¿Por qué la inversión en cultura no forma parte de
nuestro tan mentado crecimiento económico? ¿Es que el arte, la literatura y la
música no forman parte del desarrollo? El autor abre la polémica.
La certeza de que hemos progresado como cultura no niega
la precariedad en la que se encuentran las Bellas Artes, que deben estirar la
mano por apoyo material y de público en aras de sobrevivir y afirmarse como
expresiones tangibles de nuestra cultura. Así están la música, la pintura, la
literatura, la escultura, el teatro, la danza y el cine, afectando sus procesos
y existencia, desde las condiciones y posibilidades de su cultivo y creación
hasta su difusión, promoción, permanencia y calidad. Los logros descollantes son
una excepción de la propia creación humana y social, del artista, de
oportunidades, lugar, estatus social, etc., pero son sólo eso: una que otra
perla derramada. Piedras al canto: búsquedas, rogativas, y estiradas de manos
para lograr exposiciones pictóricas. Conciertos sinfónicos con magra
concurrencia. El teatro afectado en sus raíces, y sus frutos que son la
representación teatral, una tarea llena de limitaciones.
¿Por qué
nuestro país, de tantas celebridades, sufre de este mal, a diferencia de otros
que apoyan las artes como expresión de la creatividad, quehacer, realización y
calidad de vida de su gente?
Actividad
relegada
Nuestro sistema educativo en todos sus niveles privilegia
la tendencia positivista, conductista, marcando aprendizajes, actitudes,
comportamientos, operacionales, funcionales, tecnocráticos, con arreglo a una
sociedad que ha necesitado de esta clase de seres humano para afianzar el
sistema económico, político y social, rompiendo la línea de continuidad de la
educación por el arte que se venía dando aceptablemente, soslayándola o
solapándola, pero haciéndola tan mal que no ha generado las respuestas idóneas
de la gente hacia la belleza y a la estética de la vida, salvo en casos de las
llamadas artes menores. Fuera de estas exigencias del sistema y de una cultura
asentada en la ciencia y en la técnica, las humanidades y las bellas artes se
relegaron a la dimensión de simple adorno si no de inutilidad, cultura
acientífica. La gran mayoría no ha accedido, asimilado y comprendido la riqueza
de los valores que las sustentan. La educación superior acentuó la misma
tendencia, formando por años profesionales que se mueven en la dimensión
tecnocrática y cuyos gremios sólo promueven actividades que afianzan y reciclan
esta formación (lo cual es bueno) pero las complementan con aquellas de
carácter ventral, futbolera y superficial, siendo insensibles, indiferentes y
ajenos a las actividades del arte. ¿Se imaginan cómo estarían el nivel de
nuestras artes, si sólo la mitad de profesionales, que son miles, las apoyaran
en cuerpo, alma y bolsillo? ¿Sabe de algún gremio que haya programado
conciertos, funciones de ballet o alguna obra de teatro, no a la comunidad,
sino a sus propios agremiados? No lo hacen ni por asomo. Hay excepciones
individuales, pero estas no hacen el verano.
Lógica
rentista
En la
misma línea, nuestras élites económicas y políticas, salvo rarísimas
excepciones, no han asumido mecenazgos para el desarrollo de la ciencia y la
tecnología, menos para el arte. Están en su lógica formativa y rentista. Por lo
mismo, ejerciendo el poder del Estado, no han sido capaces de desarrollar
políticas culturales pertinentes. Sólo sostienen una mínima infraestructura y
condiciones para su cultivo, desatendiendo las otras manifestaciones que dan
calidad y estatus a las artes. Recién tenemos un Ministerio de Cultura, pero
anda todavía a gatas.
La
Cultura está librada al juego de las relaciones sociales, del trabajo y del
mercado, a la imposibilidad de organizar su administración mediante una
política que apunte a lograr la elevación del nivel de vida de su gente.
¿Hasta
dónde serán capaces de resistir y la sociedad de revertir esta indigente
situación?
-Diario La Industria / Enfoque, domingo
8 de setiembre de 2013
¿El Arte / no es parte del desarrollo cultural?
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