lunes, 24 de junio de 2013

EL DÍA DEL MAESTRO / PARALITURGIA

(Esquema para el homenaje - Paraliturgia)

El próximo 6, nos toca honrar al Padre intelectual de todos los discentes, es decir, de todos los que hemos pasado por las aulas, ya en los centros, ya en la  periferia de nuestro suelo patrio, bajo el tutelaje y compañía de un buen hombre o de una amorosa mujer, principalmente, Maestro y/o Maestra.

   Tres pedagogos por excelencia, son los invitados para tener de ellos la mejor reflexión al respecto, para arrancar, de nosotros, el incienso perenne del recuerdo y  gratitud hacia ellos: Jesús de Nazaret, Elisa Mosser y Gabriela Mistral.

   JESÚS  Y EL JOVEN RICO

   JESÚS estaba a punto de partir cuando uno corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”.
   Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, y ese es Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, ni digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”. El otro le contestó: “Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven”.
   Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: “Sólo te falta una cosa: anda, vende te todo lo que tienes, dalo a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.
   Cuando el otro oyó estas palabras, se sintió golpeado, porque tenía muchos bienes, y se fue muy triste. Marcos: 10,17-22

   La influencia de Jesús no se debía tanto a la novedad de su enseñanza como al misterioso poder de atracción que irradiaba toda su persona. Pedro y Pablo, por su convivencia con Él, le dicen: “Tú sabes, Señor, que te amo”,  “He luchado el buen combate /con tu ayuda”, respectivamente. Muchos hombres derechos y religiosos descubrían de repente al encontrarlo lo que significa ser perfecto.
   El que viene a Jesús es un joven, dice Mateo. Lucas lo llama un hombre importante.
   No sin razón Jesús pregunta: “¿Por qué me llamas bueno? Es decir: ¿No ves que tienes sed de Dios y lo encontrarás al convivir conmigo?
   El joven pregunta a Jesús por el camino que conduce a la vida eterna; pero Jesús no tiene ningún mandamiento nuevo que enseñar. En el Antiguo Testamento ya se dijo todo lo que hay que hacer para ganar la vida observando los mandamientos de la justicia y de la misericordia. Entonces Jesús le propone que siga otra manera de ser más libre, haciéndose seguidor e imitador suyo.
   Vende todo lo que tienes. La felicidad no consiste en dejarlo todo, sino hacerse libre de todo para entregarse a Cristo.

ELISA M. MOSSER: CARTA A UN PROFESOR

   MAESTRO;  a ti me dirijo. Tú que has de pulimentar mi alma y moldear mi corazón, compadécete de su fragilidad.
   No me mires con ceño adusto. Si no te comprendo todavía, ten paciencia. No reprima siempre tu gesto mis impulsos. No te moleste mi bulliciosa alegría; compártela. No atiborres mi débil inteligencia con nociones superfluas.
   Enseña lo útil, lo verdadero y lo bello. ¡Lo bello! Maestro: que mis ojos aprendan a ver y mi alma a sentir. Desentraña la belleza de cuanto rodea y házmela gustar.
   Trátame con dulzura, maestro, ahora que soy pequeño, quién sabe los dolores que me deparará el destino y, en medio de ellos, el recuerdo de tu benevolencia será bienhechor estímulo.
   No me riñas injustamente; averigua bien la causa de mi falta y verás siempre atenuada mi culpabilidad.
   Ámame, maestro, como ama el padre a sus criaturas, que yo también, aunque no sepa demostrártelo, te amaré mucho, mañana más que hoy.
   Si me enseñas con amor, tus lecciones serán provechosas, pero si no me amas, no podré comprenderte nunca.
   Cultívame, maestro, como el jardinero a las florecillas que le dan encanto y aroma, yo también perfumaré tu existencia en el incienso perenne del recuerdo y la gratitud. Yo he de ser tu obra maestra, procura enorgullecerte de ella.
   Maestro, buen maestro, que has de dar luz a mis ojos, aliento a mi cerebro, bondad a mi corazón, belleza a mi alma, verdad a mis palabras, rectitud a mis actos. Padre intelectual, bendito seas.

Elisa  Mosser, metiéndose en la piel de un niño, destaca que  debe enseñarse lo verdadero y lo bello ¡Lo bello! Como si todos hubiéramos nacido bajo el signo de Venus, como la raza negra en que la forma lo es todo, porque, como en ninguna otra, la forma humana es alma. El negro no comprende el mundo por abstracción sino como realización concreta y tangible. Para él, el espíritu es materia, tanto como la materia es espíritu. Hasta sus concepciones trascendentes están penetradas de vida y encerradas y realizadas en una forma. El negro ha vivido bajo el signo de Venus, la diosa del amor y de la belleza porque es la diosa de la forma. La Verdad para el negro es la Belleza, y el mundo es sólo verdadero y tiene un sentido porque es bello. Donde hay una dislocación y una quiebra no hay Vida para él, porque la Vida es concordancia, es armonía, es ritmo que se actualiza y se hace plástico en una forma. (Antenor Orrego / Tetragrama Racial de América)

GABRIELA MISTRAL : ORACIÓN DE LA MAESTRA

SEÑOR! TÚ que enseñaste, perdona que yo enseñe…
Que lleve el nombre de Maestra que Tú llevaste en la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela;
que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el encanto.
Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren.
No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñe.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes.
Dame que alcance a hacer de una mis niñas mi verso perfecto para dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía para cuando mis labios ya no canten más
Muéstrame posible tu Evangelio, en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por Él.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos, allá en Galilea.
Hazme fuerte, aún en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda pasión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
Amigo!  Acompáñame!  Sosténme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado;
cuando mi doctrina sea más casta y más quemante la verdad, me quedaré sin los mundanos;
pero Tú, me estrecharás entonces sobre tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo y yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad;
líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela.
Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia.
Reprenda con dolor para saber que he corregido amando!
Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos.
Envuelva la llamarada de mi entusiasmo, su atrio pobre, su sala desnuda.
Mi corazón le sea más columna y mi voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdeme desde la palidez del lienzo de Velásquez, que: “enseñar y amar intensamente sobre la tierra, es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor!”.

   Gabriela Mistral es un dechado universal de las virtudes que deben acompañar a todo maestro en la misión noble de educar, escogiendo como paradigma a Jesús, cuya  enseñanza la impartía en cualquier espacio cultural: una barca, el campo, una fiesta matrimonial, la multitud, la Montaña, el huerto, la Sinagoga, el Templo, el broquel de un pozo de agua, los caminos polvorientos, en el pastoreo, los campesinos, los sembrados, el desierto donde se enfrentó con el diablo; ante las autoridades civiles y religiosas, ante los ricos  y pobres, justos y pecadores; especialmente, sus amigos, a quienes les revelaba las cosas ocultas y sencillas con palabras adecuadas, [las famosas parábolas] (comparaciones) y como último escenario, la Cruz del Gólgota, con el pregón de las siete palabras.

   Con humildad, Gabriela, pide perdón que tome el nombre de Maestra, el nombre propio de Jesús, Maestro; y pide, que la palidez del lienzo de Velásquez, le recuerde, que: “enseñar y amar intensamente, es llegar al último día con el costado ardiente de amor”.

   Han sido tres personalidades excepcionales las que nos han dado las versiones más profundas y panorámicas en el campo educativo bajo las firmes pisadas en una realidad y una experiencia correspondientes para comprender los hechos significativos y las modalidades genuinas y privativas de muchos países.

   Se tiene que llegar al convencimiento de esta verdad, la verdad oriental: El maestro no transmite la verdad, como un don, sino que pone al discípulo en el camino de hallarla en su propio ser. El antiguo lema del oráculo de Delfos, "Conócete a ti mismo", antes que en los griegos, era practicado y vivido en todos los pueblos orientales, porque en realidad, de allí emanaba su más profunda sabiduría. 

                             PLEGARIA UNIVERSAL

Presentemos al "Maestro de Maestros" las siguientes peticiones:

Por todos los Maestros... para que ellos nos enseñen lo "útil, lo verdadero y lo bello" de cuanto nos rodea y así nuestros ojos aprendan a ver con asombro y nuestra alma sentir con profusión, toda belleza, gracias a su trabajo de desentrañar lo misterioso....Roguemos al Señor

Por los Maestros y Maestras de nuestra Institución... para que sigan cultivándonos como el jardinero a las flores que le dan encanto y aroma, para luego, nosotros, perfumar la existencia de ellos / con el incienso perenne del recuerdo, gratitud y cariño...

Por todos los Maestros... para que respondan gratamente la invitación de Jesús, al decirles "vende lo que tienes y sígueme", esto es, "despreciar todo poder que no sea puro, seguir su voluntad ardiente, sencillez y profundidad, y lo más admirable, oír su voz, con renovada afectividad y con apego por todo lo que se está forjando: "Soy tu amigo y acompañante"...

                       Enséñame, Señor a ser delicado en todos los
                       acontecimientos de la vida; en los desagradables;
                       en la inconsideración de otros;
                       en la insinceridad de aquellos en quienes confiaba;
                       en la falta de fidelidad y de lealtad de aquellos 
                       en quienes yo descansaba.                        
                       Enséñame a saber que nunca alguien sea menos 
                       bueno por haber recibido mi influencia.

(N.B. Para la ceremonia / basta leer uno de los tres comentarios señalados con letra cursiva y negrita. Los tres textos sí conforman el cuerpo del tema).

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