La ola de odio que crece en el mundo, y
claramente en Brasil, las discriminaciones contra afro-descendientes,
nordestinos, indígenas, mujeres, LGBT y miembros del PT, sin hablar de los
refugiados e inmigrantes rechazados en Europa ni de las medidas autoritarias
del presidente Donald Trump contra inmigrantes musulmanes, están destrozando el
tejido social de la convivencia humana a nivel nacional e internacional.
La convivencia es un dato
esencial de nuestra naturaleza como humanos, pues nosotros no existimos,
coexistimos; no vivimos, convivimos. Cuando las relaciones de convivencia se
desgarran algo de inhumano y violento sucede en la sociedad y en general en
nuestra civilización, en franca decadencia.
La cultura del capital hoy
globalizada no ofrece incentivos para que cultivemos el “nosotros” de la
convivencia, sino que enfatiza el “yo” del individualismo en todos los campos.
La expresión mayor de este individualismo colectivo es la palabra de Trump: “en
primer lugar (first) USA”, que bien interpretada es “sólo (only) USA”.
Necesitamos rescatar la
convivencia de todos con todos los que habitamos una misma Casa Común, pues
tenemos un origen y un destino comunes. Divididos y discriminados recorreremos
un camino que podrá ser trágico para nosotros y para la vida en la Tierra.
Es bien sabido que la
palabra “convivencia”, como reconocen investigadores extranjeros (por ejemplo
un académico alemán, T. Sundermeier, Konvivenz und Differenz, 1995), tiene su
nacimiento en dos fuentes brasileras: la pedagogía de Paulo Freire y las
Comunidades Eclesiales de Base.
Paulo Freire parte de la
convicción de que la división maestro/alumno no es originaria. Originaria es la
comunidad aprendiente, donde todos se relacionan con todos y todos aprenden
unos de otros, conviviendo e intercambiando saberes. En las CEBs es esencial el
espíritu comunitario y la convivencia igualitaria de todos los participantes.
Incluso el obispo y los curas se sientan juntos alrededor de la mesa y todos
hablan y deciden. No siempre el obispo tiene la última palabra.
¿Qué es la convivencia? La
propia palabra contiene en sí su significado: deriva de convivir, que significa
conducir la vida junto con otros, participando dinámicamente de la vida de
ellos, de sus luchas, avances y retrocesos. En esa convivencia se da el
aprendizaje real como construcción colectiva del saber, de la visión del mundo,
de los valores que orientan la vida y de las utopías que mantienen abierto el
futuro.
La convivencia no anula las
diferencias. Al contrario, es la capacidad de acogerlas, dejarlas ser
diferentes y así y todo vivir con ellas y no a pesar de ellas. Sólo
relativizando las diferencias y favoreciendo los puntos en común surge la
convergencia necesaria, base concreta para una convivencia pacífica, aunque
haya siempre niveles de tensión, por causa de las legítimas diferencias.
Veamos algunos pasos hacia
la convivencia:
En primer lugar, superar la
extrañeza porque alguien no es de nuestro mundo. Pronto preguntamos: ¿de dónde
viene? ¿qué ha venido a hacer? No debemos crear dificultades, ni encuadrar al
extraño sino acogerlo cordialmente.
En segundo lugar, evitar
hacernos rápidamente una imagen del otro y dar lugar a algún prejuicio (si es
negro, musulmán, pobre). Es difícil pero es necesario para la convivencia. Bien
decía Einstein: “es más fácil desintegrar un átomo que sacar un prejuicio de la
cabeza de alguien”. Pero se puede sacar.
En tercer lugar, procurar
construir un puente con el diferente mediante el diálogo y la comprensión de su
situación.
En cuarto lugar, es
fundamental conocer su lengua o rudimentos de ella. Si no es posible, prestar
atención a los símbolos pues revelan generalmente más que las palabras. Ellos
hablan de lo profundo de él y de nosotros.
Por último, esforzarnos para
hacer del extraño un compañero (con quien se comparte el pan) de quien se
procura conocer su historia y sus sueños. Ayudarlo a sentirse incluido y no
excluido. Lo ideal es hacerlo un aliado en la caminada del pueblo y de la
tierra que lo ha acogido, por el trabajo y la convivencia.
Hay que añadir que no se
debe restringir la convivencia solamente a la dimensión humana. Ella posee una
dimensión terrenal y cósmica. Se trata de convivir con la naturaleza y sus
ritmos y darnos cuenta de que somos parte del universo y de sus energías que
pasan por nosotros en cada momento.
La convivencia podrá hacer
de la geo-sociedad, menos centrada sobre sí misma y más abierta hacia arriba y
hacia delante, menos materialista y más humanizada, un espacio social en el
cual sea menos difícil la convivencia y la alegría de convivir.
Leonardo BOFF- 21 de febrero de 2017
Leonardo BOFF- 21 de febrero de 2017
DE MI ÁLBUM
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