(Especial para LA PRENSA en Lima)
¡AGRESIÓN!
En África, vi a
un león devorar a una cebra, pero no percibí en el león la hostilidad y odio
que el hombre muestra al hombre en un acto de violencia. Los seres humanos
derivan más placer morboso al asaltar a una víctima del que deriva un gato al
jugar con un ratón. En toda la creación, sólo las especies racionales
experimentan placer al infligir daño. “La peor corrupción es la de los
mejores”.
Pero, ¿Por qué
violencia y agresión? ¿Qué teorías se han enunciado para explicarlas? En sus
últimas obras, Freud sostuvo que la violencia está relacionada con “el deseo de
morir”. Una vez que partió del concepto de que el instinto agresivo del hombre
está dirigido hacia la auto-destrucción o “deseo de morir”, le fue fácil llegar
a la conclusión de que si el hombre se muestra agresivo hacia otros, esto tiene
que ser resultado de su agresividad contra sí mismo. Juan de los Palotes se
quiere matar, pero desvía sus deseos suicidas hacia Perico Mengánez, a quien
mata o le pone al borde de la muerte.
Apenas hay sicólogos
hoy día que sustenten esta teoría, aunque algunas de las ideas de Freud son
alimentos para reflexiones como, por ejemplo, su creencia de que en el hombre sólo hay dos instintos: el Amor y la Muerte.
Beudalaire también lo creyó así y en cierto sentido prefreudiano representó al
Amor sentado sobre una calavera. Limitándose uno a esta relación estrecha entre
el Amor y la Agresividad, ¿no la demuestran muchas parejas de cónyuges?
¿Cuántas veces no se resuelven en la cama disputas y querellas al ceder la agresividad
el paso al amor? Alfred Kinsey ofreció sustentación estadística a la unión
estrecha entre amor y agresividad, demostrando que las mismas 14 etapas
fisiológicas están presentes en la excitación sexual, y en la ira, existiendo
sólo cuatro etapas distintas entre ambos.
En los Estados
Unidos, el sicólogo promedio cree que la agresividad se debe a frustración.
Aplicado este concepto a la juventud quiere decir que se debe permitir a los
adolescentes hacer lo que quieran, ser promiscuos; que no se les debe atosigar,
reprender o corregir, no vaya a ser que se conviertan en seres frustrados y, en
consecuencia, en sicópatas violentos. Según una madre, dijo a un maestro: “Si
mi hijo le lanza una flecha, no lo reprenda; dele unas cuantas nalgadas al niño
que esté por delante de él”.
Si se dejara a
las personas hacer lo que quieren, la violencia desaparecería. Tal teoría no
tiene relación de ninguna especie con evidencias derivadas de la evolución del
hombre y de la antropología. El Dr. Anthony Storr, del Hospital Runwell para
Enfermedades Mentales de Londres, observa más bien esquivamente: “Este punto de
vista es característico de la manera de pensar de los norteamericanos, cuyo
perenne optimismo hace difícil que crean que haya cosas en el mundo físico o en
la naturaleza humana que no se pueda “arreglar”.
¡Muy cierto!
Nosotros también tratamos con frecuencia de librarnos de impulsos y de
instintos en lugar de canalizarlos y controlarlos. No siempre es la violencia
cosa mala. “El Reino de los Cielos se conquista con violencia y sólo la
violencia nos aleja de él”.
Pero la
violencia no debe dirigirse contra el semejante sino contra el propio yo;
contra sus egoísmos, sus odios y sus prejuicios. No debe esperarse la
eliminación absoluta de las frustraciones; en el orden espiritual son
“cruces” y gestan paciencia y
comprensión ante las debilidades de los otros. La agresividad es tan esencial a
la naturaleza humana como las relaciones sexuales.
Como bien ha
dicho cierto sicólogo: ¿Cómo puede estar seguro un niño de la capacidad de sus
padres para protegerle en una situación potencialmente peligrosa, si los padres
no dan nunca muestras de ser capaces de imponerse o de pelear?”. Es el odio el
que envenena la tendencia agresiva de la naturaleza humana. El solo hecho de
que hoy vivimos en una sociedad dentro de la cual podemos arrojar bombas sobre
el otro lado del mundo para matar personas, es prueba de lo mental y abstracto
que se ha hecho nuestro odio agresivo. En tono más bajo están los proponentes
de “paz” que son hoy violentos y agresivos. La violencia es hoy,
primordialmente, académica, mental y abstracta; sus dos huertos mentales son
los recintos universitarios y los laboratorios de investigaciones en que, preparándose para un nuevo Hiroshima, los
científicos hablan de “mega-muerte”. Ambos ponen de manifiesto hasta dónde
hemos llegado desde que dejamos de ser violentos y agresivos contra nuestros
“egos” despreciables y egoístas.
Pero, aparte de
este remedio espiritual de violencia hacia lo que destruye nuestra
personalidad, hay algo especial, en el orden social, en lo tocante a los
motines y revoluciones generalizados hoy día en los Estados Unidos. Pocos de
ellos son provocados por estómagos vacíos; más bien por el deseo honesto de
participar de las bendiciones del país. No es sólo por carecer la gente de pan
sino porque otros comen pasteles; no porque ciertas clases estén declinando
sino porque están ascendiendo. La televisión y la prensa estimulan sus deseos y
les reprimen bien la vida o bien los prejuicios. ¿Es de extrañar que ocurran
saqueos en un mundo de “grandes expectaciones? Esto nos retrotrae de nuevo al
concepto espiritual de que aquellos que tienen, deben comenzar a compartir para
que la igualdad prevalezca”.
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