El paso de los días hace que la emoción del Mundial vaya en
aumento, que la gente espere con impaciencia el próximo partido. La fase de
octavos de final y como se han ido resolviendo las diferentes confrontaciones,
en muchos casos con incertidumbre hasta el pitido final, hace que la ansiedad
aumente, consecuencia de esa mezcla de emociones que envuelven al ser humano.
Sin embargo, uno a veces se sorprende con situaciones en las
que la gente vive y con las actitudes inesperadas que estas personas tienen.
Digo esto por una situación por la que pasé en estos días. Llegué a una
comunidad en la zona rural y el tema de conversación, como está siendo
habitual, fue el Mundial. Todo mundo opina y muestra su orgullo patriótico,
repitiendo constantemente que Brasil será campeón.
Pregunté si les estaban gustando los partidos y el juego de
la selección, a lo que me respondieron, con gran sorpresa de mi parte, que no
tenían luz en casa. Es verdad que en los últimos años el gobierno brasileño ha
llevado energía eléctrica a muchos lugares donde hasta hace pocos tiempo no
había, pero todavía no han conseguido llegar a todo mundo, muchas veces por
falta de ganas de resolver los problemas concretos de la gente. En este lugar
sería fácil llevar energía, pues no es un lugar remoto, no estoy hablando de un
lugar perdido en medio de la selva amazónica.
En mi opinión esto supone una lucha interna para estas
personas. Por un lado se sienten parte de un país que empuja a su selección, en
cuanto esa nación les priva de elementos que puedan mejorar su calidad de vida
a nivel básico y por los que luchan desde hace varios años.
Es el Mundial de los que no cuentan, de aquellos que
calientan en la banda un partido atrás de otro, pero que nunca saltarán al
campo. Ellos también visten la camiseta, pero se tienen que conformar con vivir
de ilusiones, que sabemos no serán realizadas. Lo más sorprendente es que se
sienten formando parte del espectáculo, sin importarles mucho cual es su papel.
Al final, este es sólo un episodio más dentro de una
realidad en la que muchos sufren las consecuencias de un sistema social
injusto, en el que la masa es usada en beneficio del sistema. En el país del
Mundial, conseguir que la gente se “ilusione” con cosas diferentes ayuda a que
dejen de pensar, y en consecuencia de luchar por aquello que es prioritario en
sus vidas. Sentirse participes de un gol que nunca vieron les hace soltar las
tensiones acumuladas e inundarse de una falsa alegría que en el fondo les lleva
a perpetuar su sufrimiento.
2-julio-14
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