miércoles, 9 de julio de 2014

UN SUEÑO ESFUMADO / Luis Miguel MODINO

Un Sueño Esfumado
09.07.14 | 05:44. Archivado en Brasil 2014
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Hoy entendí un poco más lo que el fútbol significa para este país llamado Brasil y cómo eso influye en la vida del día a día, cómo exalta o adormece conciencias, hasta un punto que sin duda podemos decir que es exagerado.

Poco antes de empezar el partido salí de casa, las calles estaban desiertas, pues no en vano estaba en juego el orgullo de una nación y todo el mundo se concentraba para empujar en pos de ese objetivo común. La ilusión era tanta que se respiraba en el ambiente un sentimiento de esperanza ante un día que se presumía histórico.

Repentinamente el sueño se fue esfumando y las caras de la gente se tiñeron de un sentimiento de tristeza inexplicable, contagiados por las lágrimas de aquellos que aparecían en las imágenes de la televisión. Esa sensación fue aumentando con el paso de los minutos hasta el punto de que muchos decían avergonzarse con lo que estaba pasando.

¿Vergüenza de qué? ¿De que la pelota no quiera entrar? ¿De que el otro equipo sea mejor? De eso nadie debe sentir vergüenza. Debemos sentir vergüenza de que en este mundo donde todos podríamos vivir con dignidad, haya gente que se muera de hambre o por falta de un medicamento que vale menos de un euro. Debemos sentir vergüenza porque hay gente que la derrota de su equipo le lleva a agredir a los otros, a depredar lo que es de todos, a quemar autobuses como ha sucedido en varias ciudades brasileñas después de la derrota. Debemos sentir vergüenza porque algunos de los que se dicen políticos quieren usar las victorias para adormecer las conciencias o las derrotas para intentar tomar el poder, mostrándose como los salvadores de la patria, cuando todo el mundo sabe que de hecho no lo son, porque ya mandaron y nunca lo fueron.

En una noche que se prometía de fiesta hasta altas horas, reina el silencio. Si éste sirve para reflexionar y descubrir que el sentido de la vida no está en ganar o perder un Mundial, la derrota puede ser provechosa. Si al despertarse, el pueblo brasileño no descubre nada de esto, la derrota habrá servido para poco.

Desde el día 12 de junio se quería vivir en un mundo irreal, en el que no importaba que el rico derrochase y el pobre pasase hambre, que los jóvenes muriesen cada día en consecuencia de una violencia sin control, que las necesidades básicas no fuesen cubiertas… Todo eso era olvidado, aplazado, perdonado. Lo importante era un grito común rumbo al título.

Pero las piernas de los héroes nacionales no han respondido a la voluntad popular. Va a tener razón quien me decía el día que la pelota empezó a rodar que ser brasileño es un gran juego que sucede cada cuatro años.


Los brasileños tienen muchas cosas de qué enorgullecerse, actitudes con las que los que venimos de fuera aprendemos y que sin duda continuarán cautivando al mundo. Ganar o perder no siempre depende de circunstancias que podamos controlar. En cambio, la forma de ser y de ver la vida forma parte de cada persona, de cada país y es de eso de lo que debemos sentir orgullo o vergüenza.

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