domingo, 24 de septiembre de 2017

LAS RUNAS DE LA ESPADA DE WELAND / Rudyard KIPLING



LAS RUNAS DE LA ESPADA DE WELAND 

UN forjador me forja
para vender a mi Hombre
en mi primer combate.

Para amasar el oro,
al límite del mundo
he sido yo enviada.

El oro que yo amaso
ha venido a Inglaterra
sobre el agua profunda.

Igual que un pez brillante
entonces se desliza
en el agua profunda.

No ha sido dado el oro
para provecho alguno,
sino para la Causa.

El oro que yo amaso
lo codicia un monarca
para causar el mal.

El oro que yo amaso
es extraído fuera
de los profundos mares.

Igual que un pez brillante
entonces se desliza
en el agua profunda.

No ha sido el oro
para provecho alguno,
sino para la Causa.


EL poder, las ciudades y los tronos
duran, a ojos del Tiempo,
casi lo mismo que las flores duran,
que mueren cada día;
mas cual si retoñaran nuevos brotes
para otros hombres nuevos
alegrar, en la tierra ya gastada,
se alzan nuevas ciudades.

¿Sabe en esta estación de los narcisos
la flor, qué azar, qué cambio,
qué frío la herirá como otras veces?
Mas con audaz semblante
y con conocimiento tan pequeño
supone que sus siete
días de duración nunca se acaban.

Y el Tiempo, que es benévolo con ella,
con todo lo que existe,
nos niega cuando somos tan osados
como ella es atrevida;
que cuando nuestra muerte real ocurra
y ocurra nuestro entierro,
dirán las sombras entre sí, seguras:

“Ved todo lo que duran nuestras obras”.

DE MI ÁLBUM
(Jordanien)





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