miércoles, 1 de noviembre de 2017

DESPACHO SICOLÓGICO INFANTIL / Eduardo BASTERRIEX




   UNA  llave de oro dentro del terreno educacional: éste es el tema que sucintamente desarrollaremos hoy día.

   Todo padre desea lo mejor para su hijo: cada uno hace lo que puede –y aún más—por brindarle lo que se llama “una buena educación” para lo cual se le inscribe, con mucha anticipación, en “los mejores colegios” haciendo, muchas veces, verdaderos sacrificios económicos.

    Un buen cuerpo docente, aulas amplias y sanas, buen material didáctico, modernos métodos de enseñanza; todo ello es necesario, interesante y colabora, en gran parte, para la eficaz formación de los educandos.

   ¿Pero es ello suficiente para que el niño tenga “una buena educación”?

   ¿Cuál es la base que debe sustentar todo lo que el pequeño aprende en el colegio?

   El hogar; allí nace y comienza a plasmar su propia personalidad. Desde que llega al mundo, las acciones, las palabras, modo de ser de sus padres van integrando, insensiblemente, su individualidad’ ésta echa sus “raíces” –cada vez más profundas – en el “ego” del niño y se alimenta con “la savia” que le dan los padres. Si una planta crece con raíces fuertes y sanas, ¿verdad que soportará mejor un vendaval? Lo propio ocurre con un niño; si los principios educativos del hogar  son sanos y tienen la fuerza insustituible del propio ejemplo él ya tendrá  una sólida base  para soportar mejor  los embates de la vida , y la variable calidad del colegio, incluyendo lo económico, no será lo exclusivo y fundamental para su educación. El mejor colegio nunca puede reemplazar lo adquirido en el seno del hogar; la escuela es su continuación.


   Valorando en su justa medida lo recibido en las aulas podemos decir, además, que en la familia está “la llave” de la educación. 

DE MI ÁLBUM
(Jordanien)





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