Con el «Atrio
de los Gentiles» se está haciendo un esfuerzo para poner a dialogar a creyentes
y no creyentes. El Atrio era el espacio alrededor del templo de Jerusalén
accesible a los gentiles (paganos) que, de otra manera, jamás podrían entrar en
el templo. Ahora se busca quitar las prohibiciones para que todos puedan acceder
al templo.
A este
propósito me permito una reflexión que me acompaña a largo de toda mi vida de
teólogo : pensar a Dios más allá de las objetivaciones religiosas (metafísicas) y
procurar interpretarlo como Misterio siempre desconocido y, al mismo tiempo,
siempre conocido. ¿Por qué este camino? Einstein nos da una pista : «el hombre
que no tiene los ojos abiertos al Misterio pasará por la vida sin ver nunca
nada».
Efectivamente,
a dondequiera que dirijamos la mirada, hacia lo grande y hacia lo pequeño, hacia
fuera y hacia dentro, hacia lo alto y hacia lo bajo, hacia todos los lados,
encontramos el Misterio. Misterio no es lo desconocido ; es lo conocido que nos
fascina y nos atrae para conocerlo más y más, y, al mismo tiempo, nos causa
extrañeza y reverencia. Porque siempre está ahí, se ofrece permanentemente a
nuestro conocimiento y al intentar conocerlo, percibimos que nuestra sed y
hambre de conocerlo nunca se sacia. Pero, en el mismo momento en que lo
captamos, se nos escapa en dirección a lo desconocido. Lo perseguimos sin cesar
y aún así sigue siendo Misterio en todo conocimiento, creándonos una atracción
invencible, un temor y una reverencia irresistibles. El Misterio es Él.
Mi tesis de
base es esta : En el principio estaba el Misterio. El Misterio era Dios. Dios era
el Misterio. Dios es Misterio para nosotros y para Sí mismo.
Es Misterio
para nosotros en la medida en que nunca acabamos de aprehenderlo ni por
la razón ni por la inteligencia. Cada encuentro deja una ausencia que lleva a
otro encuentro. Cada conocimiento abre otra ventana a un nuevo conocimiento. El
Misterio de Dios no es el límite del conocimiento sino lo ilimitado del
conocimiento. Es el amor que no conoce reposo. El Misterio no cabe en ningún
esquema ni es aprisionado en ninguna doctrina. Está siempre por conocer.
El Misterio es
una Presencia ausente. Y también una Ausencia presente. Se manifiesta en nuestra
absoluta insatisfacción que incansablemente y en vano busca satisfacción. En
este transitar entre Presencia y Ausencia se realiza el ser humano, trágico y
feliz, entero pero inacabado.
Dios es
misterio en sí mismo y para sí mismo. Dios es misterio en sí
mismo porque su naturaleza es Misterio. Por eso, Dios en cuanto Misterio se
autoconoce y, sin embargo, su autoconocimiento nunca termina. Se revela a sí
mismo y se retrae sobre sí mismo. El conocimiento de su naturaleza de Misterio
es cada vez entero y pleno y, al mismo tiempo, abierto siempre a una nueva
plenitud, permaneciendo siempre Misterio, eterno e infinito para Dios mismo. Si
no fuese así no sería lo que es: Misterio. Por lo tanto, es un absoluto
Dinamismo sin límites.
Dios es
Misterio para sí mismo, es decir, por más que Él se autoconozca nunca agota su
autoconocimiento. Está abierto a un futuro que es realmente futuro. Por lo
tanto, a algo que todavía no se ha dado, pero que puede darse como nuevo para sí
mismo. Con la encarnación Dios empezó a ser aquello que antes no era. Por lo
tanto, en Dios hay un devenir, un hacerse.
Pero el
Misterio, por un dinamismo intrínseco, se revela y se auto comunica
permanentemente. Sale de sí y conoce y ama lo nuevo que se manifiesta de él. Lo
que va a revelarse no es reproducción de lo mismo, sino siempre distinto y
nuevo, también para Él. A diferencia del enigma, que una vez conocido
desaparece, el Misterio cuanto más conocido más aparece como desconocido, es
decir, como Misterio que invita a más conocimiento y a mayor amor.
Decir
Dios-Misterio es expresar un dinamismo sin residuo, una vida sin entropía, una
irrupción sin pérdida, un devenir sin interrupción, un eterno venir a ser siendo
siempre, y una belleza siempre nueva y diferente que jamás se marchita. Misterio
es Misterio, ahora y siempre, desde toda la eternidad y por toda la
eternidad.
Delante del
Misterio se ahogan las palabras, desfallecen las imágenes y mueren las
referencias. Lo que nos cabe es el silencio, la reverencia, la adoración y la
contemplación. Éstas son las actitudes adecuadas al Misterio.
Asumiendo tal
comprensión se derriban todos los muros. Ya no habrá Atrio de los Gentiles y
tampoco existirá más templo porque Dios no tiene religión. Él es simplemente el
Misterio que liga y religa todo, cada persona y el universo entero. El Misterio
nos penetra y estamos sumergidos en Él.
Leonardo BOFF/ 18-0ctubre-2012
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