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lunes, 21 de noviembre de 2011
LA SABIDURÍA ETERNA DE LA BIBLIA. Por el Dr. SMILEY BLANTON.
Un conocido siquiatra demuestra
la extraordinaria sabiduría de la
Biblia, aplicada a problemas que
han perturbado a la humanidad
desde los albores de la historia y
que hoy nos inquietan más que
nunca.
El otro día un nuevo paciente advirtió que yo tenía una Biblia sobre mi escritorio.
--¿La lee usted a pesar de ser siquiatra? --me preguntó.
--No sólo la leo, la estudio --repuse --. No hay manual comparable para conocer el comportamiento humano. Si la gente lograra asimilar sus enseñanzas, muchos siquiatras podríamos cerrar nuestro consultorio e irnos de pesca.
--¿Se refiere usted a los Diez Mandamientos y a eso de no hacer a otro lo que no quieras para ti?
--Ciertamente, pero a otras cosas también. Hay en la Biblia cientos de ideas que poseen profundo valor siquiátrico. Consideremos el caso de usted. Hace una hora que me cuenta cómo ensayó esto y aquello, y todo en vano. Es evidente que su preocupación lo ha llevado a un estado de gran ansiedad, ¿no es así?
--Por esto estoy aquí --repuso secamente.
--He aquí un consejo que San Pablo dio a los efesios --dije, tomando la Biblia--, Consta sólo de cuatro palabras: Apercibidos en todo, sosteneos. ¿Qué significa esto? Exactamente lo que dice: Usted ha hecho cuanto podía, ¿qué más puede hacer? ¿seguir corriendo de una parte a otra?¿Volver a arar el mismo pedazo de tierra? Lo que usted verdaderamente necesita, mucho más que solucionar ese problema particular, es tranquilidad de espíritu. Y la fórmula es la siguiente: cálmese, sosiéguese, no se esfuerce ya en vencer esa dificultad conscientemente. Deje esa tarea a las facultades del subconsciente. Éste será capaz de resolver el problema por usted con sólo que usted no insista más en entrometerse.
Mi paciente quedó pensativo.
--Quizá yo también deba leer la Biblia --dijo al fin.
En verdad, parece absurdo no hacer uso de la sabiduría de 3000 años contenida en la Biblia. Siglos antes de que existiera la siquiatría, la Biblia decía que el "el reino de Dios está dentro de vosotros mismos". Los siquiatras lo llamamos el insconsciente, pero sólo la palabra es nueva, no el concepto. Desde el principio hasta el fin la Biblia enseña que el alma humana es un campo de batalla donde el bien lucha con el mal. Los siquiatras hablamos de los impulsos de hostilidad y de agresión que en la naturaleza del hombre se oponen a los de amor. Es lo mismo.
Lo que ha hecho el siquiatra es poner en terminología científica las verdades que la Biblia presenta en poesía, alegoría y parábola. ¿Qué descubrieron en esencia Freud y otros científicos? Que la mente humana funciona tanto consciente como inconscientemente; que también lo hace así aquello que llamamos conciencia, y que muchas tensiones y perturbaciones emocionales son ocasionadas por la acción de lo que está oculto en ella.
Resulta en alto grado estimulante leer la Biblia con estos rudimentos de siquiatría. Citaré unos pocos de mis versículos favoritos, palabras tan llenas de penetrantes conceptos que, en mi opinión, quien aprecie su salud mental debería aprenderlas de memoria y repetirlas periódicamente.
. Abajo están sus eternos brazos. Durante siglos los afligidos han hallado consuelo en estas palabras del Libro del Deuteronomio. Y ello no debe asombrar. Uno de los pocos temores con que nacemos es el de caer, de modo que la idea de un par de brazos amantes, protectores y eternos, satisface nuestro común anhelo de amparo y de seguridad. Además, una de las formas más profundas de comunicación con el mundo exterior es el tacto. Y por ello esta imagen bíblica produce una gran sensación de paz. Quien sufra de tensión y de insomnio, ensaye repetirse a sí mismo esa frase al acostarse. Acaso le resulte más eficaz que las píldoras para dormir.
. Ama a tu prójimo como a tí mismo. Muchas personas creen que este noble precepto proviene del Nuevo Testamento. En realidad también aparece en el Levítico. Para un siquiatra, lo que encierra de notable es el reconocimiento de que en un hombre emocionalmente equilibrado debe existir el amor a sí mismo tanto como el amor al prójimo.
La ausencia de la propia estimación es quizá la perturbación emocional más común de las que me toca tratar. A menudo es la influencia del inconsciente lo que causa ese sentimiento de indignidad. Supóngase que una mujer viene a verme, agobiada por una sensación de culpabilidad. Yo no puedo deshacer lo que ella ha hecho, pero sí ayudarla quizá a comprender por qué lo hizo, y explicarle cómo el mecanismo de su conciencia, actuando por debajo del nivel consciente, la trastorna y paraliza. Y puedo aconsejarle que lea y relea la parábola del Hijo Pródigo. ¿Cómo podría alguien sentirse permanentemente condenado o rechazado en un mundo donde esta magnífica promesa resuena a través de los siglos: la promesa de que el amor es más fuerte que cualquier error?
. No os acongojéis por el día de mañana. Para emplear una expresión más moderna podríamos decir: "No te preocupes por el futuro". La preocupación causa tensión nerviosa, y ésta interrumpe el caudal de energía creadora que emana del inconsciente. Y cuando esta energía disminuye, los problemas se multiplican.
La mayor parte de nosotros sabe perfectamente bien que la preocupación es un sentimiento inútil. Sin embargo, muchas personas se buscan continuamente motivos de preocupación. "Bástele a cada día su propio afán", dice la Biblia. Ya el día de hoy trae consigo bastantes problemas que arrostrar y resolver. El único momento que en realidad vivimos es el presente, así pues aprovechémoslo lo mejor posible. Tengamos confianza en que quien nos trajo aquí nos ayudará en las crisis futuras, cualesquiera que sean. "Los que tienen puesta su esperanza en el Señor", profetizaba Isaías, "cobrarán nuevas fuerzas, ascenderán con alas, como las águilas". ¿Por qué? Porque su fe les ahorra preocupaciones.
. Como piensa el hombre en su corazón, así es él. Esta penetrante frase de los Proverbios da a entender que lo que creemos pensar es menos importante que lo que en verdad pensamos. Todos los días veo ejemplos de esto en mi consultorio. La semana pasada recibí a una señora que se había casado durante la guerra de Corea. Su marido, oficial de reserva, ingresó voluntariamente en el servicio activo, y había partido cuando estaba encinta. El marido murió en combate, y ella se vio en necesidad de educar a su hijo. Más tarde la señora contrajo nuevo matrimonio, pero cuando vino a verme tenía dificultades con el muchacho, ya de 15 años. Resultó evidente que lo trataba con dureza y severidad desacostumbradas.
--¿Por qué es usted tan estricta con él? --le pregunté.
--Porque no quiero que se convierta en un niño mimado --repuso al punto.
--¿Se le ocurrió alguna vez que cuando el padre se marchó por propia voluntad y lo mataron, algo en usted se rebeló, algo que le hacía odiar la memoria de su esposo? ¿Y no es acaso posible que parte de ese odio inconfesado se lo hubiera pasado usted al niño que él le dio, si bien su inteligencia consciente tampoco quiere admitir esto? Vuelva usted los ojos al interior de su propio corazón y busque allí la verdad, más allá de las explicaciones que la razón le aconseja. Hasta que no lo haga así, no podremos adelantar nada.
. Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. ¡Naturalmente! ¿Qué es lo que debemos amar? He aquí el principal problema de la existencia humana, porque tendemos a volvernos un reflejo de lo que amamos. ¿Amamos el dinero? Entonces nos volvemos materialistas. ¿Amamos el poder? Entonces los instintos agresivos irán poco a poco predominando en nosotros. ¿Amamos a Dios y al prójimo? ¡Entonces no es probable que necesitemos de un siquiatra!
Los siquiatras prevenimos a nuestros pacientes contra la ira y la hostilidad; sabemos que esos conflictos que persisten sin solución en el subconsciente pueden ocasionar enfermedades físicas. ¿Qué dice a esto la Biblia? No se ponga el sol sobre vuestro enojo. Y dice también: El ánimo alegre hace bien, como una medicina. Y así es. ¡Las chispas de verdad que brotan de las páginas de la Biblia no tienen fin.
Si se me pidiera que eligiera uno solo entre todos los versículos bíblicos, elegiría este: Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Tales palabras , en tremenda síntesis, abarcan toda la teoría y el método de la sicoterapia. Cuando mis pacientes vienen a verme agobiados bajo el peso de una culpa, atormentados por la ansiedad y exhaustos a causa de un odio latente, en nueve casos de cada diez su conflicto procede de que ignoran la verdad respecto a sí mismos. Es misión del siquiatra suprimir el disfraz, el afán de engañarse a sí mismo, rebatir los argumentos racionalistas. A él toca poner los conflictos inconscientes bajo el dominio de la conciencia, donde la razón puede arrostrarlos. Como decía Freud: "La voz de la razón es tenue, pero persistente". Una vez conocida la verdad, ya puede comenzar la cura, porque la verdad, en efecto, nos libera.
Nunca sabremos la verdad entera. Los grandes problemas de la vida y de la muerte, del bien y del mal, permanecen aún sin solución, y así seguirán, según nos lo dice con elocuencia el libro de Job. Pero algo me parece claro: cada uno de nosotros guarda en su subconsciente las mismas y elementales fuerzas de amor y de odio que han inspirado y obsesionado a la humanidad desde un principio. La siquiatría se ocupa en esa zona oculta del espíritu, a veces con éxito, otras sin él. Pero existe también un libro antiquísimo que trata de ella, que la comprende profunda e intuitivamente; un libro que durante tres mil años ha sido, en momentos de aflicción, el apoyo de toda persona suficientemente juiciosa para recurrir a él.
SELECCIONES DEL READER´S DIGEST. Dic. 1966.
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