Rafael Santandreu:
Su
trayectoria profesional, su labor docente y sus aportaciones e innovaciones
conceptuales le convierten en uno de los referentes actuales de mayor prestigio
para los médicos asistenciales en el campo de la salud mental.
Su enfoque
terapéutico es heredero, en parte, de Albert
Ellis, el padre de la Terapia
Racional Emotiva Conceptual. Su adaptación del mismo va más allá porque
hace hincapié en la exploración de los pensamientos, convencionalismos y
creencias irracionales que hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas, que
son causa de sufrimiento y frustración, y pueden desembocar, a su vez, en
malestar emocional y en trastornos psíquicos como ansiedad y depresión.
A lo largo
del libro El arte de no amargarse la vida [Las claves del cambio psicológico y la
transformación personal], enriquecido con numerosos ejemplos de casos
reales, [con cuentos e historias orientales] se avanza en el concepto de que nuestra percepción de la realidad está,
paradójicamente, en función de cómo decidimos reaccionar, lo cual también es susceptible de ser modificado por
nuestro pensamiento, emociones y conducta que decidimos exteriorizar. La
singularidad de Santandreu radica en que ofrece las claves para volver a
empezar, sin profundizar necesariamente en el pasado, para lograr transformarnos,
aceptar a los demás, ser mejores personas, y en definitiva, obtener una
sensación predominante de felicidad.
Como indica
el autor, la vida no es fácil, y está llena de retos y acontecimientos adversos
que necesitan ser resueltos, al tiempo que nos prepara para una vida futura más
plena y gratificante. Son las palabras del Doctor Manuel Borrel Muñoz, prologuista,
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, Premio a la Excelencia
Profesional del Colegio de Médicos de Barcelona 2009.
PIENSA BIEN Y
TE SENTIRÁS MEJOR
El joven Epicteto
acarreaba varios bultos esquivando a los transeúntes que se cruzaban sin cesar
por la Vía Magna de Roma, la principal calle comercial de la ciudad. Delante de
él, su amo Epafrodito aceleraba el paso, indiferente a las dificultades que su
esclavo tenía para seguirle cargado como iba.
Epafrodito estimaba a
Epicteto, su joven sirviente, sobre todo por su increíble inteligencia. En
cuanto se tropezó con él siendo solo un niño en su ciudad natal, Hierápolis, en
Turquía, se dio cuenta de que era un superdotado y quiso tenerlo entre sus
esclavos. Ese mocoso de apenas 4 años de edad leía y escribía en griego y latín
y ¡nadie le había enseñado! Había aprendido solo a base de leer rótulos en las
tiendas y en los templos.
Años después, ambos se
trasladaron al centro del mundo, a Roma, la capital del Imperio, donde
Epafrodito empezaría a medrar como comerciante de artículos de lujo.
Aquella mañana, amo y
sirviente se dirigían a la villa de Amalia Rulfa, una viuda millonaria que habitaba
cerca del Foro. Le llevaban unas muestras de ricos perfumes de Persia y telas
de Oriente. Con tanto paquete, Epicteto apenas alcanzaba a ver por dónde andaba
y, en ese momento, se cruzaron dos chiquillos a la carrera. Uno de ellos se
abalanzó sobre él, le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo. Como en cámara
lenta, Epicteto vio cómo el frasco de perfume más caro saltaba por los aires y
describía una corta parábola para aterrizar encima de los adoquines: “crash”,
cristales rotos y salpicaduras de perfume sobre sus ropas.
El tiempo se detuvo unos
instantes. De repente, un ruido seco y un escozor tremendo en su muslo
izquierdo le devolvieron a la realidad. ¡Su amo Epafrodito le estaba golpeando
con su duro bastón de roble!
-¡Toma, bandido, así aprenderás
a ser cuidadoso! – le gritaba lleno de cólera mientras le pegaba una y otra vez
en la misma pierna.
Epafrodito estimaba
sinceramente a su sirviente –de hecho, le pagaba una cara educación en una
academia de filosofía- , tenía un legendario carácter irascible e impulsivo. De
hecho, el joven Epicteto, como mano derecha, le servía de freno en la mayor
parte de sus discusiones con proveedores y clientes, pero cuando su ira se
descargaba sobre él, ya no tenía quien le protegiera. De todas formas, en la
antigua Roma, no era noticia que un amo golpease sádicamente a su esclavo.
Simplemente, era de su propiedad.
Sin embargo, aquella
mañana sí se formó un corro en torno a los dos hombres, pero por una razón
completamente inusual. Para asombro de todos los que contemplaban la escena, el
joven sirviente no abría la boca para quejarse ni expresar ningún dolor.
Simplemente, miraba a su amo con aire de indiferencia, cosa que aún enfurecía
más a su señor.
-¿No te duele,
insolente? ¡Pues ahí tienes doble ración! –gritó el comerciante pegándole tan
fuerte que ya estaba sudando a mares.
Epicteto seguía sin
inmutarse hasta que finalmente abrió la boca para decir:
-Cuidado, señor, que si
sigue así, vais a romper vuestro bastón.
Epicteto
enseñaba a tener fuerza emocional, lo cual no significa “no sentir emociones
negativas” sino “no sentir emociones negativas exageradas”.
A través del
control mental, pese a sentir dolor, pena o irritación, los individuos
adquieren una confianza en sí mismos que les permite disfrutar de las
maravillosas posibilidades que ofrece la vida.
Todos podemos
aprender a ser más fuertes y equilibrados a nivel emocional.
Como decía el
filósofo: “No nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos sobre lo que
nos sucede”.
Miles de años más tarde, en pleno siglo XX, la revolución cognitiva propulsada por grandes psicólogos y psiquiatras como Aaron Beck y Albert Ellis ha permitido que cientos de miles de personas en todo el mundo transformen su mente. Tú puedes sumarte a ellos.
-Rafael Santandreu.
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