REFLEXIONES ÍNTIMAS.
MUJER, tu rostro debió ser una fuente de agua fresca. El sol y la luna rompieron en ella sus rayos sedosos y brillantes.
Sí, tu rostro debió ser una fuente serena, donde el peregrino posara sus labios, deseando comprensión, ternura, apagando su sed espiritual de amor.
Hoy, eres vertiente de lágrimas, provocadas por el abandono, que ha desbordado tus aguas, caudal de río tormentoso que nada lo detiene.
Mujer, al contemplarte, mi corazón participa de tu propio sentir; y me digo: ella plasmó el dolor, que es muy fuerte, muy hondo; pero lo sufre sola. En el rictus de sus labios hay una curva pronunciada, hecha con firme paso de compás, la amargura; mueca que ahogó el reproche y parece que sólo quisiera decir: no importa.
Mujer, tus mejillas, lozanas ayer, hoy quebradas, esconden el dolor sembrado, quizá pensando en sanear el terreno y trasplantar después el cantú de la felicidad.
¡Oh, mujer! No riegues tu planta con agua turbia que circule caudalosa; hazlo con agua que brote gota a gota de la laguna de tus ojos para que, así, penetre más hondo. Tu frente, que debió ser ayer pulida superficie, hoy muestra remolinos concéntricos; tu pensamiento, preñado de angustias, ansiedades, quién sabe de terror, miedo, incertidumbre, temeridad, quizá muestra furia que te grita una venganza; tal vez la ironía que te ordena indiferencia. Por eso secas con un solo gesto la humedad dejada por la escarcha de tus lágrimas.
El tiempo ha hecho caer la lápida de tus párpados; su peso hizo que viertas el último chorro de platino candente, tu llanto. Y hoy, al contemplarte en el espejo de la vida, serena dices: no sé quién soy, no sé quién fui. Recordaré que soy mujer, vertiente de lágrimas. Madre que perdió a su hija y no logrará olvidarla. No podrá, porque le es imposible hacerlo.
Hoy sientes el dolor en una nueva dimensión que lo convierte en lágrimas. Vertiente.-
-- María Julia LUNA TIRADO.
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