
Él nos lo dejó muy claro en su testamento:
"Os he dicho estas cosas
estando con vosotros; pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre
enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he
dicho" (Jn 14,25). Y se va a la muerte diciendo:
"Padre justo… Yo te he
revelado a ellos y seguiré revelándote, para que el amor que tú me has tenido
esté con ellos y también yo esté con ellos" (Jn 17,26).
Por eso no hay que tener miedo de dejarse guiar por la intuición profunda,
esa luz interior en la que se manifiesta el Espíritu. No temamos usar el
alambique interior para separar el agua de sus circunstancias, peripecias y
contaminaciones. Si te huele mal, si te sabe mal, si te hiere la garganta, puede
que estés queriendo beberte los lagartos de la orilla.
Utiliza tu sentido común, tu coherencia y tu intuición. No dudes que en la
honradez de tu fondo, en tu búsqueda sincera, en tu desasimiento, en tu abandono
a la verdad, está el Paráclito prometido:
"El abogado que os enviará el
Padre cuando aleguéis mi nombre, el Espíritu Santo, ése os lo enseñará todo y os
irá recordando todo lo que yo os he dicho" (Jn 14,26).
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5. Los síntomas: Hay síntomas internos, sensaciones
profundas, que te confirman si has descubierto el
"agua del río" dentro
de la Escritura:
- Gozo profundo (Mt 11,25).
- Paz interior, no exenta, a veces, de tensión o conflicto
exterior (Lc 2,34).
- Coherencia con lo que mana en tu profundidad desapropiada,
el Espíritu nunca se contradice (Lc 8,16).
- Realismo y fuerza. El realismo o posibilidad real de
llevarlo a tu vida y la fuerza para afrontar los cambios.
Son los mismos síntomas que te deja el descubrimiento de la
"auténtica voluntad de Dios" (no la imaginada, condicionada,
ideologizada, dolorista o impuesta).
Si esos síntomas te acompañan, con toda probabilidad el Espíritu está
contigo. No olvides que Él asiste a nuestro Pueblo en su peregrinar, pero
también te asiste y te acompaña individualmente.
¡Él es tu heredad y tu copa! ¡Fíate!.