viernes, 28 de septiembre de 2012

LA EDIFICACIÓN : LA PINTURA, Rudolf SCHWARZ.


   ¡ QUÉ BELLAS son las obras del que crea y con qué esplendidez desvelan lo más íntimo de su ser !
   Cuando un pintor pinta un cuadro acontece por fuera algo así como lo que ocurre en el secreto fondo del ojo y cuando éste mira. No es, como pensaban los filósofos antiguos y se ha venido repitiendo a menudo desde entonces, que ese pintor tenga en su cabeza un pequeño modelo y lo reproduzca cubriendo de formas y colores un bastidor de lienzo mientras reflexiona sin cesar en si lo está o no copiando exactamente. Lo que sucede es más bien que al comienzo no tiene en su interior sino una semilla solamente, la cual él se va cuidando de que nunca llegue a desarrollarse del todo allá dentro, a convertírsele ya en su interior en el cuadro completo ( cosa ésta que podría hacer con facilidad y hasta en sus menores detalles), pues en tal caso realizaría la obra anticipadamente y después no lograría sino ocuparse en una aburrida reproducción… si aún le quedaran ganas de realizar tan cansada labor de copia. Lejos de ello, su pintura le va saliendo de las manos como criatura reciente, joven, y su mirar, entre asombrado y conmovido, transmite a su interior lo que afuera está sucediendo. De vez en cuando, pues, el pintor retrocederá unos pasos para contemplar su obra con ojo crítico. En realidad el ojo no puede pintar ; pero no es inconcebible que pudiese. El proyector cinematográfico es buen ejemplo de cómo una luz pasando a través de un medio que se ha fijado y hecho transparente de antemano, puede brillar de manera que el negativo parezca positivo. Por lo demás, no obstante, en este ejemplo no se trata más que de un simple reflejo, sin ningún ingrediente creador… El ojo no puede hacerlo así : puede ver cuadros, pero no producirlos. Su refulgir es oscuro y sin relieve. Por eso, al pintar, el ojo se une indisolublemente a la mano, que es ciega para los colores. Y lo que de aquí resulta no son radiaciones (proyección), sino un sacar algo, un alumbramiento (producción). El ojo se pone animosamente en la mano  y lo que recibe el ser no consiste ni en un reflejo del mundo ni en un reflejo de la interioridad ; es más bien una imagen. Sólo que ahora el sitio en que esta imagen se forma no es la retina, sino el lienzo. La acción de pintar es casi como si el pintor exteriorizara su retina e hiciese así de su imagen un objeto público sacándola al exterior del mundo visible.

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