Discurso de Andrés Ulises Calderón de la Cruz en la Casa de Cultura de Trujillo (1975)
Señoras y señores:
Lo menos que se puede pedir
a un hombre culto es saber qué hora es, en dónde está y para qué está.
Permitidme autocalificarme
de hombre culto. Lo que significa que debo saber qué hora es. Y lo sé. Sé que
hay horas en que los discursos están demás, o que, por lo menos, deben ser muy
breves.
El mío no está demás, porque
su objeto es muy serio. Mas estad seguros que seré breve; mejor dicho,
abreviado. Palabra de honor.
Autocalificarme de hombre
culto significa también que debo saber en dónde estoy. ¿Y cómo no he de
saberlo, amigos? Estoy en la Casa de familia que soñé, aunque mi sueño todavía
no ha acabado. Estoy en la Casa cuyos cimientos puse y que, estoy seguro,
seguirá creciendo “como crece la sombra cuando el sol declina”.
Autocalificarme de hombre
culto, significa, igualmente, que debo saber para qué estoy aquí. Y, créanme,
lo sé. Esta Casa fue fundada para redimir al pueblo trujillano.
Para redimirlo, en primer
lugar, de la vulgaridad.
¿Nos hemos dado cuenta que
todas las cosas tienen una intrínseca belleza?
Bello es cada día que
amanece; bello es el crepúsculo, bella es la noche, bella es la luna, y el sol
y las estrellas.
Bellas son las flores y los
árboles son bellos.
Y el mar y las montañas.
Y los niños, y los jóvenes,
y los viejos.
Y el amor y el dolor y la
pena.
En todo cuanto existe está
la belleza.
Hay belleza en el trabajo.
En el trabajo de la escoba,
del pan y de la sopa.
En todo lo que existe hay
belleza: ¡sobre todo en el clamor del que padece y en la cólera del que
protesta!
Estamos rodeados de belleza.
Y, sin embargo, estamos
ciegos, sordos y mudos para la belleza.
Nada de lo que es bello nos
asombra, nada de lo que es bello nos conmueve, nada de lo que es bello nos
impele.
Somos vulgares y estamos
aburridos.
¡El aburrimiento! Ese es el
signo de la vulgaridad.
La vulgaridad aburre. Lo que
aburre vulgariza. Los ricos se aburren. Los pobres se aburren. Los obreros se
aburren. El aburrimiento es insatisfacción. ¿Qué pasa?
¿Por qué la vida moderna es
así? ¿Por qué la vida moderna es tan
monótona y tan fea?
Todos los seres están
poblados de ínsita belleza. La belleza es uno de los atributos metafísicos de
la realidad. Omnis ens est verum. Omnis ens est bonum. Omnis ens est prulchrum. Esta es la trinidad que doraron los griegos. Todo ser es
verdadero. Todo ser es bueno, Todo ser es bello. Y no puede haber belleza donde
no hay bondad y verdad. Y no puede haber bondad donde no hay belleza ni verdad.
Tres atributos distintos y
una sola realidad. Si nos aburrimos, significa entonces que somos incapaces
para encontrar la belleza omnipresente y omnipervadente. Significa que somos
incapaces para el bien. Significa que somos incapaces para la verdad.
¡Significa que ni siquiera podemos ser buenos paganos!
Y he aquí la trinidad que
adoraron los cristianos: la Luz, el Amor y la Vida. La trinidad hace su
procesión por fuera.
Pero gran descubrimiento
helénico fue bautizado por los cristiano. Y a la Verdad por dentro la llamaron
Luz. Y a la Bondad por dentro la llamaron Amor. Y a la belleza por dentro la
llamaron Vida.
Todo lo que es verdadero
resulta, por lo tanto, luminoso. Todo lo bueno resulta justo (Sólo la mala fe
racionalista ha podido hacer que la justicia sea distinta del amor).
Todo lo viviente, plenamente
viviente, resulta hermoso. Si nos aburrimos, significa que andamos sin luz, es
decir, a oscuras; significa que nada nos importa la injusticia, es decir, que
somos insensibles al amor; significa que avivamos a la muerte, es decir, que
matamos a la vida. Y entonces, ¡ni siquiera podemos ser ya buenos cristianos!
Sin embargo, para librar a
los hombres del aburrimiento, para redimir a los hombres de la vulgaridad,
causa del aburrimiento, están los
artistas, sean éstos paganos o cristianos.
El artista, si es
arquitecto, encuentra en el mundo un palacio maravilloso, o una catedral en
plena celebración litúrgica, o un proyecto gigantesco que se construye a cada
instante.
Si el artista es músico,
encuentra en el mundo una inmensa sinfonía coral, orquestada desde el principio
de los siglos, con un movimiento nuevo cada día, ejecutada incansablemente por
los instrumentos y las voces de cada criatura.
Si el artista es pintor,
encuentra en el mundo la magia de todos los colores, la exposición de todos los
paisajes y el dibujo de todos los rostros y las formas; ya sea al pastel, al
carbón, a la acuarela, al óleo, al collage.
Si el artista es un poeta,
encuentra que el mundo es un poema, un poema que es como la eucaristía: un
sacramento. Un sacramento en que el pan ya no es pan ni el vino es ya vino,
sino carne y sangre: su propia carne y su propia sangre individual: la propia
carnes y sangre colectivas.
La belleza es fugaz. Aparece
y desaparee. Porque la belleza está en todos los seres. Y los seres están en
perpetuo devenir, en incesante dejar de ser. PANTA REI, decía el gran
Heráclito. Nadie se baña dos veces en el mismo río. Pero el artista está para
librarnos de esa fugacidad. Capta la fugacidad, y la esperanza. Capta la
fugacidad, y la perenniza. Capta la fugacidad, y la hace imperecedera. Capta la
fugacidad, y la hace inmortal. Las obras de los auténticos artistas son obras
inmortales.
Alguien ha dicho que los
verdaderos artistas son los verdaderos órganos de reproducción de la especie.
Por ellos, la especie humana se perpetúa como “humana”. Sin ellos, la especie
humana no se reproduciría sino como una especie puramente bestial.
La belleza es singular. Está
aquí y allá. Está dispersa e individualizada. Hic et nunc. Pero el verdadero
artista tiene genio metafísico. A todo lo que toca le quita lo que no hace
falta. Le quita lo accidental y se queda con lo esencial. Le quita el aquí y el
allí, y lo libera de la prisión del espacio. Le quita el ayer y el hoy, y lo
libera de las cadenas de lo temporal. Le quita todo lo material, y se queda con
lo espiritual. Y así, en la obra bella, lo que era singular se convierte en
universal.
La belleza se renueva. El
artista original no sólo es un encontrador, es decir, un “inventor”, un
descubridor. Cierto que descubre lo “que pasa”; el común de las gentes
aburridas está oculto. Y cuando esto ocurre se convierte en “revelador” y en
profeta: revelador del Artista con mayúscula, que puso tanta belleza en las
cosas; profeta que “anuncia el advenimiento de un nuevo reino”, en que reinará
el buen gusto. En las calles y en las plazas,
en los edificios privados y
en los edificios públicos,
en las carreteras y en las
gasolineras,
en los vestidos y en las
palabras.
Pero, el verdadero artista
es más que un inventor, más que un revelador, más que un profetizador. El
verdadero artista sabe que la Creación está incompleta. Por eso crea siempre
cosas nuevas y edita siempre lo inédito. Él puede decir como Dios dice en el Apocalipsis:
Ego nova Facio Omnia: Yo hago nuevas todas las cosas. Yo hago nuevas todas las
cosas es, strictu sensu, ser un “creador”. Un instrumento, una herramienta en
manos del Creador, humildemente hablando.
Lo ha dicho Schelling:
“…El arte humano es una
continuación, en especial a través del genio, de la actividad creadora de
Dios”.
Lo ha repetido Croce:
“…El arte no reproduce algo
existente, sino que produce siempre algo nuevo, crea una nueva situación
espiritual y, por tanto, no es imitación, sino creación”.
Lo ha subrayado Gentile:
“Es difícil renunciar a ver
en el artista un libre espíritu creador (…) Esta idea del artista que crea su
mundo está grabada profundamente en todo hombre que aborda la obra de arte”.
Y el querido Don Helder Cámera
sublimemente lo consagra:
‘Cuando el día de rendir
cuentas
los ángeles reúnan a los artistas,
ebrios de orgullo,
por su participación directa
en el poder creador
le resultará difícil al Hijo
mantener la austeridad de
Juez,
¡tan claro será
sobre todo en los poetas
el reflejo del Padre!”
Música y poesía. Se ha dicho
de la música que es la más divina de las artes. Hay que decir de la poesía que
es la más humana de las artes. La música diviniza lo humano. Pero la poesía
¡ah, la poesía!, la poesía humaniza lo divino. Porque el Verbo, la Palabra, era
Dios, y Dios se hizo hombre. La palabra creadora se encarnó en la palabra
humana. El poeta es el hombre que encarna la palabra divina. El poeta es el
artista de la ENCARNACIÓN.
Poetas jóvenes y poetas viejos
que me escucháis: ¿Qué cosa más grande se puede decir de vosotros? ¿Qué cosa
mejor se puede decir en vuestro homenaje?
¿Entretenimiento o
milicia? Si esto es así, ser artista, y
entre los artistas, ser poeta, es cosa seria.
La cosa más seria del mundo. Porque la poesía “no es entretenimiento,
sino milicia”. No es cosa de adorno o de lujo. Es irrenunciable necesidad: la
necesidad de ser hombre; hecho a imagen y semejanza de Dios. Es irrenunciable
derecho humano, que no está escrito en la Declaración Universal: el derecho a
emerger de la vulgaridad y del aburrimiento. No es puro entretenimiento. Es
auténtica lucha. Es heroica milicia.
Dotado de antenas en extremo
sensibles, presiente el porvenir. En cada caso, sirviéndose de sus medios de
expresión característicos: poesía, teatro, cine, pintura, escultura, música…,
hablarán en nombre de todos aquellos que no saben o no pueden hablar.
Los poetas han colaborado en
estigmatizar la esclavitud negra; pero la esclavitud continúa, poetas. Más de
dos tercios de la humanidad son esclavos del hambre, de la enfermedad, de la
ignorancia, del trabajo forzado, de la desesperación. Y el otro tercio que
resta, es esclavo del egoísmo y del miedo” (Helder Cámera).
Los Cuadernos Trimestrales
de Poesía. Hay un hombre que durante 25 años, en Trujillo, ha sido el pionero y
gonfalonero de esa auténtica lucha, heroica milicia. Me estoy refiriendo a
Marco Antonio Corcuera. Y ahí está su bandera distintiva y su victoria, que
Trujillo hoy comparte y que el Instituto Nacional de Cultura hoy celebra.
Como una pequeña piedra
tirada sobre el inmenso lago que es el orbe, ha ido ampliándose en sucesivas
ondas concéntricas cada vez más grandes, cada vez más anchas, cada vez más
luminosa, cada vez más acogedoras. Primero en Trujillo, después en el Perú,
luego en América, hoy ya en Europa, mañana seguro, en todo el mundo. Cuadernos
Trimestrales de Poesía será pies el testimonio caleidoscópico de la poesía
joven de todos los continentes. El mundo ya no es ancho ni ajeno para Cuadernos
Trimestrales.
Y siendo esto así, ¿Por qué
Cuadernos Trimestrales, que es una verdadera “institución”, no se integra con
las demás instituciones de arte que integran el Instituto Nacional de Cultura,
Filial de Truijillo? Porque esto que hoy se llama Instituto Nacional de
Cultura, nació en Trujillo antes que en Lima. Fue pensada como una Casa
Familiar que fuera el hogar de todos los artistas, que fuera el palacio de
todas las artes, que fuera el altoparlante de todo lo que embellece la vida, de
todo lo que nos saca del aburrimiento, de todo lo que nos redime de la
vulgaridad. Más aún: fue pensada como una estructura que se inicia desde el
nivel elemental de todas las artes y termina con el nivel superior de la
Universidad. Por eso se llevó a cabo un convenio inicial con la UNT, para que
los estudios artísticos de los alumnos de las diversas Escuelas de la exCasa de
la Cultura de Trujillo tuvieran rango académico. ¿Por qué no pensar hoy en un
nuevo y más formal convenio para que el INC Trujillo se convierta en el DEPARTAMENTO
DE ARTE que la UNT no tiene y le hace falta?
Señores, perdonad. Os había
prometido abreviar. Pero al llegar a las alturas en que me encuentro, “ adquiero la noción de las alturas a que me he
remontado y cierro los ojos para resistir el vértigo”. Pienso en los que
consideran la poesía como agradable adorno de la vida, como objeto de
“confort”, y me sonrojo por ellos.
En los que quieren
utilizarla para satisfacer su vanidad o lucir su inteligencia, y me sonrojo por
ellos. En los que confunden con los plumajes del ave del paraíso o los cantos
del ruiseñor y aspiran en convertirla en simple reclamo de lo erótico, y me
sonrojo por ellos. En los que la consideran adecuada para encubrir discursos y
consejos morales, y me sonrojo por ellos. Pienso en los premios literarios, en
las ediciones de lujo, en las declamadoras y declamadores. Y me sonrojo por
ellos (Eduardo González).
Pero me entusiasma saber que
no estoy hablando en el desierto ni arando en el mar, porque sé qué hora es, en
dónde estoy y quienes me escuchan.
Me entusiasma saber que
quienes me escuchan han venido aquí para rendir homenaje a su Majestad la
Poesía.
Me entusiasma saber que hay
muchos que aún creen en nuestra Señora la Poesía.
Me entusiasma poder orar
ante esta gran Señora y decirle:
De la vulgaridad y del
aburrimiento, líbranos, Señora.
De los que se hacen los
indiferentes porque son incapaces de entender o hacer una obra de arte,
líbranos Señora.
De los que piensan que con
el dinero se compran todos los placeres, pero ignoran que el placer estético no
se compra con dinero, líbranos Señora.
De los burócratas que se
ocupan de mercantilizar la cultura y desdeñan la poesía, que no se vende por
kilos ni se industrializa, líbranos Señora.
De los Ministros de
Educación y de los Directores de Escuela que han decidido que mejor se educa
con las matemáticas, con la física o la química, y que la Educación por el Arte
carece de importancia, líbranos Señora.
De los que privan a sus
hijos de estímulos para despertar al artista que cada niño lleva dentro,
líbranos Señora.
De los malos declamadores y
de los declamadores mediocres, líbranos Señora.
De la indiferencia por los
conciertos musicales, y por las exposiciones de pintura, por los festivales de
ballet, y por los Cuadernos Trimestrales de Poesía, líbranos Señora.
De todos estos males,
líbranos Señora. Amén.
DE MI ÁLBUM
(Jordanien)
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