LAS RUNAS DE LA ESPADA DE
WELAND
UN forjador me forja
para vender a mi Hombre
en mi primer combate.
Para amasar el oro,
al límite del mundo
he sido yo enviada.
El oro que yo amaso
ha venido a Inglaterra
sobre el agua profunda.
Igual que un pez brillante
entonces se desliza
en el agua profunda.
No ha sido dado el oro
para provecho alguno,
sino para la Causa.
El oro que yo amaso
lo codicia un monarca
para causar el mal.
El oro que yo amaso
es extraído fuera
de los profundos mares.
Igual que un pez brillante
entonces se desliza
en el agua profunda.
No ha sido el oro
para provecho alguno,
sino para la Causa.
EL poder, las ciudades y los
tronos
duran, a ojos del Tiempo,
casi lo mismo que las flores
duran,
que mueren cada día;
mas cual si retoñaran nuevos
brotes
para otros hombres nuevos
alegrar, en la tierra ya
gastada,
se alzan nuevas ciudades.
¿Sabe en esta estación de
los narcisos
la flor, qué azar, qué
cambio,
qué frío la herirá como
otras veces?
Mas con audaz semblante
y con conocimiento tan
pequeño
supone que sus siete
días de duración nunca se
acaban.
Y el Tiempo, que es benévolo
con ella,
con todo lo que existe,
nos niega cuando somos tan
osados
como ella es atrevida;
que cuando nuestra muerte
real ocurra
y ocurra nuestro entierro,
dirán las sombras entre sí,
seguras:
“Ved todo lo que duran
nuestras obras”.
DE MI ÁLBUM
(Jordanien)
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