Del capítulo: PREFERENCIAS EN VEZ DE EXIGENCIAS, del Libro "El arte de no amargarse la vida".
Un día, un
hombre de traje oscuro se plantó delante de una casa y tocó el timbre.
- Hola,
¿En qué puedo ayudarle? Dijo -- el morador de la casa después de abrir la
puerta.
- ¿Es
usted el señor Adam Smith? –inquirió el hombre del traje.
- Sí.
- ¡Enhorabuena!
Tengo que darle una maravillosa noticia: nuestra empresa ha
realizado un
sorteo entre los habitantes de este barrio y ha sido agraciado con este
magnífico coche que tiene aquí delante –dijo el hombre con voz altisonante,
apartándose para que se pudiese ver un flamante automóvil deportivo.
- Muchas
gracias. ¡Qué alegría!
- Y
no sólo eso. También le entregamos las llaves de un chalé en una playa
caribeña
–añadió el hombre de traje.
- ¡Fenomenal!
- Y
para terminar, le hago entrega de este maletín con un millón de euros. Hágame
el favor de
firmar aquí, y todo esto será suyo –sentenció el empleado de la empresa.
Smith firmó el recibo, dio las gracias
una vez más y cerró la puerta tras de sí contento por lo recibido. Al día
siguiente, sonó otra vez el timbre. Era, de nuevo, el hombre del traje oscuro:
- Señor
Smith. No sé cómo decirle esto. ¡Hemos cometido un gravísimo error!
Todos estos
premios son de otro vecino, otro Smith que vive al final de la calle. Tenemos
que llevarnos todo lo que le entregamos ayer.
Y Adam, que debía de ser un avanzado
practicante budista, dijo:
- Ningún
problema –y con la misma sonrisa serena y alegre del día anterior devolvió
todo a su
interlocutor.
En la mente de las personas maduras hay
una especie de línea imaginaria que distingue claramente entre “deseo” y
“necesidad”. Desgraciadamente, muchos confundimos con frecuencia ambos
conceptos. Un deseo es algo que me “gustaría” ver cumplido, pero que “no
necesito”. En cambio, una necesidad es algo sin lo cual realmente NO puedo
funcionar.
Los deseos causan placer. Las
necesidades inventadas producen inseguridad, insatisfacción, ansiedad y
depresión.
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