La antigüedad
clásica invirtió gran parte de su tiempo en mostrarnos lo que la música puede
llegar a mover en el corazón de los hombres, y cómo no, en el de los
caprichosos y voluptuosos dioses. En este sucinto resumen repasaremos los
descubrimientos musicales más importantes de la mitología clásica y reconoceremos
a sus protagonistas principales.
Apolo y
Dionisio son dos dioses que representan concepciones opuestas del arte, de la
vida, de la música. Apolo es el hijo preferido de Zeus, dios de la luz, de la
justicia y la verdad, de la adivinación, de la música y la poesía. Su
instrumento es la lira. Dionisio es el dios de las fuerzas primitivas de la
naturaleza, del vino, de la danza. En sus ritos se realizaban violentas danzas,
acompañadas de la flauta, carreras por los bosques y persecuciones de animales
salvajes, que terminaban en banquetes
rituales. La contraposición entre los dos dioses y sus instrumentos es un
elemento recurrente en las narraciones mitológicas. La invención de los
instrumentos más representativos de este mundo mítico –la lira y la flauta- nos
ha llegado en diversas narraciones. La lira, que consta de un caparazón de
tortuga con cuernos de cabra, siete cuerdas y un travesaño, fue inventada por
el dios Hermes –aún niño- al tensar algunas cuerdas de tripas de buey sobre el
caparazón –vacío- de una tortuga. Apolo, que buscaba sus bueyes, robados por
Hermes, acepta este instrumento representativo de este dios. Sobre el origen de
la flauta poseemos varias leyendas : una sobre la “flauta de Pan” que consta de
cinco a siete tubos de diferente longitud, unidos en hilera. Otra, sobre la
“flauta doble” (aulos), con dos tubos que se soplaban a la vez, parecida más al
oboe que a una flauta, pues tiene lengüeta doble de caña.
El dios Pan,
dios de los pastores –no demasiado agraciado físicamente- se enamoró de la
ninfa Siringe. La persigue, la tiene ya entre sus brazos, pero ella solicita el
auxilio de las Náyades, sus hermanas. Es transformada en caña en el momento que
Pan la atrapa : ”agarraba las cañas de pantano en lugar del cuerpo de la ninfa,
y, mientras suspiraba allí, los vientos movidos dentro de la caña produjeron un
sonido suave y semejante a la queja”. El dios, “cautivado por el arte nuevo y
por la dulzura del sonido” une entre sí cañas de diferente
longitud, y, desde ese momento, esta flauta, a la que denomina “siringa” en
recuerdo de la ninfa, pasará a ser su instrumento, pues así, dice Pan a su
flauta-ninfa : “permanecerá para mí este diálogo contigo”.
La invención de la
flauta doble o aulos se atribuye a la diosa Atenea. Esta la presenta a los demás
dioses en un banquete. Todos admiran el nuevo instrumento, excepto Hera y Afrodita, que ríen. Atenea no entiende
por qué, hasta que, junto a un arroyo, hace sonar su flauta. Allí ve su rostro
reflejado, y comprende la burla de las otras diosas : sus carrillos se hinchan,
el rostro toma un color morado. Enfadada, arroja lejos de sí la flauta,
maldiciendo a quien la recogiera. Marsias, un sátiro, recogerá esta flauta…
pero de este desafortunado músico hablaremos más tarde.
Competiciones musicales. En la mitología son numerosos los
certámenes, las competiciones musicales entre dioses y hombres, con el triunfo,
por supuesto, de los primeros. La derrota de los segundos supone, como veremos,
algo más que una humillación.
Así sucede a las
Piérides, nueve doncellas, hijas de un rey, que desafiaron a las Musas. Fueron
jueces las ninfas, que consideraron ganadoras a las Musas. Como las Piérides no
aceptaban su derrota, las Musas las convirtieron –irónicamente- en urracas,
“improperios de los bosques”, según Ovidio. También Támiris, hijo del músico
Filamón, desafió a las Musas con su lira. Exigía como premio –si vencía-
unirse, sucesivamente, a las nueve Musas. Es derrotado, y las Musas, irritadas
ante su osadía, le dejan ciego y hacen desaparecer su capacidad musical.
No parece sensato
enfrentarse –musicalmente- con los habitantes del Olimpo. Incluso Apolo, el
dios de la belleza, es más cruel aún que las Musas ante los desafíos. Es retado
por el sátiro Marsias –que había recogido la flauta despreciada, y maldecida, por
Atenea. El premio era hacer el vencedor lo que quisiera con el vencido. Todos
estiman que el vencedor es el dios : tras un comienzo en que el arte de ambos
parece de igual valor. Apolo hace con su instrumento algo que el sátiro no
puede : tocar con la lira en posición invertida… imposible hacerlo con la
flauta. Quizás el dios no jugara limpio, pero fue declarado vencedor. Indignado
Apolo con el sátiro, y como castigo a su atrevimiento, Marsias fue colgado de
un árbol, y despellejado vivo. No termina aquí la venganza del dios. Midas –el
rey que deseó que cuanto tocara se convirtiera en oro-, a pesar del dictamen de
los jueces, opina superior al flautista. Apolo condena a la parte de su cuerpo
culpable del error, y hace que le crezcan una orejas de burro : “no soporta que
las torpes orejas conserven una forma humana, sino que las alarga hacia el aire
y las llena de blanquecino vello y las hace inestables en su base y les da
capacidad de moverse; el resto es de hombre; es condenado sólo en una parte y
es revestido con las orejas de un asno”.
Maestros de música. Podemos aumentar la lista de músicos
con trágico- y repentino- final. Por ejemplo, algunos maestros de música, como
Lino, uno de los músicos míticos de la antigüedad. Era quien enseñaba música a
Hércules, cuando éste era todavía un niño. El futuro héroe no tenía demasiadas
aptitudes musicales, ni, quizás, mucho interés en un arte refinado. Incurría
así en la ira de su profesor, que le reprendía, llegando incluso a pegarle… Mal
asunto con el futuro vencedor de tantas hazañas. El pequeño Hércules terminó cansándose
de su mentor, y, según unas versiones, le rompió la lira en la cabeza,
matándolo. Según otras versiones, le clavó el plectro con el que se tocaba la
lira… sea como fuere, Hércules se quedó sin profesor de música, y emprendió su
carrera como héroe. Alfeo fue un mortal que enseñó a tocar la flauta a Atenea.
Sí, ella aprendió. Pero él se enamoró de la diosa, e intentó forzarla. Zeus le
envió un rayo que acabó con su vida : y es que, en la mitología, un dios sí
puede forzar a un mortal, pero es muy arriesgado intentar lo contrario.
Músicos afortunados.
Pero no todo son desgracias para los músicos del mundo mitológico. Otros, como Museo, curan enfermedades gracias al
poder de su canto. O se ahorran trabajo : Anfión, rey de Tebas, con el sonido de
su lira dirigía las piedras en la dirección que deseara. Así logra, con
facilidad, levantar las murallas de su ciudad.
Arión era un músico
originario de Lesbos. En el viaje de regreso a su patria, tras recorrer –con su
música- Sicilia y el sur de Italia, es atacado por los marineros del barco en
el que viajaba, para robarle. Él les pide que, antes de matarle, le dejen hacer
sonar su música por última vez.
Canta al son de su
lira, y a los dulces sonidos acude un delfín. Arión se arroja al mar, donde es
recogido por donoso mamífero, que le conduce a tierra.
Y quedan todavía otros
músicos : Orfeo, la figura que ha pasado a representar el poder de la música
–capaz de conmover, incluso a las divinidades infernales; las sirenas, que
atraían a los navegantes con su canto; la música del universo que imaginaron –o
sintieron- Platón y Pitágoras.
AUDIOCLÁSICA.
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