lunes, 11 de agosto de 2014

PIENSA BIEN y TE SENTIRÁS MEJOR / Rafael SANTANDREU


Rafael Santandreu:
Su trayectoria profesional, su labor docente y sus aportaciones e innovaciones conceptuales le convierten en uno de los referentes actuales de mayor prestigio para los médicos asistenciales en el campo de la salud mental.
Su enfoque terapéutico es heredero, en parte, de Albert Ellis, el padre de la Terapia Racional Emotiva Conceptual. Su adaptación del mismo va más allá porque hace hincapié en la exploración de los pensamientos, convencionalismos y creencias irracionales que hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas, que son causa de sufrimiento y frustración, y pueden desembocar, a su vez, en malestar emocional y en trastornos psíquicos como ansiedad y depresión.

A lo largo del libro El arte de no amargarse la vida [Las claves del cambio psicológico y la transformación personal], enriquecido con numerosos ejemplos de casos reales, [con cuentos e historias orientales] se avanza en el concepto de que nuestra percepción de la realidad está, paradójicamente, en función de cómo decidimos reaccionar, lo cual  también es susceptible de ser modificado por nuestro pensamiento, emociones y conducta que decidimos exteriorizar. La singularidad de Santandreu radica en que ofrece las claves para volver a empezar, sin profundizar necesariamente en el pasado, para lograr transformarnos, aceptar a los demás, ser mejores personas, y en definitiva, obtener una sensación predominante de felicidad.
Como indica el autor, la vida no es fácil, y está llena de retos y acontecimientos adversos que necesitan ser resueltos, al tiempo que nos prepara para una vida futura más plena y gratificante. Son las palabras del Doctor Manuel Borrel Muñoz, prologuista, Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, Premio a la Excelencia Profesional del Colegio de Médicos de Barcelona 2009.

PIENSA BIEN Y TE SENTIRÁS MEJOR

El joven Epicteto acarreaba varios bultos esquivando a los transeúntes que se cruzaban sin cesar por la Vía Magna de Roma, la principal calle comercial de la ciudad. Delante de él, su amo Epafrodito aceleraba el paso, indiferente a las dificultades que su esclavo tenía para seguirle cargado como iba.
Epafrodito estimaba a Epicteto, su joven sirviente, sobre todo por su increíble inteligencia. En cuanto se tropezó con él siendo solo un niño en su ciudad natal, Hierápolis, en Turquía, se dio cuenta de que era un superdotado y quiso tenerlo entre sus esclavos. Ese mocoso de apenas 4 años de edad leía y escribía en griego y latín y ¡nadie le había enseñado! Había aprendido solo a base de leer rótulos en las tiendas y en los templos.
Años después, ambos se trasladaron al centro del mundo, a Roma, la capital del Imperio, donde Epafrodito empezaría a medrar como comerciante de artículos de lujo.
Aquella mañana, amo y sirviente se dirigían a la villa de Amalia Rulfa, una viuda millonaria que habitaba cerca del Foro. Le llevaban unas muestras de ricos perfumes de Persia y telas de Oriente. Con tanto paquete, Epicteto apenas alcanzaba a ver por dónde andaba y, en ese momento, se cruzaron dos chiquillos a la carrera. Uno de ellos se abalanzó sobre él, le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo. Como en cámara lenta, Epicteto vio cómo el frasco de perfume más caro saltaba por los aires y describía una corta parábola para aterrizar encima de los adoquines: “crash”, cristales rotos y salpicaduras de perfume sobre sus ropas.
El tiempo se detuvo unos instantes. De repente, un ruido seco y un escozor tremendo en su muslo izquierdo le devolvieron a la realidad. ¡Su amo Epafrodito le estaba golpeando con su duro bastón de roble!
-¡Toma, bandido, así aprenderás a ser cuidadoso! – le gritaba lleno de cólera mientras le pegaba una y otra vez en la misma pierna.
Epafrodito estimaba sinceramente a su sirviente –de hecho, le pagaba una cara educación en una academia de filosofía- , tenía un legendario carácter irascible e impulsivo. De hecho, el joven Epicteto, como mano derecha, le servía de freno en la mayor parte de sus discusiones con proveedores y clientes, pero cuando su ira se descargaba sobre él, ya no tenía quien le protegiera. De todas formas, en la antigua Roma, no era noticia que un amo golpease sádicamente a su esclavo. Simplemente, era de su propiedad.
Sin embargo, aquella mañana sí se formó un corro en torno a los dos hombres, pero por una razón completamente inusual. Para asombro de todos los que contemplaban la escena, el joven sirviente no abría la boca para quejarse ni expresar ningún dolor. Simplemente, miraba a su amo con aire de indiferencia, cosa que aún enfurecía más a su señor.
-¿No te duele, insolente? ¡Pues ahí tienes doble ración! –gritó el comerciante pegándole tan fuerte que ya estaba sudando a mares.
Epicteto seguía sin inmutarse hasta que finalmente abrió la boca para decir:
-Cuidado, señor, que si sigue así, vais a romper vuestro bastón.



Epicteto enseñaba a tener fuerza emocional, lo cual no significa “no sentir emociones negativas” sino “no sentir emociones negativas exageradas”.
A través del control mental, pese a sentir dolor, pena o irritación, los individuos adquieren una confianza en sí mismos que les permite disfrutar de las maravillosas posibilidades que ofrece la vida.
Todos podemos aprender a ser más fuertes y equilibrados a nivel emocional.
Como decía el filósofo: “No nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede”.
Miles de años más tarde, en pleno siglo XX, la revolución cognitiva propulsada por grandes psicólogos y psiquiatras como Aaron Beck y Albert Ellis ha permitido que cientos de miles de personas en todo el mundo transformen su mente. Tú puedes sumarte a ellos.

-Rafael Santandreu.

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