Caraz
DE: “LAS MÁS BELLAS
ORACIONES DEL MUNDO”
La oración del automovilista
Dame, Dios mío, mano firme y
mirada vigilante,
para que a mi paso no cause
daño a nadie.
A Ti, Señor, que das la vida
y la conservas,
suplico humildemente guardes
hoy la mía en todo instante.
Libra, Señor, a quienes me
acompañan de todo mal, `
choque, enfermedad, incendio
o accidente.
Enséñame también, a hacer
uso de mi automóvil,
para remedio de las
necesidades ajenas.
Haz, en fin Señor, que no me
arrastre el vértigo de la velocidad
y que admirando la hermosura
de este mundo,
logre seguir y terminar mi
camino con toda seguridad.
Anónimo.
DOM. XX DEL TIEMPO ORDINARIO
“Vine a traer fuego a la tierra, ¡y
cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un
bautismo y ¡qué angustia siento hasta que se haya cumplido!”…. Lucas 12, 49-53
El Evangelio de Lucas tiene
dos partes bien claras.
En la primera nos hace ver
que el Evangelio es fuego. El fuego del Espíritu que inquieta a la humanidad
para completar la obra de Jesús, proclamando la salvación a todos los hombres.
Jesús nos revela lo que
lleva en su corazón: “He venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera
ya ardiendo”.
Sabe el Señor que para
llegar al triunfo, Él mismo tiene que pasar por un bautismo de sangre que le
cuesta mucho, pero conoce que ésa es su misión. Y Él nos invita también a todos
nosotros a dejarnos transformar a través del sufrimiento.
Jesús es consciente de que
este fuego, este bautismo de sangre, esta cruz, que Él va a cargar, y también
cargarán sus discípulos, supone demasiado sacrificio para que lo acepten todos.
De ahí viene la terrible
división que se crea en el mundo por causa del Evangelio.
Hace poco veíamos en la Jornada Mundial de la
Juventud de Río de Janeiro, lo mismo que la anterior de Madrid, cómo aparecen
siempre personas a quienes les estorba la luz de Cristo y su misión de paz.
Es que el Evangelio es
noticia inquietante y noticia que divide.
En el fondo es algo muy
serio, como lo demuestran de manera especial, los mártires en la historia de la
Iglesia.
Si antes se nos dijo que
debíamos tener los ojos fijos en Jesús, ahora el versículo aleluyático nos
advierte que las ovejas de Jesús tienen los oídos atentos para escuchar su voz
y seguirlo:
“Mis ovejas escuchan mi voz
y yo las conozco y ellas me siguen”.
No olvides, corre con los
ojos y oídos puestos en Jesús.
José Ignacio Alemany Grau,
obispo
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