sábado, 6 de agosto de 2016

DIOS: Mauleón y Vallejo


MEMORIA VIVA / MEMORIA DE LOS NOMBRES 


Algunas veces
se cae en mi memoria envejecida
un nombre conocido,
el título de un libro o una
                               fecha.

Pero hasta ahora nunca
se me olvidó tu nombre.

Te llamas Dios. Dios con cuatro
                                         letras.

Al nombrarte y quererte,
se pone a amar mi juventud 
                                  entera.

De siempre a siempre
Tú eres eterno y mi memoria
                                        viva.

      (De “Apasionado adiós” Madrid, Vitruvio 2013)
       Jesús Mauleón, poeta y cura.


DIOS












Siento a Dios que camina tan en mí,
con la tarde y en el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad…

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé que buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste,
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
miro y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás… tú, enamorado
de tanto enorme seno girador…
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.

      César Abraham Vallejo Mendoza, nieto de cura
      (1892-1938). Santiago de Chuco- La Libertad- Perú.

Vallejo empieza reconociendo la presencia de Dios en su vida cotidiana, en su ser humano sensible, y lo reconoce como una energía viviente, a la que siente y percibe.

Es un Dios que acompaña al hombre de a pie, no arriba, en el cielo; no en un plano mayor; es un Dios humano dispuesto a asistir y estar en los momentos difíciles.

El poeta insiste y reitera la presencia de Dios. Y manifiesta que es el que le da la vitalidad para continuar (color). Además lo describe como un Ente que cobija a quien le da una connotación altamente humana que siente lo mismo Su creación (imagen y semejanza).

El poeta reconoce la presencia de Dios a partir de una actitud de amor. Un amor que es capaz de ser cuantificado y sentido; y que es en esencia, algo posible de ser destruido.

Ante todo, lo que el poeta ve, como hombre perceptivo, es un Dios que sufre por lo que ha creado sin poder hacer más que contemplar su obra a través del poeta. Sus planetas (tanto seno girador) son los espacios que Dios ama como parte de Su creación. Y concluye el poeta haciendo algo muy ligado a los rituales cristianos: consagrar. C. V. bendice a Dios, pues, como ser vital, como Hombre.

Dios es el Hombre que acompaña altamente solidario, capaz de vencer a la Muerte. 

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