miércoles, 6 de julio de 2016

LA ORACIÓN DEL POETA / Elsa de SAGASTI

          

             Orígenes, quien vivió en el segundo siglo de nuestra era, aconsejaba pedir en la oración sólo lo espiritual. Decía: “Así como al que busca los rayos solares, después de haberlos alcanzado la sombra del cuerpo no le agrada ni le molesta; del mismo modo, si tenemos las cosas espirituales y éstas son iluminadas por Dios, no buscaremos con pequeñez de ánimo las cosas efímeras, la sombra.

            “Por consiguiente, se ha de orar para alcanzar aquellas cosas principales, verdaderamente grandes y celestiales. Por lo que hace a las cosas materiales, las sombras que se seguirán a aquellas cosas principales, debemos dejarlo a la voluntad de Dios. Bien sabe vuestro Padre lo que habéis menester (para vuestro cuerpo mortal) antes de pedírselo”.

            De esto me acordé al leer una oración que parece un poema o un poema que parece oración, del insigne poeta de la India, Rabindranath Tagore, más conocido por nosotros por sus delicados poemas de amor.


            Impresiona cómo este poeta, dos mil años más tarde que Orígenes, en otro continente, de otra raza y practicando otra religión, da perfecto ejemplo de lo que debe ser una oración dirigida a la Divinidad para pedir todo aquello que el ser humano necesita. Oración que, sin desperdiciarse en trivialidades, no por eso resulta abstracta o remota, sino más bien parece que por labios del poeta hablara el corazón de cada uno de nosotros.

            Desde que la encontré he estado leyéndola y copiándola para toda persona a quien encuentro. El mayor placer de hallar una cosa bella es poder compartirla.

            No me quedaría satisfecha si no la compartiera contigo. Por eso, he aquí la oración, que seguramente merece la pena conservar:

            “Esta es mi oración a Ti, Señor mío:
            Extirpa de raíz la mezquindad de mi corazón.

            Dame la fuerza para llevar con ligereza mis alegrías y
  
            mis dolores.

            Dame la fuerza para hacer que mi amor fructifique 
            en servicio.

            Dame la fuerza para nunca desentenderme 
            del pobre o doblar la rodilla ante el poderío insolente.

            Dame la fuerza para llevar con ligereza mis alegrías 
            y de las pequeñeces diarias.

            Y dame la fuerza para hacer abandono de mi 
             fuerza a tu voluntad con amor”.          

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