jueves, 14 de junio de 2012

DE "NORMAS DE VIDA": JUSTICIA, Alberto CASAL CASTEL.

                                                  LA JUSTICIA es una cualidad del carácter.
En tal sentido no nace de la ley como obligación imperiosa de la fuerza social que en ella se expresa, sino de la persona. Es la luz a cuyo resplandor se iluminan los juicios y los actos.
   La calidad del hombre justo ha sido suficientemente recomendada en todos los tiempos para que incurramos una vez más en su elogio. Pero ella eclipsa a todas las otras: bondad, inteligencia, sabiduría, colocada sobre el vértice mismo de la moralidad.
   Por ella no sólo reconocemos los méritos sino que los calificamos de acuerdo a una segura tabla de valores. La juventud no concibe ni admite la excepción, el fraude, la arbitrariedad o la injusticia. Se pondrá siempre de parte de la razón, dispuesta a dar a cada uno lo que le pertenece. Por eso lucha y por eso se apasiona en torno de las figuras que le han hablado en lenguaje veraz, se sacrifican por las causas nobles o saben promover las grandes empresas.
   La juventud que se arrodilla ante el favor, que todo lo espera de la dádiva, que claudica sus convicciones, que mendiga honores o se pasa al campo de los falsarios, ha nacido vieja, con los vicios de la vejez y sin ninguna de sus virtudes. ¿Qué podríamos esperar de ella?... Integrará la legión oscura de los que siguen al carro de la civilización sin fuerzas para arrastrarlo; será esclava del lujo venal, por no poder soportar las angustias de la pobreza decorosa; irá a constituir la claque pagada que adula al demagogo; tendrá la indiferencia del bien público; llenará las profesiones con su mediocridad y pasará de largo ante los excesos y los abusos.
   Entre las muchas crisis que podemos padecer -crisis moral, crisis del carácter, crisis de la sinceridad- , la crisis de justicia es, sin duda, la más peligrosa, no sólo porque nos deja como huérfanos dentro de la sociedad que no la practica, sino porque perdemos el más preciado de los estímulos: el que se reconozca el significado de nuestros actos y la razón de ser de nuestra obra. Cuando la injusticia llega a reinar, todo es incierto, deleznable, borroso, desde el triunfo hasta la derrota; menos merecida ésta que aquél, porque la complacencia suele rechazar lo que vale en razón de haber estimulado las cosas sin valor.
   La injusticia crea divisiones, destruye el principio de la solidaridad, engendra odios y anima rebeldías. La historia de la injusticia es la historia de las tiranías, de las miserias y el sufrimiento en todas las épocas sobre la base de la opresión social y el desequilibrio. Épocas rencorosas y obscuras agitadas por el disturbio, y explotadas por los especuladores. Entonces no se respeta lo más sagrado de la personalidad: su pudor, sus ideas, el derecho a elegir entre los cultos, un culto, y entre los partidos, el partido; adiós libertades, fueros y derechos; el terror afligirá el alma, la delación se escurrirá en las sombras, y un mundo de cobardes reemplazará al de los hombres libres.
   ¿A quién recurrir? Los conceptos cambian; las palabras tienen un distinto sentido; son morales los inmorales y viceversa; no hay razón ni derecho, sino sofismas y parodias legislativas. Por eso la justicia es una gracia de Dios que los hombres aplican bajo su invocación y que sólo pueden negar cuando lo desconocen como fuente de todos los bienes.
   El joven que se precie, debe hacer suyas las palabras de los varones que arrancaron a Juan sin Tierra el documento de Runnymede: "A nadie venderemos, a nadie negaremos o demoraremos el derecho a la justicia".-
                -- Alberto CASAL CASTEL.

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