jueves, 6 de septiembre de 2012

EL PODER Y LA GLORIA. MÚSICA RELIGIOSA. "AUDIOCLÁSICA".

  ¿DEBE UN COMPOSITOR SER RELIGIOSO PARA COMPONER MÚSICA SACRA?
Una de las  obras de mayor profundidad espiritual de todos los tiempos, la “Missa Solemnis” de Beethoven, nos sirve para explorar la relación entre Dios y la música.
                                                        LA mayor parte de la gente que oye la espiritual Missa Solemnis de Beethoven, creyentes o no creyentes, reconocen que tiene una especial calidad espiritual.

  Beethoven dijo que esperaba que inspirase sentimientos religiosos verdaderos y profundos a oyentes e intérpretes, y escribió en el manuscrito: “Desde el corazón, que vaya al corazón”.

   Pero la música de la Missa Solemnis es muy cercana en estilo –tan cercana que a veces parecen citarse- a la “Oda a la Alegría” de la Novena ; ésta, aunque menciona a Dios (“Hermanos, más allá de la cúpula de estrellas debe habitar un Padre amoroso”), es un himno secular a la libertad. La letra dice “Freude” (“alegría”), pero todos sabían que Schiller había escrito “Freiheit” (“Libertad”). Por lo tanto, ¿no hay diferencia entre la música religiosa y la que expresa ideales elevados? Philip Heseltine describió A Mass of Life de Delius como “una obra profundamente religiosa, en el sentido más amplio de la palabra”, aunque Delius era ateo militante, y por lo tanto también lo era su Misa.

   Por qué compone misas un ateo. ¿Puede un ateo componer música religiosa? La pregunta parece tan simple como ¿Es protestante el Papa?, pero es mucho más complicada de lo que aparenta. Para empezar, el compositor puede sentirse inspirado por la Biblia, la Misa o un libro de rezos –que son parte de la tradición literaria tanto como Cervantes o Shakespeare-- pero sin sentirse necesariamente adscrito al sistema de creencias del que forman parte. Vaughan Williams solía poner letra a este tipo de textos, a pesar de ser agnóstico, y compuso muchos y buenos himnos. Si un oyente encuentra la fe religiosa a través de una de sus obras, o gracias al Requiem o las Cuatro Piezas Sacras de Verdi (compuestas, en palabras de su mujer, “por un hombre que no cree en nada”), ¿sería una estafa?

   En cierta ocasión se intentaba demostrar en un programa de radio la profunda influencia que tuvo sobre la música de Bruckner su afición por los trenes. Un oyente llamó diciendo que antes nunca había sido capaz de apreciar a Bruckner, pero que semejante reflexión había sido para él toda una revelación, y estaba profundamente agradecido por ello; la demostración estaba basada a sabiendas en una falsedad –Bruckner estaba tan interesado en los trenes como en la filatelia --, pero nadie se lo dijo al oyente : esto habría destruido su fe. ¿Cómo puede reaccionar una persona con sentimientos religiosos que se conmueve ante el Requiem Alemán de Brahms o La Infancia de Cristo de Berlioz ante la realidad de que ninguno de los dos creía en Dios? ¿Su fe se vería conmovida o bien llegarían a la conclusión, como Constant Lambert, de que Brahms y Berlioz habían compuesto música religiosa a su pesar?

   Hay una clave para todas estas preguntas en los cuadernos de apuntes de Beethoven. Es bien sabido que daba vueltas interminablemente a una idea, durante años, hasta que le daba su forma final, y a veces podemos seguir un tema familiar madurando de forma gradual a partir de una idea original que puede resultar incluso anodina. Los que conozcan la Fantasía Coral de Beethoven habrán notado que la melodía principal de su sección coral tiene una estrecha relación con la “Oda a la Alegría” (o a la “Libertad”) de la Novena Sinfonía ; la letra de la Fantasía Coral es un himno de alabanza a la música como arte que acerca a los hombres al cielo, sentimientos no muy alejados de los expresados en la Novena Sinfonía.

   Beethoven también utilizó la melodía de la Fantasía Coral para una canción de amor. El amor mutuo está descrito  en términos de un Cielo en la tierra y de corazones ardientes. En los cuadernos leemos que Beethoven encontraba una gran relación entre esta música y las palabras “Dejad a aquél que ha conseguido a semejante mujer unir su voz a nuestra alegría”, del final de su ópera Fidelio. Y un grupo de fragmentos temáticos recuerdan tanto a la “Oda a la Alegría” como a la Fantasía Coral acaban no formando parte de ninguno de los dos, sino del “Dona nobis Pacem” (“Danos la Paz”) final de la Missa Solemnis. Beethoven había escrito en su cuaderno, bajo la versión final del tema : “Dona nobis Pacem representa la paz, tanto interior como exterior. Sobre todo, un inmenso sentimiento de paz interior : ¡Victoria!

   La Iglesia de Beethoven. ¿Pudo Philip Heseltine, de alguna manera, estar en lo cierto? No podemos estar seguros de la respuesta. Cuando un compositor intenta expresar sus sentimientos más profundos, sean profanos o religiosos, ¿puede el resultado ser susceptible de ser lo que incluso un oyente no religioso describiría como “música religiosa”? Hay gente a la que la música profana le afecta espiritualmente, y no hace falta ser religioso para utilizar esa palabra. Albert Scweitzer, músico y devoto creyente, dijo que “toda la música sentida de forma profunda y verdadera, sacra o profana, tiene su morada en las alturas donde habitan el arte y la religión”. Lo que vale tanto como sugerir que la música y la religión son fenómenos análogos. Incluso un descreído como Bernard Shaw, que dijo que pertenecía “a la iglesia de Miguel Ángel, Beethoven y (añadiendo provocativamente a un notorio ateo), Shelley” habría estado de acuerdo.
AUDIOCLÁSICA.

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