jueves, 2 de julio de 2015

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"

DIOS TODOPODEROSO,
concédeme la gracia
de ser fiel en mis actos
y no vivir ansiando el éxito.

Lo único que me importa        

es hacer Tu voluntad
y concentrarme en Ti
cuando estoy comprometido
con el deber.

Está en Ti dar a mis débiles
esfuerzos los frutos
que Tú creas justos o
ninguno, si esta es Tu
voluntad.
              Fenelon

VENTANA AL MUNDO:
LA ANTÁRTIDA












EN LA TIERRA ENCANTADA DE LA ANTÁRTIDA.
Por Thomas R. Henry

   EN EL ALUCINANTE Mar de Ross, allá en el fin del mundo, es blanca la oscuridad, viajan las montañas, se congelan las tempestades, y cuelgan del cielo fantasmágoricas tapicerías.
Quien llega a ese mar de hielo, cree hallarse en la muerta ciudad de otro planeta. Un silencio absoluto reina dondequiera: el silencio que una naturaleza muda ha ido acumulando durante milenios.

   Abarca el Mar de Ross una extensión de doscientas cincuenta mil millas cuadradas. A menos de ochocientas del Polo Sur, la helada masa de sus aguas forma profundo enclave en la costa de la Antártida. Al avanzar dando bandazos y chocando con la resquebrajada superficie de esas aguas, los buques de la reciente expedición antártica de la armada estadounidense nos internaban en regiones de lo portentoso y gigantesco.

   Alargábanse hasta perderse en el horizonte anchurosas avenidas donde era pavimento el agua oscura del océano, y edificio, el iceberg. Abundan estos bancos de hielo en el punto en que nos hallábamos más que ningún otro de la tierra, y tan extraordinario es su tamaño, que los de menores dimensiones alcanzan sesenta metros de altura y más de dos kilómetros cuadrados de superficie. No bajaría de quinientos la de una de esas montañas viajeras cerca de la cual pasamos. El viento, el sol y las olas dan al iceberg variadísimas formas. Unas veces es palacio; otras, catedral; éstas, mezquitas; aquellas, pagoda. Aquí remeda un barco; allí un dinosaurio; allá un elefante; más allá un ser humano.

   Catedrales y palacios de hielo ofrecen a la vista sorprendentes sinfonías de blancos, verdes y azules. El color predominante es el azul, un azul más puro que el de los cielos límpidos de estío. Ostenta el iceberg este azul allí donde disforme hendedura interrumpe la continuidad de su mole de hielo; o en el abovedado techo de la caverna abierta por el golpear de las olas. La espaciosa anchura de muchas cavernas es tal que un acorazado podría pasar sin dificultad a través de ellas.

   Van navegando nuestros buques uno tras otro, con el rompehielos Northwind a la cabeza….Llevamos rumbo al sur…

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