jueves, 11 de agosto de 2016

DESDE EL ATRIL / Horacio PUCHET

Para esta publicación hago uso de mi patrón analítico acostumbrado: “Ver, juzgar, actuar y celebrar”.

Hoy, cambiando el orden, “celebro” primero /por compartir lo que un hombre de orquesta ha preparado especialmente para su familia musical. Como primer fruto de la tierra, ha obsequiado su trabajo a su amigo y lo ha hecho en el marco del Festival 29, clausurado en la Ciudad Imperial el 5 de los corrientes. “Do sicut das”, doy como das, en actitud de reciprocidad.

Veo el escrito. A primera vista fui cautivado por él; luego capturé su original para leerlo con mayor atención.

Juzgo. Como antesala de su plena divulgación, decidí publicarlo en el blog. Algo bueno llegaba a mis manos a fin de compartirlo.

Actúo, actuamos. Francisco pide permiso al autor y así con satisfacción me siento a imponer las dóciles palabras de su escritura.






DESDE EL ATRIL / Horacio PUCHET
Los trabajos y los días de un músico de orquesta
A mis dos familias: la natural y la musical

Para mi querido amigo Francisco Pereda con mi profundo agradecimiento y admiración. Cuzco 5.8.16

    ¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!
              Oh memoria que apunta lo que vi,
            Ahora se verá tu auténtica nobleza.
                                (Dante, Infierno II, 6-8)
Preludio

Tras veinticinco años como músico de orquesta creo tener algo que decir al respecto. Desde el atril es una investigación de mi propio oficio, retrato del trabajo de un músico y su entorno. Explora lo que oculta el velo de lo cotidiano para descifrar lo verdadero que hay en él. Si la conciencia es un río caudaloso, mi escrito es una inmersión en ese río. Tímida al principio, fue ganando seguridad al progresar. Superado el frío impacto inicial, he disfrutado la inmersión en esas aguas fugitivas. Las imágenes iban imponiéndose a mi mente y fueron dóciles a la escritura. Dibujaron una realidad compleja y no siempre grata, una mezcla de luz y oscuridad que es imposible separar. Crecen juntos el trigo y la cizaña y las lágrimas suelen ocultar dentro de sí algunas sonrisas.


Toda escritura tiene un propósito, o varios. Primero escribí para decir algo que quería olvidar. El dolor pierde su poder al ser nombrado y cede el paso a lo real. Verbalicé cosas que se desvanecieron al ser dichas como nubes en el aire. Escribí también para decir algo que quería compartir. En primer lugar con mi familia natural: compartirles algo de ese mundo que habito en su ausencia, esa otra vida que transcurre lejos de su grata compañía; compartir en segundo lugar con mis colegas, mi familia musical, que ha vivido experiencias similares y podría identificarse con algunas de mis frases; y en fin, para compartir con todos aquellos amantes de la música que deseen asomarse al interior de una orquesta sinfónica. Acaso un atrilista pueda ofrecerles un punto de vista infrecuente en la literatura musical.


Los chistes los oí durante los ensayos. Surgieron al aire del trabajo y reflejan el ambiente de una orquesta en su labor. El gusto por la anécdota es universal. Sirve para amenizar el tedio y endulzar la desventura.


Llegado a este punto debo reconocer mi profundo reconocimiento. Toda experiencia es un don inmerecido. En el fondo, creo que escribí como una forma de celebración: veinticinco años como músico de orquesta ha sido una experiencia fascinante.



Una última palabra sobre la forma que adoptó el carácter fragmentario de estas notas. En lo alto de la sala de espectáculos brilla el plafón de cristal en cada concierto. La gran obra de Geza Marotti despliega sobre nuestras cabezas un coro de musas que danza en torno a un hierático Apolo, el sol que las congrega e ilumina, formando un misterioso sistema planetario. Desde lo alto del techo de Bellas Artes, como si fuera la cumbre del monte Olimpo, las hijas de Zeus y Mnemósyne extienden sus alas para brindarnos inspiración y apoyo. Recrean cantando las historias que conserva la memoria. Coro de musas mexicanas, más próximas a los volcanes nevados de la cortina de cristal que al Helicón antiguo, estas cristalinas y translúcidas doncellas abren paso a la luz de la conciencia. Sus historias resuenan todavía. Relatos que viajan por el tiempo a través de incontables generaciones gracias al poder seductor de su belleza. Las musas inspiran historias y las historias regresan a ellas como niños a su madre. De igual forma mis palabras se aglutinan como un coro en torno a su coro, por su misma naturaleza, buscando aliento y sentido en sus hermanas, pues como las musas ellas son también hijas de la memoria.



Cabe señalar el Índice para su publicación semanal
I Calíope
II Clío
III Euterpe
IV Talía
V Melpómene
VI Politmia
VII Erato
VIII Terpsícore

IX Urania.

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