UNA llave de oro dentro del terreno educacional:
éste es el tema que sucintamente desarrollaremos hoy día.
Todo padre
desea lo mejor para su hijo: cada uno hace lo que puede –y aún más—por
brindarle lo que se llama “una buena educación” para lo cual se le inscribe,
con mucha anticipación, en “los mejores colegios” haciendo, muchas veces,
verdaderos sacrificios económicos.
Un buen cuerpo docente, aulas amplias y sanas,
buen material didáctico, modernos métodos de enseñanza; todo ello es necesario,
interesante y colabora, en gran parte, para la eficaz formación de los
educandos.
¿Pero es ello suficiente para que el niño
tenga “una buena educación”?
¿Cuál es la base que debe sustentar todo lo
que el pequeño aprende en el colegio?
El hogar;
allí nace y comienza a plasmar su propia personalidad. Desde que llega al
mundo, las acciones, las palabras, modo de ser de sus padres van integrando, insensiblemente, su individualidad’ ésta echa sus “raíces” –cada vez más
profundas – en el “ego” del niño y se alimenta con “la savia” que le dan los
padres. Si una planta crece con raíces fuertes y sanas, ¿verdad que soportará
mejor un vendaval? Lo propio ocurre con un niño; si los principios educativos
del hogar son sanos y tienen la fuerza
insustituible del propio ejemplo él ya tendrá
una sólida base para soportar
mejor los embates de la vida , y la variable
calidad del colegio, incluyendo lo económico, no será lo exclusivo y
fundamental para su educación. El mejor colegio nunca puede reemplazar lo
adquirido en el seno del hogar; la escuela es su continuación.
Valorando en
su justa medida lo recibido en las aulas podemos decir, además, que en la
familia está “la llave” de la educación.
DE MI ÁLBUM
(Jordanien)
No hay comentarios:
Publicar un comentario