LA VIRGEN EN EL ARTE
INTERPRETACIONES ARTÍSTICAS DEL DOGMA MARIANO
ENCICLOPEDIA MARIANA "THEOTÓCOS" / Francisco APARICIO, Pbro.
No es arbitrario considerar las afirmaciones y las ofertas del arte a los privilegios marianos. Las observaciones de contenido, si no se separan de las observaciones de forma, tienen gran peso en el estudio de un tema sagrado, destinado a difundir, no sólo una función estética, sino a participar el gozo de un comentario visivo a la doctrina revelada.
Evidentemente, el arte no está capacitado para responder, de una manera perentoria, a la demanda inicial sobre los hechos de la Virgen, con voces concordantes, sobre una tipología única --San Agustín afirmaba que no conocía ningún retrato de María--, puesto que la solución iconográfica no puede ser el resultado de una concepción realista. En su investigación mariana, el artista toma el punto de partida para su tema en la belleza física, pero no se detiene en ella: medita la belleza psicológica, considera la belleza moral, feliz si llega a una belleza trascendente, ideada por él en la interioridad de su conciencia cristiana, según la tradición litúrgica, la devoción privada y la historia amplísima de la devoción.
La concepción inmaculada.
Esto aparece evidente cuando el artista afronta el más arduo de los temas: la Concepción Inmaculada; arduo, porque no puede recurrir más que a la simbología, no puede hablar más por alusiones, con rótulos o con un amplio escenario que tiene el peligro de hacerse teatral si no está dominado por el ímpetu creador.
En Oriente, según la indicación del libro de los monjes del monte Athos, los artistas inician el relato en el encuentro de Joaquín y Ana bajo la puerta de oro del templo de Jerusalén. En Occidente, prevalece la aproximación de los dos episodios de los progenitores y de la Anunciación a María, estableciendo la concidencia del texto del Protoevangelio: ipsa conteret caput tuum / esta te aplastaráa la cabeza (Gen. 3, 15), con el saludo del ángel: Ave, gratia plena / te saludo, llena de gracia (Lc. 1, 28).
En la Anunciación de Cortona y en la de Madrid, fray Angélico pinta a la izquierda de la escena, un jardín en primavera: el Paraíso terrenal, y, por consiguiente, el pecado y la caída, y sobre este fondo, dominante y grandioso, la escena de la Encarnación. Con Reni (iglesia de San Blas, Forli) y Tiépolo (Pinacoteca de Vicenza) en Italia, con Juan de Juanes, el Greco, Murillo y Zurbarán, en España, la Inmaculada tiene como característica el vestido blanco, el lirio, la corona de estrellas, la serpiente aplastada bajo sus pies, el sol y la luna (Cant., 6, 9, Quae est ista... Pulchra ut luna, electa ut sol) y su figura aparece entre las nubes rodeada de ángeles.
Después de la proclamación del dogma (1854) aparecieron más amplias composiciones conforme al estilo y a las concepciones artísticas de la época. El dogma y la misma proclamación parecieron asociarse. Podesti, en la sala de la Inmaculada, contigua a las Stanze de Rafael, representó el estudio y la disputa de los teólogos y la definición del dogma y, sobre la Iglesia militante, el triunfo celestial de la Virgen.
El tema aparece, además, celebrado en el gran fresco de la cúpula de Loreto por César Maccari: primeramente, la promesa de Dios a nuestros primeros padres, después del cumplimiento de la promesa; se suceden unos amplios recuadros con los episodios de los santos que están relacionados con el estudio del dogma: Sancho, rey de Navarra; San Elsino, San Anselmo, con los episodios característico, como el de la curia romana, que celebra en Avignon la fiesta de la Inmaculada; el capítulo general de los franciscanos, con San Buenaventura, que introduce la fiesta en la Orden. Duns Escoto, la disputa ante el Papa Sixto IV, la procesión de Siena; la sesión V del Concilio de Trento, y, finalmente, la definición del dogma.
También tuvo lugar, con ocasión de la misma definición, la erección de una estatua sobre la columna de la plaza de España, obra de Luigi Poletti.
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