domingo, 15 de mayo de 2016

PENTECOSTÉS / Alfonso JUNCO


            Huérfanos de Jesús nos retraemos
medrosos y encogidos.
Rugen los enemigos circundantes,
Laxos nosotros, ellos engreídos.      
                                                                                   
Nueva María, la Materna Iglesia
entre nosotros, consolante, aguarda.
¡La hora es congelada y tenebrosa!
¡Cómo la lumbre de los cielos tarda!
                              
            Un formidable viento huracanado
nuestro albergue sacude:
¿Es la persecución, o es el Espíritu
que en ella nos visita y nos acude?

            Fuego de Dios a nuestras frentes baje,
intelecto de amor en ellas prenda,
y con lumbres de gozo y de martirio
nuestras almas encienda.

            Como el viento impetuoso; como el fuego,
candente nuestro celo se propague,
¡y juzguen ebriedad de los sentidos
la divina embriaguez que nos embriague!

            Todos transverberados, desechemos
nuestro albergue precario,
y escuche todo oído en toda lengua
el subversor mensaje del calvario.

            Nuevo diluvio de aguas tormentosas
trae en cruda zozobra nuestra barca.
¡Vuelve, Amor, con el ramo de olivo!
¡Vuelve, Paloma, a serenar el arca!    

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