Un aporte a mis familiares y amigos que se dedican a este servicio, del cual estoy convencido que lo ejercen con naturalidad: César Flores, Sandy Caffo y esposo, Norberto Barboza, Regina Donayre, y María Paredes.
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EN LOS últimos años he trabajado en profundidad en la categoría de cuidado sobre todo en los libros Saber cuidar y El cuidado necesario. Cuidar más que una técnica o una virtud, entre otras, es un arte y un nuevo paradigma de respeto, con la naturaleza y con las relaciones humanas, amoroso, diligente y participativo. He tomado parte en muchas reuniones y conferencias de profesionales de la salud con los que he podido hablar y aprender, pues el cuidado es la ética natural de esa actividad tan sagrada. Retomo aquí algunas ideas referentes a las actitudes que deben estar presentes en las personas que cuidan a los enfermos ya sea en casa o en el hospital. Veamos algunas de ellas.
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EN LOS últimos años he trabajado en profundidad en la categoría de cuidado sobre todo en los libros Saber cuidar y El cuidado necesario. Cuidar más que una técnica o una virtud, entre otras, es un arte y un nuevo paradigma de respeto, con la naturaleza y con las relaciones humanas, amoroso, diligente y participativo. He tomado parte en muchas reuniones y conferencias de profesionales de la salud con los que he podido hablar y aprender, pues el cuidado es la ética natural de esa actividad tan sagrada. Retomo aquí algunas ideas referentes a las actitudes que deben estar presentes en las personas que cuidan a los enfermos ya sea en casa o en el hospital. Veamos algunas de ellas.
Compasión:
es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y sentir con él. Que perciba
que no está solo en su dolor.
Caricia
esencial: tocar al otro
es devolverle la certeza de que pertenece a nuestra humanidad; el toque de la
caricia es una manifestación de amor. A menudo, la enfermedad es una señal de que
el paciente quiere comunicarse, hablar y ser escuchado. Quiere encontrar un
sentido a la enfermedad. El enfermero o la enfermera y el médico o la médica
pueden ayudarle a abrirse y hablar. Testimonio de una enfermera: “Cuando te toco, te cuido, cuando te cuido te
toco… Si eres una persona mayor te cuido cuando estás cansado; te toco cuando
te abrazo; te toco cuando estás llorando, te cuido cuando ya no puedes andar”.
Asistencia
sensata: El paciente necesita ayuda y la enfermera o
enfermero desea cuidar. La convergencia de estos dos movimientos genera
reciprocidad y la superación del sentimiento de una relación desigual. Crearle
un soporte que le permita mantener una relativa autonomía. La asistencia debe
ser prudente: incentivar al paciente a hacer todo lo que él pueda, animarle a
hacerlo y asistirlo solamente cuando ya no puede hacerlo por sí mismo.
Devolverle
la confianza en la vida: lo que más desea el enfermo es recuperar el
equilibrio perdido y volver a estar sano. De aquí que sea decisiva devolverle la
confianza en la vida, en sus energías interiores, físicas, psíquicas y
espirituales, pues ellas actúan como verdaderas medicinas. Incentivar gestos
cargados de afecto. No es raro que los dibujos que una niña hace para su padre
enfermo susciten en él tanta energía y buen ánimo como si hubiera tomado la mejor
de las medicinas. Ayudarle a acoger la
condición humana:
Normalmente el paciente se pregunta sorprendido: ¿Por
qué me tiene que pasar esto a mí ahora que me iba tan bien? ¿Por qué si soy joven aún me ataca esta grave
enfermedad? ¿Por qué las relaciones familiares, sociales y laborales se cortan
por la enfermedad? Tales interrogantes remiten a una reflexión humilde
sobre la condition humaine, expuesta en todo momento a riesgos y
vulnerabilidades inesperadas.
Toda persona sana puede enfermar. Y toda enfermedad remite a la salud que es el principal valor de
referencia. Pero no conseguimos saltar por encima de nuestra sombra y no hay
modo de acoger la vida y teniendo que aceptar eventuales enfermedades y, en
última instancia, la misma muerte. En esos momentos los pacientes hacen
profundas revisiones de vida, no se contentan sólo con las explicaciones científicas (siempre necesarias) dadas por los
médicos, sino que ansían un sentido que surge a partir de un diálogo profundo
con su Self o de la palabra sabia de
un sacerdote, de un pastor o de una persona espiritual. Recuperan entonces
valores cotidianos que antes ni siquiera notaban, redefinen su plan de vida y
maduran. Y acaban teniendo paz. Acompañarle en la gran travesía: hay un
momento inevitable en que todos, hasta la persona más anciana del mundo,
tenemos que morir. Es la ley de la vida, sujeta a la muerte. Es una travesía
decisiva. Debe ser preparada por toda una vida que se ha guiado por valores
morales generosos, responsables y benéficos. Sin embargo, para la gran mayoría,
la muerte es sufrida como un asalto y un secuestro ante los cuales se siente
impotente. Y finalmente se da cuenta de que debe entregarse.
La presencia discreta, respetuosa de la enfermera o
del enfermero, dándole la mano, susurrándole palabras de consuelo, invitándolo
a ir al encuentro de la Luz y al seno de Dios que es Padre y Madre de bondad
pueden hacer que el moribundo salga de la vida sereno y agradecido por la
existencia que vivió.
Si tiene una referencia religiosa, susurrarle al oído
las palabras tan consoladoras de San Juan: Si
tu corazón te acusa, recuerda que Dios es más grande que tu corazón (3,
20). Puede entregarse tranquilamente a Dios cuyo corazón es de puro amor y misericordia.
Morir es caer en los brazos de Dios.
Aquí el cuidado se revela mucho más como arte que como
técnica y supone en el profesional de la salud densidad de vida, sentido espiritual
y una mirada que va más allá de la vida y de la muerte.
Alcanzar este estadio es una misión que el enfermero y
la enfermera, también los médicos y las médicas deben buscar para ser
plenamente servidores de la vida. Para
todos valen estas palabras sabias: La
tragedia de la vida no es la muerte, sino aquello que dejamos morir dentro de
nosotros mientras vivimos.
-Leonardo BOFF
/ 28-junio-13