Lo fortuito desempeña papel
importante, aunque a veces sutil, en la vida de todos los seres humanos.
En la vida de Bronislaw
Malinowski (1884-1942) lo accidental es cosa evidente.
Malinowski, uno de los más
debatidos y fértiles antropólogos del siglo XX, habría decidido estudiar
ciencias físicas. Pero un día al acaso, se puso a leer “El Ramaje de Oro”, la
gran obra de James Frazer, y su lectura le hizo modificar su decisión. Se
propuso, desde entonces, hacer lo que Frazer había hecho: estudiar al hombre.
Malinowski había nacido en
la parte de Polonia que quedaba dentro del imperio de los Habsburgo, Austria
Hungría, y estaba camino de sentar plaza prominente en el mundo científico y
filosófico del Centro de Europa cuando un nuevo accidente le llevó a
convertirse en figura destacada del mundo de habla inglesa.
Estaba estudiando en Londres cuando se le
brindó la oportunidad de ir a Australia en un viaje de investigaciones
antropológicas auspiciado por la Asociación Británica para el Avance de las
Ciencias.
El viaje a Australia tuvo lugar pocos días
antes de estallar la Primera Guerra Mundial y Malinowski, como ciudadano de un
país enemigo, fue internado. Sin embargo,
no le obligaron a desperdiciar su tiempo en internamiento pasivo en un
campo de concentración.
Logró persuadir a las autoridades australianas
de que le permitieran explorar algunos territorios remotos del subcontinente
para estudiar los pueblos aborígenes que en ellos vivían.
Se pasó seis años en Australia y después de
terminada la guerrea continuó estudiando y escribiendo en inglés. La mayor
parte del resto de su vida la pasó en Inglaterra y en los Estados Unidos.
Malinowski dio lugar a controversias por su
franqueza en criticar los sistemas de estudio
de sus contemporáneos antropólogos.
Criticó lo que consideraba una desafortunada
tendencia a concentrarse en las frivolidades de la antropología: las extrañas
costumbres y las ridículas vestimentas, práctica moderna que parecía ser
superviviente de anécdotas y necesidades olvidadas.
Malinowski afirmó haber demostrado conexiones
entre la moderna sicología freudiana y la antropología. Insistió en que la
familia era el elemento realmente esencial en la evolución de las sociedades
humanas. La familia, dijo Malinowski era el medio en virtud del cual los deseos
y energías individuales se ajustaban a los propósitos del grupo.
Las relaciones de afecto y amor entre los
miembros de una familia, lo mismo primitiva que civilizada, son molde donde se
fragua la fidelidad hacia organizaciones más dilatadas y más inconexas como son
una secta o una nación, creía Malinowski.
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