domingo, 21 de diciembre de 2014

NAVIDAD / Fulton J. SHEEN


HAY DOS  nacimientos de Cristo: uno, cuando vino al mundo en Belén; el otro en el alma, cuando vuelve a nacer espiritualmente. Los hombres piensan en el primero mucho más que en el segundo y lo celebran todos los años; mas el Belén espiritual es igualmente trascendental. La gran diferencia entre el nacimiento de Cristo y los de César, Napoleón, Lincoln y Buda o algún otro, estriba en que carecen de poder para nacer en las almas.

   Tanto el nacimiento de Cristo en Belén como el nacimiento en el alma, resultan de una especie de invasión Divina. En un caso, es el mundo; en el otro, es una persona particular. Ambos crean grandes épocas. El nacimiento en Belén fue una crisis de la Historia y la dividió en dos para que hasta los comunistas, que niegan la existencia de Dios y la Divinidad de Cristo, publiquen sus periódicos como (mil novecientos sesenta y dos años después del Nacimiento de Cristo). El nacimiento espiritual también tiene su importancia, pues crea una crisis en el individuo al producir un nuevo grupo de valores, nuevos fines y propósitos e impulsos en la vida.

   Ambos dan lugar a antagonismos. El nacimiento en Belén causó la hostilidad de Herodes y el nacimiento de Cristo en las almas provoca la hostilidad de los de la naturaleza humana débil, renuentes a seguir las insinuaciones del espíritu.

   Fue el segundo nacimiento en el que insistió San Pablo cuando desde la prisión escribió a su amado pueblo, los efesios, pidiéndole que albergaran a Cristo en sus corazones por medio de la fe, “arraigados y fundados en el amor”. Este es el segundo Belén o la relación personal del corazón individual en Cristo Nuestro Señor, el Supremo Amador.

   Hay muchos que conocen bien el primer Belén, mas no tienen experiencia alguna en los regocijos del segundo. La diferencia entre los dos es la diferencia entre el posadero de Belén y María; entre Herodes y los pastores. Puede uno conocer todo lo referente a Cristo y sin embargo no tener Su nacimiento en el alma. Herodes conocía todas las profecías y no se sintió especialmente sorprendido cuando supo que Cristo había nacido, mas su reacción fue persecución.

   La razón por la cual el caso del posadero de Belén tiene lugar tan importante en la historia de la Navidad estriba en que vuelve a vivir en aquellos que niegan la posada de sus almas en el segundo Belén. El posadero tuvo razones para su conducta idénticas a las de quienes rehusan el renacimiento de Cristo en sus almas. Puede que el posadero rechazara al Dios Encarnado porque no le conocía, por estar demasiado ocupado con sus clientes que afluían a la ciudad para el censo. Tal vez hasta haya tenido una razón de índole económica; es decir, que María debió haber prevenido el nacimiento  de alguna forma y no haber traído al mundo a un niño en medio de tanta pobreza. Mas aún, la presencia de la Madre y de su bagaje puede haber indicado a este hombre de conceptos materialistas que no se trataba de personas de gran importancia.

   No hay una sola persona en el mundo que no se convierta, en algún momento de su vida, en el posadero de Belén. La decisión que tome depende de la actitud de su corazón hacia la Divinidad. Puede que no se dé la bienvenida al Divino Visitante, pero él ha creado una responsabilidad. Tal vez la razón principal del posadero fue la que la presencia de esa mujer encinta y el llanto del recién nacido por la noche, podían muy bien causar que otros huéspedes se fueran. Esto es precisamente lo que siempre hace el segundo Belén de Cristo. Desaloja del corazón a otros huéspedes, como el orgullo, la codicia, la avaricia, el odio, el egoísmo y la concupiscencia. Estos huéspedes son bienvenidos en la mayoría de los corazones y los más respetables en algunos.

   Puede también que el posadero creyera que no le sería remunerativo aceptar a la Madre y al Niño. No iban a ser huéspedes “de pago”. Es muy probable que las tarifas de alojamiento de los hoteles había subido considerablemente como consecuencia de la aguda falta de alojamientos. En consecuencia darle el frente a alguien que no podía pagar era cosa intolerable desde el punto de vista del negocio. Es esto, tanto como el amor a los placeres, lo que deja fuera al Huésped Divino; es decir, el amor al lucro. Es una vieja respuesta que resuena a lo largo de los siglos: “No hay habitaciones, no hay habitaciones, no hay habitaciones…” 

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