miércoles, 1 de octubre de 2014

EL SILENCIO DE DIOS / MOELLER (Continuación)

                                        VI
   El Espíritu Santo guía a la Iglesia de Jesucristo. El resurgimiento bíblico, patrístico y litúrgico a que asistimos, el movimiento ecuménico que aproxima a los cristianos separados, todo lleva lentamente al mundo cristiano a la comprensión vivida de la Cruz de Cristo, instrumento de muerte y trofeo de resurrección. Al mismo tiempo, en aquellos últimos años del siglo XIX, en que nadie veía aún adónde llevaban las fuerzas prometeicas desencadenadas sobre el mundo, en que nadie sospechaba la existencia de las semillas de desesperación que volaban a los cuatro puntos cardinales, Therése Martin, proféticamente asistida por el Espíritu, asumía místicamente los dolores de una humanidad desbautizada, desacralizada; ponía las bases de una espiritualidad que se revela, después de cincuenta años de desconocimiento sistemático, misteriosamente de acuerdo con las necesidades del hombre contemporáneo
   Los verdaderos salvadores del mundo sólo son conocidos más tarde, cuando su hora ha sonado. Ha sido preciso el desencadenamiento del satanismo contemporáneo, así como el progreso de los estudios teresianos, para descubrir el verdadero semblante de esa santa, cuya irradiación en el mundo cristiano es ya inmensa y llegará a serlo más aún.

   Este hecho nos invita a penetrar más allá de las apariencias, “hasta el tabernáculo de Dios”; estas convergencias inesperadas nos exhortan a tener paciencia, a respetar los caminos misteriosos de la Providencia. El Espíritu guía a la Iglesia: nos parece sorprender aquí alguno de los senderos por él seguidos. Así como, en el corazón del siglo XIX, nadie sabía que Therése Martin estaba entre los “salvadores” del mundo, del mismo modo, en el corazón de este siglo, existen también testigos de Dios que toman en serio los “riesgos formidables del bautismo”, que quieren seguir la única aventura auténtica, la de la santidad. Estos testigos, no los conocemos: “Está en medio de vosotros Alguien a quien no conocéis”, decía Juan el Baustista al pueblo de Israel. Aunque no se presente ningún “Juan Bautista” para mostrar con el dedo a estos salvadores del mundo, sabemos que existen. Y esperamos la Alegría cristiana.

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