LIBERTADORES DE AMÉRICA, AQUELLOS COLOSOS SUDACAS.
Pero
lo más llamativo de este viaje por Europa tuvo lugar en Roma, el 15 de agosto
de 1805. El hecho, aunque anecdótico en sí mismo, puso en evidencia el cambio
en Bolívar. Ese día, en compañía de Rodríguez y de Fernando Toro, su primo y
compañero de andanzas por Europa, subió al Monte Sacro, una de las colinas de
la ciudad, donde en un momento de exaltación, los tres se arrodillaron
abrazados, jurando “libertar a nuestra patria o morir en la demanda”:
¿Con
que este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de
Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas
las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se
disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su
carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su
protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio
renuncia losa derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz;
sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío
como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la
concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un
Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios. Este pueblo ha dado
para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República;
depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para
conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la
tierra en arrabales tributarios […]. Este pueblo ha dado para todo, menos para
la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas,
grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules
rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros;
pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las
preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad
definitiva de su sazón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha
soplado del Oriente ha mostrado aquí todas sus faces, ha hecho ver todos sus
elementos; mas en cuanto resolver el
gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido
y que el despejo de esta misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el
Nuevo Mundo.
¡Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi
honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi
alma, hasta que haya roto todas las cadenas que nos oprimen por voluntad del
poder español! *
*En
Simón Bolívar, Doctrina del Libertador
(compilación a cargo de Manuel Pérez Vila), Biblioteca Ayacucho, Caracas 1976
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