jueves, 10 de mayo de 2012

DE "NORMAS DE VIDA": DUODÉCIMA MEDITACIÓN, Alberto CASAL CASTEL.

                                                   Sé tú mismo.
                                                                    IBSEN.


                                                 Y LLEGARÁ la hora de las grandes pruebas. La vida querrá saber el valor justo de tu carácter, de tu voluntad, de tu entereza; preparará la balanza para pesar cada una de tus acciones.
   -Prepárate sin desconfianza. ¡Sé tú mismo!
   Vendrá el interés con sus viejos aforismos y te dirá: "No pierdas tu tiempo. Por la tierra se pasa una sola vez. Lo que no gastes en diversiones lo emplearás en médico. ¡Goza y sé feliz! Los felices viven dos veces".
   -No lo escuches. ¡Sé tú mismo!
   Se irá el interés y el egoísmo te dirá: "¿No tienes bastante contigo mismo? ¿Para qué ayudar a los otros si los otros no te ayudarán? Nadie hizo bueno al malo. Prefiere el sillón a la silla, la silla al estar de pie, que lo mejor consiste en estar cómodo".
   -¡Largo con él! ¡Sé tú mismo!
   Los necios llegarán a su turno, invadirán el gabinete de tu silencio, interrumpirán tu trabajo, revolverán tu ordenada laboriosidad, cerrarán el libro de tus más tranquilas reflexiones diciéndote: "¡Para qué te mortificas! Nada vale nada. Aprende de nosotros. Hemos hablado mientras tú mortificabas tu espíritu, y la fortuna que a nosotros nos sobra a ti te falta".
   -¡Desprécialos! ¡Sé tú mismo!
   Idos los necios, dejarán su cómplice: la duda. Esta no pide permiso para entrar, porque es de la casa. Jamás afirma sino cuando se niega; jamás niega sino cuando se afirma. La conocerás en seguida. Al principio de cada frase, pondrá un pero. Sus respuestas serán: "¡Quién sabe! ¡Vamos a ver! Sus preguntas: "¿Para qué? ¿Con qué objeto?". Ella te aconsejará que hagas lo que creíste prudente no hacer, que dejes de hacer lo que has pensado.
   -Échala en seguida. ¡Sé tú mismo!
   Se irá la duda y vendrá la pereza. La conocerás también. La conocerás por el descuido de sus ropas que nunca ordena y por la belleza de su palabra. Nadie es más entretenida que ella. Si la escuchas te hará olvidar sus manchas, los pies gruesos con que pesadamente camina, el rostro legañoso de los que recién se acaban de despertar.
   -Afuera con ella. ¡Sé tú mismo!
   Ya creías estar libre. La mentira se acerca. Es una aliada de los débiles y los cobardes. Tiene los modales exquisitos de una dama de sociedad. Viene de un sarao. Te dirá que está de paso para un casamiento. Que de camino irá a un entierro. En efecto, la mentira suele estar en todas partes. En un mismo instante prepara su rostro para llorar al que se va y festejar al que llega.
   -¡Ciérrala la puerta! ¡Sé tú mismo!
   La sensualidad estaba oculta. Se te presentará también. Tiene un boato trágico. Sus sedas y joyas brillan fantásticamente. Tiene el aire de la virtud cuando es joven, la malicia un poco perversa del pecado cuando es senil, pero, sobre todo, el encanto de acomodarse a la edad, de quitar o aumentarse los años, subiendo o bajando el tono de la voz, según con quien hable.
   -¡Niégate a mirarla! ¡Sé tú mismo!
   Y cuando quedes solo, el alma sin más compañía que sus sentimientos, la frente en diálogo con su idea, vencidas todas las angustias, entonces, revestido de un enorme coraje, podrás considerarte más feliz que el rico, más fuerte que el poderoso, más grande que todos; tus ensueños se convertirán en realidad y la realidad será preciosa. Tú serás tú mismo.
   ¡No se necesita más para conquistar al mundo!
                                                        --Alberto CASAL CASTEL.

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