viernes, 6 de septiembre de 2013

SEMBLANZA DE WILSON / Antenor ORREGO

EL HOMBRE HISTÓRICO
La figura contemporánea más enérgica, de más fuerte y neto relieve espiritual, de más vigoroso, audaz y prócer lineamiento,  de más maciza y granítica contextura, de más afirmativa e irrefragable realidad histórica es, sin duda alguna, la del presidente Wilson. En él se acusa, de una manera patente y radiante, el soplo creador de la nueva era. Es la transparentación más luminosa y evidente del alma contemporánea. Como en un bloque humano se han fundido en su poderosa individualidad las energías espirituales de un siglo. Como una antena, polariza y distribuye las direcciones éticas de una época. Ninguna de sus inquietudes le son extrañas; ninguno de sus anhelos dejan de tener inmediata resonancia en su corazón. Hijo mayor de una etapa; síntesis palpitante de los ocultos y desconocidos designios de la historia.

     Es uno de los espíritus que suelen aparecer, de ciclo en ciclo, como suma y compendio de una civilización; como empujados por la corriente misteriosa y arcana de los siglos; como sellados por una de esas raras e insólitas predestinaciones que huellan con su planta creadora las normas corrientes, las pragmáticas consagradas.

     En ellos parece que la humanidad se remozara aboliendo la obstructora sedimentación de prejuicios, de convenciones y de cánones que atajan su marcha. La naturaleza, entonces, obra sola, por virtud de su propia energía, despojándose del consuetudinario despotismo del hábito, de la tiránica sugestión del precedente, y atacando la vigencia de todas las fórmulas fijadas por la tradición ancestral. Cual hitos de las edades marcan el término de una ruta, el remate de un proceso, la culminación de una excelencia.

     Son el verbo más simple, la acción más depurada, el pensamiento más unánime de una etapa. Por sus labios habla la masa anónima y oscura del mundo, el soterrado rumor del pueblo que forja incesantemente la historia. Ellos son su expresión más diáfana, más leal y más clara. Surgen siempre en un periodo intenso y trágico de la humanidad, en la liquidación de una época para esbozar enérgicamente la que sigue.

     Wilson es la ecuación más alta de la historia contemporánea, es el héroe de un ideal ético de que nos habla Carlyle, el hombre eje de una civilización. Ciclópea contextura, traza heroica, forjada para la leyenda, de este maravilloso amasador de energías. Representa la sensibilidad de una época; es la culminación de una vida del mundo; toma carne y se realiza en él un ritmo de la historia.


     La excelsitud de su espíritu nos hace pensar en uno de aquellos especímenes en que la casa humana se supera;  en uno de aquellos hombres tipos que constituyen la prueba más patente e irrecusable de la evolución, de la ley del perfeccionamiento indefinido; en uno de aquellos ejemplares que dan la medida de la riqueza y de la intensidad espiritual del siglo en que viven.
-Antenor  ORREGO, pensador peruano.

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