DAME una fe, Señor, como la quiero.
Pura como la fe del campesino,
robusta cual la fe del carbonero;
fija como la estrella del marino.
La fe que mira a Dios en el madero,
la fe sublime de Tomás de Aquino.
No la fe de Judas, vil y traicionero;
no la de Pedro, que negó al Rabino.
Aquella fe que a Lázaro levanta,
que la cabeza del dragón quebranta
y que detiene al sol en su camino...
La fe que exalta y glorifica el estro,
la misma aquella que sintió el Maestro
transubstanciándose en el pan y el vino.
Rafael B. SILVA
(venezolano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario