miércoles, 22 de abril de 2015

/AGRESIÓN! / Fulton SHEEN


(Especial para LA PRENSA en Lima)

¡AGRESIÓN!

   En África, vi a un león devorar a una cebra, pero no percibí en el león la hostilidad y odio que el hombre muestra al hombre en un acto de violencia. Los seres humanos derivan más placer morboso al asaltar a una víctima del que deriva un gato al jugar con un ratón. En toda la creación, sólo las especies racionales experimentan placer al infligir daño. “La peor corrupción es la de los mejores”.

   Pero, ¿Por qué violencia y agresión? ¿Qué teorías se han enunciado para explicarlas? En sus últimas obras, Freud sostuvo que la violencia está relacionada con “el deseo de morir”. Una vez que partió del concepto de que el instinto agresivo del hombre está dirigido hacia la auto-destrucción o “deseo de morir”, le fue fácil llegar a la conclusión de que si el hombre se muestra agresivo hacia otros, esto tiene que ser resultado de su agresividad contra sí mismo. Juan de los Palotes se quiere matar, pero desvía sus deseos suicidas hacia Perico Mengánez, a quien mata o le pone al borde de la muerte.

   Apenas hay sicólogos hoy día que sustenten esta teoría, aunque algunas de las ideas de Freud son alimentos para reflexiones como, por ejemplo, su creencia  de que en el hombre  sólo hay dos instintos: el Amor y la Muerte. Beudalaire también lo creyó así y en cierto sentido prefreudiano representó al Amor sentado sobre una calavera. Limitándose uno a esta relación estrecha entre el Amor y la Agresividad, ¿no la demuestran muchas parejas de cónyuges? ¿Cuántas veces no se resuelven en la cama disputas y querellas al ceder la agresividad el paso al amor? Alfred Kinsey ofreció sustentación estadística a la unión estrecha entre amor y agresividad, demostrando que las mismas 14 etapas fisiológicas están presentes en la excitación sexual, y en la ira, existiendo sólo cuatro etapas distintas entre ambos.

   En los Estados Unidos, el sicólogo promedio cree que la agresividad se debe a frustración. Aplicado este concepto a la juventud quiere decir que se debe permitir a los adolescentes hacer lo que quieran, ser promiscuos; que no se les debe atosigar, reprender o corregir, no vaya a ser que se conviertan en seres frustrados y, en consecuencia, en sicópatas violentos. Según una madre, dijo a un maestro: “Si mi hijo le lanza una flecha, no lo reprenda; dele unas cuantas nalgadas al niño que esté por delante de él”.

   Si se dejara a las personas hacer lo que quieren, la violencia desaparecería. Tal teoría no tiene relación de ninguna especie con evidencias derivadas de la evolución del hombre y de la antropología. El Dr. Anthony Storr, del Hospital Runwell para Enfermedades Mentales de Londres, observa más bien esquivamente: “Este punto de vista es característico de la manera de pensar de los norteamericanos, cuyo perenne optimismo hace difícil que crean que haya cosas en el mundo físico o en la naturaleza humana que no se pueda “arreglar”.

   ¡Muy cierto! Nosotros también tratamos con frecuencia de librarnos de impulsos y de instintos en lugar de canalizarlos y controlarlos. No siempre es la violencia cosa mala. “El Reino de los Cielos se conquista con violencia y sólo la violencia nos aleja de él”.

   Pero la violencia no debe dirigirse contra el semejante sino contra el propio yo; contra sus egoísmos, sus odios y sus prejuicios. No debe esperarse la eliminación absoluta de las frustraciones; en el orden espiritual son “cruces”  y gestan paciencia y comprensión ante las debilidades de los otros. La agresividad es tan esencial a la naturaleza humana como las relaciones sexuales.

   Como bien ha dicho cierto sicólogo: ¿Cómo puede estar seguro un niño de la capacidad de sus padres para protegerle en una situación potencialmente peligrosa, si los padres no dan nunca muestras de ser capaces de imponerse o de pelear?”. Es el odio el que envenena la tendencia agresiva de la naturaleza humana. El solo hecho de que hoy vivimos en una sociedad dentro de la cual podemos arrojar bombas sobre el otro lado del mundo para matar personas, es prueba de lo mental y abstracto que se ha hecho nuestro odio agresivo. En tono más bajo están los proponentes de “paz” que son hoy violentos y agresivos. La violencia es hoy, primordialmente, académica, mental y abstracta; sus dos huertos mentales son los recintos universitarios y los laboratorios de investigaciones en que,  preparándose para un nuevo Hiroshima, los científicos hablan de “mega-muerte”. Ambos ponen de manifiesto hasta dónde hemos llegado desde que dejamos de ser violentos y agresivos contra nuestros “egos” despreciables y egoístas.


   Pero, aparte de este remedio espiritual de violencia hacia lo que destruye nuestra personalidad, hay algo especial, en el orden social, en lo tocante a los motines y revoluciones generalizados hoy día en los Estados Unidos. Pocos de ellos son provocados por estómagos vacíos; más bien por el deseo honesto de participar de las bendiciones del país. No es sólo por carecer la gente de pan sino porque otros comen pasteles; no porque ciertas clases estén declinando sino porque están ascendiendo. La televisión y la prensa estimulan sus deseos y les reprimen bien la vida o bien los prejuicios. ¿Es de extrañar que ocurran saqueos en un mundo de “grandes expectaciones? Esto nos retrotrae de nuevo al concepto espiritual de que aquellos que tienen, deben comenzar a compartir para que la igualdad prevalezca”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario