Una de las obras de mayor profundidad espiritual de
todos los tiempos, la “Missa Solemnis” de Beethoven, nos sirve para explorar la
relación entre Dios y la música.
LA mayor parte de la gente que oye la espiritual Missa Solemnis de Beethoven, creyentes o no creyentes, reconocen
que tiene una especial calidad espiritual.
Beethoven dijo que esperaba que inspirase sentimientos religiosos
verdaderos y profundos a oyentes e intérpretes, y escribió en el manuscrito:
“Desde el corazón, que vaya al corazón”.
Pero la música de la Missa Solemnis es muy
cercana en estilo –tan cercana que a veces parecen citarse- a la “Oda a la Alegría ” de la Novena ; ésta, aunque
menciona a Dios (“Hermanos, más allá de la cúpula de estrellas debe habitar un
Padre amoroso”), es un himno secular a la libertad. La letra dice “Freude”
(“alegría”), pero todos sabían que Schiller había escrito “Freiheit”
(“Libertad”). Por lo tanto, ¿no hay diferencia entre la música religiosa y la
que expresa ideales elevados? Philip Heseltine describió A Mass of Life de Delius como “una obra profundamente religiosa, en
el sentido más amplio de la palabra”, aunque Delius era ateo militante, y por
lo tanto también lo era su Misa.
Por qué compone misas un ateo. ¿Puede un ateo componer música
religiosa? La pregunta parece tan simple como ¿Es protestante el Papa?, pero es
mucho más complicada de lo que aparenta. Para empezar, el compositor puede
sentirse inspirado por la
Biblia , la Misa
o un libro de rezos –que son parte de la tradición literaria tanto como
Cervantes o Shakespeare-- pero sin sentirse necesariamente adscrito al sistema
de creencias del que forman parte. Vaughan Williams solía poner letra a este
tipo de textos, a pesar de ser agnóstico, y compuso muchos y buenos himnos. Si
un oyente encuentra la fe religiosa a través de una de sus obras, o gracias al
Requiem o las Cuatro Piezas Sacras de Verdi (compuestas, en palabras de su
mujer, “por un hombre que no cree en nada”), ¿sería una estafa?
En cierta ocasión se intentaba demostrar en un programa de radio la
profunda influencia que tuvo sobre la música de Bruckner su afición por los
trenes. Un oyente llamó diciendo que antes nunca había sido capaz de apreciar a
Bruckner, pero que semejante reflexión había sido para él toda una revelación,
y estaba profundamente agradecido por ello; la demostración estaba basada a
sabiendas en una falsedad –Bruckner estaba tan interesado en los trenes como en
la filatelia --, pero nadie se lo dijo al oyente : esto habría destruido su fe.
¿Cómo puede reaccionar una persona con
sentimientos religiosos que se conmueve ante el Requiem Alemán de Brahms o La Infancia de Cristo de Berlioz ante la realidad
de que ninguno de los dos creía en Dios? ¿Su fe se vería conmovida o bien llegarían
a la conclusión, como Constant Lambert, de que Brahms y Berlioz habían
compuesto música religiosa a su pesar?
Hay una clave para todas estas preguntas en los cuadernos de apuntes de
Beethoven. Es bien sabido que daba vueltas interminablemente a una idea,
durante años, hasta que le daba su forma final, y a veces podemos seguir un
tema familiar madurando de forma gradual a partir de una idea original que
puede resultar incluso anodina. Los que conozcan la Fantasía Coral de Beethoven
habrán notado que la melodía principal de su sección coral tiene una estrecha
relación con la “Oda a la
Alegría ” (o a la “Libertad”) de la Novena Sinfonía ; la letra de la Fantasía Coral es un himno de
alabanza a la música como arte que acerca a los hombres al cielo, sentimientos
no muy alejados de los expresados en la Novena Sinfonía.
Beethoven también utilizó la melodía de la Fantasía Coral para una
canción de amor. El amor mutuo está descrito
en términos de un Cielo en la tierra y de corazones ardientes. En los
cuadernos leemos que Beethoven encontraba una gran relación entre esta música y
las palabras “Dejad a aquél que ha conseguido a semejante mujer unir su voz a
nuestra alegría”, del final de su ópera Fidelio.
Y un grupo de fragmentos temáticos recuerdan tanto a la “Oda a la Alegría ” como a la Fantasía Coral acaban no
formando parte de ninguno de los dos, sino del “Dona nobis Pacem” (“Danos la Paz ”) final de la Missa Solemnis. Beethoven
había escrito en su cuaderno, bajo la versión final del tema : “Dona nobis Pacem
representa la paz, tanto interior como exterior. Sobre todo, un inmenso
sentimiento de paz interior : ¡Victoria!
AUDIOCLÁSICA.
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