sábado, 1 de marzo de 2014

EL CANTO DEL HOMBRE / Antenor ORREGO

VIDA
Vive en conocimiento, en amor, en dolor y en belleza sin pretender eludir, por jamás de los jamases lo inalienable de tus responsabilidades.
            Sólo tú, tú mismo en individuo y no en grey eres la inexorabilidad armoniosa de un orden. Preexistente para tu destino; libre para tu armonía.
            No serás cobarde para el pecado; tampoco lo serás para la virtud, porque esta no escala sus cimas sino con el pecado. Haz tu virtud y tu pecado con todas las morales.
            El pecado es el riesgo moral y, es menester, correr el albur de todos los riesgos.
            Tú eres según tu destino: es necesario que alguna vez no seas según tu libertad…
            ¡Sólo a este precio serás!
CONOCIMIENTO
Todo está hecho para conocer y para que lo conozcas. Que la audacia de tu pensamiento se levante sobre la majestad y la reverencia de los dioses.
            Cada día las cosas están abriendo su seno, y no es al apocamiento de tu corazón ni a tu pupila temerosa que rendirán su esencia, su latido, su ritmo y su sabor.
            Que la palabra te sirva de instrumento y nada más que de instrumento. Vaso peligroso es si no la matas en el momento mismo en que nace. Ánfora letal es si no la desgarras en el instante en que tu idea sale del parto.
            Esta debe devorarla, como aquellas hembras de algunos insectos que se comen a su macho en el trance mismo que se produce el paroxismo de la procreación.
¡Que la audacia de tu conocimiento exceda a tu verbo y al verbo de los dioses!
AMOR
Sal en busca del amor y no te asusten ni las cortesanas.
            Fuerte con tu simplicidad entrégate, desarmado y en plenitud a lo que, siendo bajo, te parece alto.
            El ojo de una estrella en el fango brilla mejor y tiembla con no sé qué divina revelación de altura.
            Amigo, hemos de caminar este camino y cuidado con que receles demasiado y seas temeroso, porque, entonces, la lágrima no sanará jamás y tu corazón se secará para siempre.
            Una y otra vez, acepta la suerte y sal a la aventura. Al fin llegarás a tu esposa, compañera de tu tálamo y de tus ansias inmortales.
            ¡La virgen no será para ti sino a condición de que hayas dormido en los lechos impuros, como un confiado y generoso león que se amputa las garras y ofrece, en la mano, las entrañas ardidas!
DOLOR
No busques ni eludas el dolor.
            Acepta tu lágrima y alegría con aquella serenidad con que las montañas aceptan la sequía y la lluvia.
            El gozo pleno es después de la plenitud del dolor. El varón fuerte no quiere las medias penas, ni las medias alegrías.
            Debemos tener el coraje de gozar nuestra grande alegría porque la grande alegría trae también el grande dolor.
            Sé sereno y desesperado, pero que tu desesperación traiga tu esperanza y que tu serenidad traiga tu desesperación.
            Tu corazón no ha de olvidar el pasado porque el recuerdo constata tu depuración dolorosa y hace tu justicia; pero que tu corazón, desplegadas todas sus fibras, se adelante siempre al porvenir.
BELLEZA
Y realiza tu armonía en la belleza.
            Varón estético eres, es decir, expresión de lo divino, centella de Dios, emanación de lo infinito.
            Cumple el fin de tus fines llegando a los hombres, y a los animales, y a las cosas, y a las apariencias, y a los soles, y a las eternidades como si fueran –que lo son- hermanos tuyos.
            Tu estética es la depuración de tu amor, porque sólo ella señala la categoría de tu corazón. Alcanza tu categoría, hermano, porque el universo está ávido de saber quién es, en ti o en los tuyos. Aquel: hombre, pájaro, león, lobo o montaña.
            ¿No sabes quién eres? Pues debes serlo por tu corazón, por tu esperanza, por tu pensamiento, por tus pasos y por tu palabra.
            ¡Así habrás expresado hombre, pájaro, león o montaña, la esperanza de toda la tierra en la categoría de tu corazón!
RELIGIÓN
Y ya que tienes la categoría de tu corazón, estarás a un paso de Dios. Le verás, le pensarás, le conocerás y le amarás.
            Las cosas, los sentidos y las objetividades serán los trampolines de tus pasos. Habrás arribado a la cima de los Cristos y de los Franciscos, a esa cesárea miel que envuelve al mundo en un efluvio de dulzura.
            Y hasta la piedra misma tendrá un temblor místico; y hasta la arcilla, donde fermentan las gusaneras y hierven las podres, se tomarán en la axila caliente de sus eternidades.
            ¡Y hasta el vientre de la mujer, asiento de tus turbulencias y de tus concupiscencias, que encandila tu carne y tus sentidos, santificado será porque de su fuente brotarán las generaciones y las greyes, lustralizadas y purificadas por el amor!
            Así, hermano, habrás alcanzado a materializar el espíritu hasta tocarlo; y a espiritualizar la materia, hasta soñarla.
¡Y entonces, que la paz, la religión y la categoría de tu corazón estén contigo!

                     Amauta, año I, nro. 2, pp.3-4, Lima, octubre de 1926

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