domingo, 22 de mayo de 2016

TRIUNFO DE SANTA CLARA / Fray Pablo GONZALEZ O. F. M.


    I
¡Pobres religiosas,
las del conventito
de los muros altos
del rosal sin pinchos!

Las que duermen en lechos de tablas,
las que llevan agudos silicios,
las que comen y visten muy pobres,
las que van con los pies sin abrigo.
¿Caerán en las manos
de los forajidos…?

¡Cómo piden socorro los bronces,
cómo rezan las monjas a Cristo,
cómo ondulan pañuelos al aire,
cómo miran al pueblo vecino!

Pero en vano todo:
que los enemigos
avanzan veloces,
sedientos de vicios.

Ya se ve densa nube de polvo,
ya se escucha feroz griterío

de claros clarines,
sutiles relinchos
canciones de guerra,
vibrantes silbidos.
Y ¿quiénes son esos
hombres tan temidos?

Los que asolan los pueblos de Italia,
los que incendian sus campos de trigos,
los que violan a vírgenes puras,
los que matan a viejos y niños,

profanan a muertos,
roban a los ricos,
destruyen iglesias,
degüellan a obispos.

¿Llegarán a los muros sagrados,
sin venir el Señor en su auxilio,
sin tener compasión ni respeto
por las monjas del casto recinto?

II

Las monjitas lloran,
sobre el voladizo,
porque ya los moros,
se acercan al filo,

con los ojos brillantes de ira,
con las bocas haciendo mil ruidos,
con las caras retando a impurezas,
con alfanjes desnudos al cinto.

¿Caerán en sus manos
las siervas de Cristo?

¡No! Porque Sor Clara
se ha llenado de ardores divinos:
siente el don del milagro en el pecho,
llama fuerte a Jesús en su auxilio,
marcha rápida al templo devoto,
trae a Dios en sus manos de lirio.

¡Miradla, no es ella!
Que es ángel bendito,
con las armas mismas del paraíso:
con las cándidas tocas monjiles,

con el  rostro de hiel, pero digno,
con la blanca custodia en los brazos
que despide relámpagos ígneos,
terrores y muertes sobre los malditos.

III

Se fueron los moros;
quedaron vencidos.

Para siempre se vio Italia libre,
para siempre se vio Asís sin sitios,
por la fe poderosa de Clara,
por su amor hacia el DIOS ESCONDIDO.

¡Y las monjas siguieron alegres
en el conventito
de los altos muros,
del rosal sin pinchos!

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