UN DÍA
de verano, en los majestuosos Andes del sur del Perú, vi por primera vez
una vicuña. Con menos de un metro de alzada y sólo de 35 a 45 kilos de peso, su
solitaria silueta se perfilaba contra el fondo del cielo andino en un risco de
la sierra, tenía erguidos la hermosa cabeza y el arqueado cuello. No pude menos
que pensar en una bailarina equilibrada en la punta de los pies. Luego, con
movimientos de gracia etérea, la esbelta criatura dio media vuelta y
desapareció de mi vista.
Esta
aristócrata de los Andes, cuyo vellocino dorado es el más terso y valioso del
mundo, ha merecido gran estimación del hombre
desde la más remota antigüedad. En la época de los incas, sólo los
individuos de la familia real podían usar mantos o poseer artículos de tela de
vicuña, y sólo podían tejerla ciertas jóvenes vírgenes elegidas para dedicar su
vida como doncellas al servicio del monarca. En el siglo XVI, cuando los
conquistadores encabezados por Francisco Pizarro se apoderaron del imperio inca
en lo que hoy es Bolivia y Perú, entre los primeros tesoros que enviaron a
España había mantas y vestiduras hachas con lana de vicuña. En Europa creyeron
que aquella tela era una especie de seda del Nuevo Mundo.
El pelo
de la vicuña, con que la naturaleza la dotó para protegerla de los rigores del
clima, es de textura rica. Las aterciopeladas hebras miden apenas 0,0025 mm de diámetro;
comparadas con ellas, el cabello humano es una soga basta y la lana de
Cachemira resulta áspera. La lana de vicuña es la más costosa del mundo. Uno de
estos animales produce apenas 1,5 kilos en toda su vida, esto es, en 12 o 15
años. La tela hecha con ella alcanzó en Italia el equivalente de unos 500
dólares el metro. Un abrigo de pura vicuña (si acaso se encuentra) constituye
el máximo símbolo de lujo.
Con
su adelantado sentido de la conservación del medio, los incas limitaron la
matanza de estos camélidos. Organizaban grandes ojeos o partidas de montería,
llamados chacos, en que 2000 a 3000 hombres rodeaban
un área de 250
kilómetros cuadrados y, estrechando el cerco, arreaban
toda clase de animales a un corral central. Allí sacrificaban solamente a las
vicuñas viejas o baldadas, cuya sabrosa carne aprovechaban, pero a las demás
sólo las esquilaban y las dejaban en libertad. Para dar tiempo a que el pelo
les volviera a crecer, estos chacos se hacían únicamente cada cuatro años en
los diversos distritos montañosos. La cacería se permitía anualmente en ciertas
regiones, alternándolas, y, fuera de las redadas oficiales, los indígenas no
podían matar ninguna vicuña. La violación de esta ordenanza real se castigaba
con la pena de muerte.
Con
la ocupación española dejó de regir esta veda, y la matanza de vicuñas, cuya
población era de un millón de animales aproximadamente, acarreó casi la total
extinción de la especie, hasta el punto de que en 1964 no llegaba a 8000
cabezas. Para poner fin a la matanza, algunos fervientes conservacionistas,
como Charles Lindbergh, de Estados Unidos, y el príncipe Bernardo de Holanda
iniciaron una campaña destinada a salvar a la vicuña. La recuperación es lenta,
pero alentadora. La Unión Internacional
de Conservación de la naturaleza y sus Recursos Naturales la ha puesto en su
lista de especies raras en peligro de extinción, y casi todos los países han
prohibido la importación y venta de productos de vicuña, con loas notorias
excepciones de Italia, Francia y Hong Kong.
En
Perú, Felipe Benavides, negociante y diplomático limeño, fundador de la Asociación Zoológica
del Perú y síndico internacional del Fondo Mundial de la Fauna Silvestre , emprendió una
vigorosa campaña para que se promulgaran leyes de protección de la vicuña. Hoy
ya existen sanciones severas, como cárcel y fuertes multas, para el que mate
uno de estos animales. Con raras excepciones, se han suspendido todas las
exportaciones aun para los parques zoológicos ; por ello, en todo el mundo hay
menos de 100 vicuñas en cautividad. En reconocimiento de sus esfuerzos,
Benavides recibió el premio para la Conservación de la Fauna Silvestre J. Paul Getty
de 50.000 dólares, y en febrero de este año fue honrado como el más distinguido
conservacionista de Iberoamérica.
Todavía se matan algunos animales, por supuesto, pues en zona más grande
que toda Francia, con una población muy dispersa y escasa vigilancia policial,
es virtualmente imposible impedirlo del todo. El aislamiento de la región
protege a los furtivos, que cuentan con jeeps
y caballos para el transporte, y usan rifles de largo alcance para sacrificarlas
cuando están pastando. A veces envenenan los abrevaderos y las corrientes de
agua, y luego vuelven a recoger las vicuñas que han muerto después de beber.
Una
de las medidas importantes que tomó Perú para repoblar los rebaños de vicuñas
fue la institución (en 1967) de una Reserva Nacional de vicuñas de 66.000 hectáreas
en Pampa Galeras, situada a 400 kilómetros al sudeste de Lima y a una
altitud que varía entre 4000 y 5000 metros . Allí las patrullas de la guardia
forestal han reducido mucho la matanza ilegal, y el número de vicuñas en esta
gran extensión sin cercas ha subido ya a más de 10000. La Dirección General
de Forestal y Caza, encargada de vigilar la reserva, cuenta con fuerte apoyo
internacional.
Fui
desde Lima a Pampa Galeras para observar las vicuñas en su ambiente natural y
aprender algo acerca de sus interesantísimas costumbres.
Cuando llegué al cuartel general en Pampa Galeras, situado a la orilla
de un turbulento arroyo, en un altiplano de casi 4300 metros de altitud,
el cielo estaba nublado y el viento calaba hasta los huesos. Tenía que
protegerme. Los montes nevados me rodeaban por todas partes. En el suelo crecía
hierba fresca y verde, aunque apenas de uno o dos centímetros de altura. Veía a
trechos algunos arbustos enanos.
El
gobierno de Alemania Occidental ayuda al Perú financiando los estudios que
realizan allí el Dr. Rudolf Hofmann, principal autoridad mundial en vicuñas (a
quien dos veces han tratado de matar a tiros los cazadores furtivos), y el Dr.
Kai-Christian Otte, perito en fauna silvestre. El Dr. Otte me dio muchos datos
de estos interesantes animalitos. En el período eoceno, hace 35 a 55 millones de años, sus
antecesores vagaban por las praderas centrales de América del Norte. A
principios del pleistoceno, hace un millón de años, ya habían empezado a
emigrar. Una rama de camélidos pasó sobre puentes de hielo a Asia, y de allí a
África, y evolucionó hasta convertirse en los conocidos camellos y dromedarios.
Otra rama se dirigió al sur, atravesando México y América Central, y llegó a
Sudamérica. Por razones que todavía no se han esclarecido científicamente, la
rama norteamericana se extinguió, y las especies que pasaron a Asia y África se
desarrollaron y convirtieron en grandes animales de joroba ; las que emigraron
a Sudamérica evolucionaron como animales pequeños y sin gibas.
Sin
embargo, la relación física entre los dos géneros de camélidos es innegable ;
ambos tienen largos pescuezos y patas, y ambos son rumiantes que disponen de
bolsas para almacenar alimento en el estómago. Sus pies de caso hendido son muy
semejantes entre sí, y sus glóbulos rojos (caso insólito entre los mamíferos)
son ovalados.
El
segundo día de mi estancia en Pampas Galeras el Dr. Otte me llevó a dar un
paseo de todo el día por el bellísimo y escueto altiplano. Vimos centenares de
vicuñas en pequeñas manadas dispersas. Al acercarnos, seguían triscando la
corta hierba y unas florecillas azules y blancas. Sólo huían cuando estábamos
ya a unos cien pasos de ellas.
La
preñez de la hembra de la vicuña dura 11 meses, y pare un animalito de 3,5 a 4,5 kilos de peso, muy
activo desde que nace. En efecto, una cría de sólo dos o tres horas de nacida
deja atrás a un hombre en la carrera. Traté de atrapar una de menos de un día
de edad y ni siquiera pude acercármele. Con aquel aire enrarecido me agoté en
un minuto de correr.
Durante los primeros ocho meses de vida las crías rara vez se alejan de
la madre, pero a mediados de su segundo año estos futuros monarcas de las
montañas han llegado a su mayoría de edad y viven independientes. Su lana, que
no adquiere el máximo valor hasta que los animales tienen por lo menos 24
meses, es de un vivo tono acanelado, con excepción de una mancha blanca que va
desde el pescuezo hasta casi tocar las rodillas.
(Vicuña significa “pardo claro” en quechua).
Son
sin duda criaturas hermosísimas. El cuerpo es ligero y elegante, la cabeza sin
cuernos, sólo ligeramente grande en proporción a la longitud del pescuezo ;
tienen las orejas enveladas y hacia fuera; la altura de los hombros llega
apenas a la cintura de un hombre de mediana estatura; de cola corta y poblada,
posee patas pequeñas, delgadas y casi frágiles, pero las pezuñas, de casco
hendido, son relativamente grandes y acolchadas, lo que les ayuda a no resbalar
en las superficies rocosas... Unas pestañas sedosas les bordean los ojos, y los
dientes inferiores, como sucede entre los roedores, les crecen constantemente.
En su medio natural los conservan cortos paciendo la hierba del altiplano, pero
en los parques zoológicos es necesario limárselos periódicamente.
Por
atractivo que sea su aspecto, para mí lo más notable de la vicuña es su bien
estructurado sistema social, basado en manadas familiares. Una de estas manadas
se inicia cuando algún macho solitario logra demarcar para sí un territorio de
ocho a 30 hectáreas
como su territorio exclusivo para todo el año. En seguida reúne un harén de
seis a ocho hembras, generalmente sonsacándolas una por una de grupos ya
constituidos. Si otro macho invade el territorio y trata de hacer desertar a
una de las hembras, el jefe residente interviene inmediatamente para rechazarlo.
Casi siempre basta con embestidas cortas para que el intruso se marche sin
pelear.
En
mis caminatas por Pampa Galeras tuve la oportunidad de observar varias veces
estos simulacros de combate en que los dos animales se amenazan con balidos,
roncos gruñidos o largos y vibrantes alaridos. Quizá lleguen a escupir, patear,
empujarse, o a morderse y forcejear con el pescuezo, pero es raro que alguno de
ellos resulte gravemente herido, y tales encuentros terminan por lo común en
que los dos machos se quedan erguidos en actitud amenazadora uno frente al
otro, pero a varios metros de distancia. Las hembras, que normalmente se rinden
con el territorio como parte del botín, no parecen interesarse por estas
contiendas.
El
jefe residente es el principal árbitro cuando se trata de decidir cuáles
vicuñas jóvenes se quedarán en la manada. Los machos jóvenes son expulsados
cuando llegan a la edad adulta. Cierto número de ellos, tal vez una docena o
dos, vagan juntos en un grupo sin jefe, deambulando por una gran zona en busca
de territorio sin dueño donde puedan pacer. Las hembras también son expulsadas,
pero las aceptan otras familias en formación.
William Franklin, ecólogo de la Universidad del Estado de Utah, que trabajó para
el Ministerio de Agricultura de Perú y ha estudiado mucho las vicuñas, explica: “En esta tierra hostil, donde el pasto nunca es más de lo estrictamente
indispensable, importa mucho, por cuestión de supervivencia, que la población
de una región de pastos bien delimitada no sobrepase el número de animales que
se pueden sustentar allí. Si un padre echa a sus hijos y rechaza nuevas
compañeras, es sólo para asegurar la supervivencia de su manada”.
Toda
la naturaleza es ruda e inflexible en el medio de las vicuñas, y la
supervivencia exige una lucha constante. Más de la mitad de ellas mueren en
forma violenta: los rayos matan algunas; a veces las zorras se comen las
crías muy jóvenes. El puma es su enemigo implacable.
Las
mejores defensas con que cuenta la vicuña son su agilidad y su velocidad de
casi 50 kilómetros
por hora. Es una magnífica saltadora, y con facilidad salta un río de tres
metros de anchura o una pared de roca más alta que ella. Por la noche los
distintos grupos familiares salen de sus pastizales y se reúnen para dormir en
una zona de propiedad comunal en terreno más alto. A la mañana siguiente
vuelven a sus respectivos territorios, siempre dispuestas a atacar a aquellos
con quienes durmieron la víspera, si se acercan demasiado.
Otros
países sudamericanos donde hay vicuñas han establecido también refugios
parecidos a Pampa Galeras, En Argentina el gobierno proyecta instituir una
reserva de un millón de hectáreas. Bolivia ya ha establecido su reserva
nacional de fauna (de 200.000
hectáreas ) en Ulla Ulla, cerca del lago Titicaca, y
existen planes para fundar una reserva adicional peruana-boliviana en aquella
región. En Chile se inauguró en 1973, en la provincia norteña de Tarapacá, el
Parque Nacional de Lauca, donde centenares de vicuñas protegidas ya se
reproducen rápidamente.
“Parece que estamos a punto de evitar el exterminio de la vicuña”, opina
Benavides. “Pronto volverá a ser orgullo de los altiplanos; un recuerdo para el
hombre de que la conservación de las maravillas de la naturaleza tiene primacía
sobre la destrucción irreflexiva”.
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