REFLEXIONES ÍNTIMAS
NOCHE SILENTE, oscuridad de cueva abandonada, ángulos entre columnas.
Algo se esconde. Surge de repente una imagen invisible. El alma la presiente.
Brazos descomunales
se extienden para destrozarnos. El alma, espantada, retrocede. Hiere la noche
un grito agudo. Garfios enormes cierran la boca entreabierta de asombro.
Se ahoga el
quejido. El corazón ya no lo impulsa, y la garganta, estrangulada, no lo vuelve
a articular. Los ojos no ven. Sin embargo, están desmesuradamente abiertos.
Secos, dan vueltas en sus cóncavos refugios, pero no se humedecen. El manantial
se halla agotado.
Un frío intenso nos
acalambra. Alfileres se nos clavan en los huesos. Los dientes rechinan de miedo.
Las manos tiemblan de espanto y, por qué no, de impotencia.
El huésped, adosado
en los rincones, deja su escondite. Avanza, y nos impone su presencia rara ;
tétrica, por cierto. El espíritu se enerva ; soñoliento, no tienen ánimo ni
valor para arrojarlo. Aunque lo intentara, no podría conseguirlo. Se ha
impuesto.
Reaccionamos, pero el irónico visitante dice : “Habéis
tenido y gustado de muchas visitas. Ahora, aceptarías la mía”. Como una última
rebeldía, el alma le pregunta : ¿ quién sois ?”. El huésped, con voz
estereotipada, con refinamiento extraño que hace el desasosiego acrecentar ;
ese inesperado visitante que llegó a la hora undécima, nos responde : “No
importa quién sea, quién soy. El hecho es que estoy junto, cerca, dentro”.
Trémula el alma,
como postrer intento, vuelve a interrogar “ ¿ quién sois ?”. El visitante,
impávido, se presenta y dice burlonamente : A sus órdenes, llamadme “El último
visitante”.
-María Julia LUNA TIRADO
Nota :
Así como dimos la bienvenida a “Reflexiones Íntimas” en el mes de marzo,
ahora nos toca darle la “despedida y las respectivas gracias” con ocasión del
último escrito. El bien se ha logrado, sin duda, en muchos de nuestros
lectores.
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