Siempre he
querido, por lo menos, comentar el epigrama de Bernard Shaw: “El hombre que
escribe de sí mismo y de su época es el único que escribe acerca de todas las
gentes y de todos los tiempos”, y hoy se presenta en “bandeja” con ocasión de
mi tercera intervención quirúrgica, justificando así el título de esta
publicación: “Manos que acogen aun cuando arranquen un molar…
Mi historia: En
los 8 últimos años he sido operado tres veces y he visitado a muchos médicos;
puedo resumir: cada órgano con su respectivo especialista. Actualmente, con la Medicina científica: Homeopatía, Salud Integral. En las tres, he
visto mi propia sangre y en la última, hasta la he bebido, “tragado”, como
explicaré en un apartado especial.
En la primera
operación, vesícula (2008), conocí el Hospital Lazarte y a su Director por
entonces, Dr. Serrano, quien a tiempo
descubrió la imposibilidad de hacerla porque había tomado aspirina, que impide
la coagulación. Lo programó para la semana siguiente. En efecto, me avisó que
todo estaba preparado (cama, principalmente) y me operaron. El tiempo de prueba
se cumplió y salí al tercer día. Al sexto día, como me sintiera sano, comí pato,
lo cual fue una sorpresa para el doctor y sus alumnos en el día de sacar los
puntos, al decirme: “es una prueba de fuego; siempre se debe acompañar de una
pastillita”.
Siento haber
contribuido a la ciencia por demostrar ese estado de salud a los pocos días,
mucho más confirmando el buen trabajo del experto cirujano, cifrado en sus
manos; en palabras del doctor Gutiérrez: “un buen pistolero, el que le operó”,
me dijo, puesto que se trataba de operación con láser y me disponía para la
segunda operación, (Ecografía).
Descubrí,
pues, que el médico tratante era un hombre muy experimentado. Lo puedo
calificar: muy humano.
La segunda
operación: el mal de la mayoría de los hombres, “próstata” (2011). Por ella
conocí la Clínica Suárez y también a algunos médicos.
Mi
observación: mucha diferencia en el trato personal y aceleración del proceso.
Mientras que al compañero de sala, su médico le prescribe 12 frascos de suero y
que saldría al cuarto día, a mi me dieron de alta al tercer día, sólo con 8
frascos. Yo le decía a mi compañera y amiga, Yolanda: “Está experimentando
conmigo una nueva modalidad”. Es el Dr. Sevilla Torres; que valgan verdades, él
no me operó; estuvo presente para trasladarme a la sala de recuperación. Sin
duda que debe tener su equipo de cirujanos a órdenes suyas. No discuto el
hecho, mucho más si estoy bien, señal de que fue un éxito para ellos y para mí.
Mi
calificación: Más amor a los chicharrones que al chancho. Lo dice todo.
Tercera
operación: Extracción de tercer molar (muela del juicio).
En realidad,
se llegaría a la extracción después de un tratamiento especial…
Repentinamente
se presentó el dolor agudo a las 8 de la noche, el 10 de febrero, y por
teléfono mi compañera y amiga trata de sacar cita a la doctora Lena, quien recomienda una pastilla y enjuagatorio y que me presente al día siguiente.
Parte de su ternura lo demuestra diciéndome ¿cómo, después de 6 años?, cuando menos
una vez al año. (aunque he visto un cartelito, cada 6 meses). Luego, vamos a
tratar de conservar la pieza; si ya no es posible se le tiene que extraer. Pero
había que aprovechar la ocasión para limpieza y resanar otras. Empiezan los
trabajos o sesiones.
Para curar la quinta pieza me cita para el martes 25, pero el molar dio su voz de alerta el 24, que reapareció con dolor más agudo y se planificó para la noche la extracción.
Para curar la quinta pieza me cita para el martes 25, pero el molar dio su voz de alerta el 24, que reapareció con dolor más agudo y se planificó para la noche la extracción.
Segunda parte
de su ternura: me habla con sinceridad de que serán dos quienes lo harán. Me dice: “Yo soy debilucha; él me ayuda en estos casos”. Se refería
a su colega Jairo. Ya tenía conocimiento de esta ayuda, provechosa, armónica y alentadora
para el paciente en referencia de una sobrina y enamorado de ella que han sido
tratados recientemente.
A las 8 de
noche del día 25, me esperan los cirujanos y empieza la labor del Dr. Jairo:
después de anestesiar el maxilar, hace uso de sus botadores recto y el de forma
de bandera para que con el alicate haga el forcejeo y en pocos minutos, gracias
a su destreza y experiencia, extrae la pieza completa. Después de la limpieza
conveniente tapona la encía y entrega como posta al cuidado de su colega Lena.
Así trabajan
estos eficientes odontólogos, Lena Andrea Huancayo y Jairo Gonzáles en favor de
los pacientes…
Ellos también
esperan la demostración de parte mía: he comido “pichones” a las 16 horas de la
intervención; he publicado el suceso en el blog en virtud del ofrecimiento,
y muy pronto, los libros de mi imaginación, los recibirán con mayor sorpresa todavía.
El trabajo no
termina en su Consultorio. En mi caso, después de los primeros 20 minutos en
que hay que cambiar el algodón-tapón, me sobrevino hemorragia en la que tuve
que pasar mi propia sangre y tuvimos que acudir a la doctora, quien me aplicó una
inyección para lograr la coagulación, inicio de la correcta recuperación.
Sigue la tercera
parte de su ternura, por no decir, su única ternura, su modo de ser: “Usted ha
traído el problema. Yo soy la encargada de resolver el problema. Ud. no se
alarme”, (como si dijera: tranquilo, chino). Me está llamando para observar la
cicatrización y a la fecha sin permiso para ir, mañana, a la Feria del Libro.
En suma:
profesionales muy humanos y si hay que añadir, llenos de ternura, además, de ser jóvenes (no pasan de los 40) y de buen parecer.
En las
sesiones, conversamos además, del trabajo que tengo como válvula de escape,
publicar en el blog a mi cargo, para lo cual, pido a la Dra. Lena su correo electrónico y le hago llegar los
artículos referentes a la "ternura", propios del escritor Leonardo Boff. A partir
de ahora, lo que escribo va con el pensamiento Leonardino, pero con sentimiento
Alejandrino, puesto que ambos nos hemos compenetrado de ese escrito.
Si a la buena
profesión en su ejercicio agregamos la práctica de la ternura como misión, que
bien le caen las palabras antes dichas: “Manos que acogen aun cuando arranquen”
bajo la fina observación de ambas partes. Es, pues, una ternura esencial. La
ternura es el afecto que damos a las personas en sí mismas. Es el cuidado sin
obsesión. Es un afecto que nos abre al conocimiento del otro. En realidad sólo
conocemos bien cuando tenemos afecto y nos sentimos envueltos con la persona
con la cual queremos establecer comunión. La relación de ternura no envuelve
angustia, porque está libre de la búsqueda de ventajas y de dominación. El
enternecimiento es la fuerza propia del corazón, es el deseo profundo de
compartir caminos. La angustia del otro es mi angustia, su éxito es mi éxito,
según Boff.
He hablado de
citas, compra de medicamentos, la inyección / con urgencia. Muchas de éstas a
horas no tan convenientes. Siempre han recaído en María Yolanda, mi esposa, quien ha estado en
las tres intervenciones habidas, y tiene un juego muy aparte conmigo, siempre
con afecto, razón de nuestra convivencia: me ayuda en el teléfono, en las
consultas. Me sirve como intérprete; casi en todo de importancia; un lazarillo
sin ser ciego.
Hay motivos
para agradecer y las hago con las palabras de la Biblia, aunque no sean
inspiradas literalmente por Dios mismo, sin embargo, fue el pensamiento de entonces
y así están contenidas en ella:
“Respeta al
médico, pues tienes necesidad de sus servicios. Porque en realidad, del
Altísimo viene la mejoría. La capacidad
del médico le viene de su Soberano. La ciencia del médico le da prestigio y
hace que hasta los poderosos lo admiren”.
Eclesiástico
38, 1-2