jueves, 26 de julio de 2012

DÍA DE LA PATRIA. 28 DE JULIO: 191 ANIVERSARIO.

RENDIMOS homenaje a la Patria con las palabras imperecederas 
del que fuera Monseñor Andrés Ulises Calderón  al conmemorarse 
los 149 años del Perú Republicano Contemporáneo, iniciado por el Presidente del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, Juan Velasco Alvarado, 03/08/68-30/08/75.*

 Andrés Ulises Calderón de la Cruz: 1908-1987.
“En el brillante ejercicio de su profesión religiosa y civil, su palabra, su fe, su prédica, todos los actos significativos de su vida, se sustentaron en los cimientos indestructibles de una sólida cultura en cuyo centro irradiaba la vertiente latina, el irrenunciable humanismo, la búsqueda afanosa de las esencias primeras y últimas de las cosas por los rumbos austeros de la filosofía y de la metafísica.

Su docta palabra abrió el camino de sucesivas generaciones estudiantiles; inflamóse de energía divina en los sermones y panegíricos; dotóse de poder mágico en los discursos convincentes y patéticos. Su verbo elogió, arengó, invocó, advirtió, enseñó y alumbró a muchos cristianos; dejó boquiabiertos a otros tantos; despertó recelos en no pocos incomprensibles”…

Tomado de “Muchas plegarias se elevan”, de Saniel E. Lozano Alvarado, “La Industria”: 06/03/87 y Blog: “Compartiendo la palabra escrita”: 10/09/11.                                       

                                             "DESDE este momento, el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y la justicia de su causa que Dios defiende”.

   Estas palabras, cual fórmula sagrada e inalterable se repiten cada 28 de julio y grandes y pequeños la saben de memoria. Pero ¿Qué filosofía contiene esta fórmula? ¿Qué mensaje contiene esta filosofía?

1.- “Desde este momento”…
       El momento histórico a que alude el Generalísimo don José de San Martín es el momento del colonialismo. Colonialismo exterior e interior. Europa era la tierra de los Estados Imperiales. En un Estado Imperial, cada gobernante podía decir: “El Estado soy yo”. El Emperador era un señor absoluto: podía disponer de los bienes, de la vida, y de la muerte de cada uno de sus súbditos. Y sus súbditos eran no sólo los individuos, súbditos eran también los pueblos. Y en Europa y en América había pueblos-súbditos.

   Un Estado Imperial no aparece sino por la fuerza. Se mantiene por la fuerza. Un Estado Imperial es la violencia entronizada, la violencia injustamente ejercida. Contra este tipo de violencia no es oportuna sino la violencia revolucionaria, que no es más que la violencia justa contra la violencia injusta.
  
  Pero ninguna revolución se hace si no existe una idea revolucionaria. La idea revolucionaria es una filosofía hecha conciencia. Y la filosofía revolucionaria que concientizó América fue ésta: “Todo poder reside en el Pueblo y de él se deriva; los Magistrados son sus mandatarios servidores, y en todo tiempo responsables ante el Pueblo” (Declaración de Virginia, proclamada el 20 de julio de 1776).

   Según esta filosofía, ¿quién es el Soberano, el Señor? No el Emperador. ¡Soberano es el Pueblo! La idea de la soberanía del Pueblo, cual tea incendiaria, prende el entusiasmo revolucionario en todos los pueblos oprimidos y colonizados. El 26 de agosto de 1879, Francia inscribe esta idea entre los Derechos del Hombre: “El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ninguna corporación ni individuo puede ejercer autoridad que no emane expresamente de la Nación”.

   ¡Asombroso! No se puede ser gobernante por derechos de linaje; no es la sangre, no es el abolengo, no es la fuerza, no es la victoria de las armas; el legítimo origen de la autoridad es el consentimiento del Pueblo.

   ¡Asombroso! El principio del Derecho no es el Estado, sino la Nación.

Y ¿quién es la Nación?

   ¡Asombroso! La Nación es el Pueblo. La Nación somos nosotros. La Nación son los hombres que han sufrido juntos, luchado juntos, con las mismas angustias, con los mismos sueños, con las mismas esperanzas…

   ¡Asombroso! La Nación es el resultado de un “plebiscito de los siglos”. (Renán)

   Este es el momento que vive el Generalísimo San Martín en 1821. Los absolutismos dinásticos de Europa están en crisis. Los nacionalismos democráticos de América están luchando. La descolonización política está en marcha.

   …¿Qué momento estamos viviendo nosotros?
   En 1821 nos gobernaban los extranjeros desde el exterior, nos gobernaban los extranjeros desde el interior. Con la gesta de don José de San Martín terminó el colonialismo español. Pero, ¿es que sólo existe el colonialismo político?

   Hay otros tipos de colonialismo: el colonialismo económico y el colonialismo cultural. Nos maneja hoy el dinero extranjero. Nos maneja hoy una mentalidad extranjera. Para descolonizarnos económica y culturalmente se está haciendo la Revolución Peruana de hoy.

   Y porque ningún movimiento es auténticamente revolucionario si no va presidido por una idea revolucionaria, tenemos que preguntarnos por esta idea. ¿Cuál es ella?

   La idea revolucionaria que puso en marcha nuestra primera independencia fue la idea de la dignidad de la Nación. La idea que ha puesto en marcha nuestra segunda independencia es la dignidad de la persona humana.

   Esta idea marca y sella, ilumina y enrumba el destino de la Revolución cuyos testigos y destinatarios somos los peruanos de hoy. ¿De qué nos serviría haber rescatado la soberanía como Nación y tener hipotecada la soberanía como personas? ¿Libertos por fuera y esclavos por dentro?

2. “El Perú es libre e independiente”…
   a) Sólo la persona que es capaz de disponer de sí misma incondicionalmente es libre. Sólo la persona que tiene conciencia de su libertad es capaz de conquistar su independencia. La libertad y la independencia son atributos de Dios y de quien es su imagen y semejanza: la persona humana. Por eso, ontológicamente, la persona humana es anterior y superior a la Nación; la Nación es para la Persona. Sin embargo, sociológicamente, la persona sólo se da en la comunidad, en la comunidad hecha pueblo, en la comunidad hecha Nación. Una comunidad integrada por hombres libres, será una comunidad libre; una comunidad integrada por hombres independientes será una comunidad independiente. Las comunidades libres e independientes son como las personas; ellas mismas, las comunidades son personas, no personas físicas, sino personas espirituales; no personas individuales, sino personas jurídicas: sujetos de derechos y agentes de su historia. Esto es lo que hace que una Nación tenga un alma, un destino, un estilo, un sello, un carácter, una unidad, una integridad indivisible.

   Sí, en la libertad y la independencia radican la soberanía de la persona y también de la nación. La conciencia de esta soberanía de derecho hizo que el Perú, a partir del 28 de Julio, comenzara a ejercitar su soberanía de hecho.

   b) Libertad política, independencia política. Pero esto no es sino una parte de la soberanía. Es que la libertad e independencia no se adquieren como un regalo, en un momento. Son conquista de cada hora y de cada día. La Revolución Peruana, presidida ahora, por la idea revolucionaria de la dignidad de la persona humana, lucha heroicamente por aquello que el Generalísimo San Martín no pudo proclamar el 28 de Julio de 1821. Él no pudo decir: “El Perú es libre e independiente en el orden económico”. Esto recién hemos comenzado a decirlo y recién hemos comenzado a experimentarlo.

-  Para eso se ha promulgado la Ley de Nacionalización del petróleo de la Brea y Pariñas. Con esa ley hemos desafiado al imperialismo colonialista del dólar. Con esa ley hemos desafiado al colonialismo jurídico que representaba la enmienda Hinkenlooper. Y el imperialismo del dólar se ha sometido a un nuevo trato. Y a la enmienda Hinkenlooper resultó tonta y obsoleta.

-  Para eso se ha insistido en el derecho del Perú a las 200 millas marinas; el mundo ha quedado advertido que el Perú no permitirá ningún género de invasiones colonialistas sobre su cuarta región natural y sus riquezas ictiológicas.

-  Para eso se ha dado la Ley de Reforma Agraria y su complementaria la Ley de Aguas; la oligarquía terrateniente, culpable del coloniaje interior, ha quedado notificada de que ya no comerá de la pobreza de los campesinos, porque la tierra, en adelante, pertenece solamente al que la trabaja. ¡El pasado se acabó!

-  Para eso viene la Reforma de la Minería y Pesquería: para que los metales y peces peruanos sean también para beneficio de los peruanos.

-  Para eso se da la Ley General de Industrias: para que la vocación industrial no se convierta en una vocación capitalista, en que el afán de lucro es el motor de la empresa, sino en una vocación humanista, en la que el motor de la empresa es la voluntad de servir a la causa de la libertad e independencia de los trabajadores.

-  Para eso se dará, en fin, la Ley de Reforma de la Educación, porque no bastan los cambios revolucionarios en las estructuras económicas. Es menester que cambien las estructuras interiores. Es menester que cambie la conciencia ciudadana. Durante el Virreinato, se formó al hombre para que obedezca y se bautice. Durante la República, para que obedezca y se conforme con el Perú Oficial, que es o que era –el de las minorías privilegiadas – y olvide al Perú Profundo, que es –y ya dejando de ser – el de las mayorías oprimidas y sumisas. La Reforma Educativa que se avecina, tendrá como misión formar al hombre nuevo: el hombre lúcido, con los ojos del alma abiertos, es decir, dueño de una conciencia crítica, problematizadora, sin la cual la libertad y la independencia humanas no son sino palabras, música para los oídos, luces de bengala para los ojos y opio verdadero. “Hay muchísimo quehacer, hermanos –decía el gran cholo, Vallejo. Y cuando se trata de libertad e independencia, siempre, siempre habrá muchísimo quehacer, conciudadanos.

3. “Por la voluntad general de los pueblos”.
   Cuando el  Estado no se identifica con la Nación, el Estado nace por un acto de fuerza. No nace por un acto de voluntad, sino – muchas veces – por un acto contra la voluntad de los pueblos; no por una asociación libre, sino por una imposición de la violencia. Una Nación no: nace por efecto de una milenaria e inconsciente consulta democrática, que en un momento dado expresamente se ratifica, cuando la circunstancia histórica lo exige. Aparece entonces la Patria, porque la Patria no es sino la conciencia y el sentimiento de ser Nación. Es entonces cuando la Nación se configura jurídicamente como Estado y con él se identifica. Sin esta identificación, el Estado no es sino una gran ficción, una gran mentira, una gran amenaza.

   Esto lo sabía muy bien don José de San Martín. Por eso a través de secretos emisarios, pidió a cada uno de los municipios del Perú que consultara la voluntad de los ciudadanos para que declararan si querían poner fin a la dominación española. Los municipios consultaron a los ciudadanos. Los municipios, uno por uno, hecha la consulta popular, proclamaron su independencia. El primero de ellos, Trujillo. Y luego Ica, Lambayeque y Piura, y después Lima, en representación de la voluntad general de los municipios.

   En los orígenes, pues, del Perú como Nación, como Patria y como Estado, están los municipios. En los orígenes de la democracia peruana están las consultas populares. El resultado de estas consultas es lo que San Martín llama la voluntad general de los pueblos. Esto es en lo que en Derecho Internacional se llama el Principio de la Autodeterminación de los Pueblos. Esto es lo que todas las naciones del mundo han reconocido ya como uno de los derechos humanos naturales y, por tanto, irrenunciables.

Sin el reconocimiento práctico y efectivo de este derecho, los pueblos vuelven al colonialismo esclavista. Pero el descubrimiento de este derecho y su puesta en vigencia es el aporte del Derecho Revolucionario Americano al Derecho Internacional Público. Y es este derecho el que nos dio la victoria diplomática sobre el Ecuador, que en 1942, en Río de Janeiro, que pretendía la anexión de Tumbes, Jaén y Maynas en virtud de la limitación colonial, siendo así que esos pueblos en virtud de su  libre determinación, habían jurado la independencia y la constitución inicial del Perú.

   Y es por este derecho, para que se respete, o porque no se respeta, que se ha sucedido las cuarenta guerras que en estos veinticinco últimos años han escandalizado a la humanidad civilizada. Y aún no termina la guerra de Vietnam. Y aún no termina la guerra árabe-israelí… ¡Todas la guerras terminarían si, como argumento decisivo, se tuviera en cuenta la voluntad general de los pueblos libres y se respetara el derecho de la autodeterminación colectiva!

4. “Y la justicia de su causa”…
    San Martín no apela al amor, apela a la justicia. Es que lo que se pide al amor es siempre una dádiva, mientras que lo que se pide a la justicia es siempre un derecho. El amor se da en el orden de los individuos; la justicia, en el orden de las estructuras. El amor sólo conoce al “tú”, con nombre y con rostro; la justicia sólo conoce la dignidad de la persona humana.

   Ahora bien: la dignidad se salva o se condena dentro de las estructuras. Si existe una estructura opresora de la dignidad humana, esa estructura es injusta. Donde hay hombres oprimidos a quienes se les niega, en la práctica, el ejercicio de su libertad y se les condena a ser cosas o instrumentos, siempre alienados, siempre en manos de otros, nunca dueños de sus propias decisiones, allí hay injusticia… Por eso la rebelión de los oprimidos, la rebelión de los explotados, de los hambrientos, descamisados, de los sin techos, de los sin voz ni voto, resulta siempre una causa justa. Tres siglos había demorado la justa rebelión de los peruanos.

5. “Que Dios defiende”…
   Por eso San Martín apela, en definitiva, al juicio de Dios. El juicio de Dios sobre las naciones opresoras se realiza mediante las revoluciones liberadoras. El juicio de Dios sobre las estructuras y ordenaciones que dividen a los hombres en plebeyos y aristócratas, en desafortunados y en privilegiados, se realiza mediante las revoluciones sociales.

   Más aún: San Martín sabe que el juicio de Dios sobre todas las estructuras sociales injustas se realizó de una vez para siempre cuando Dios vino al mundo –según el testimonio de Lucas (4,18) “para concienciar a los pobres, para abrir los ojos a los ciegos, para anunciar a los cautivos su liberación y para poner en libertad a los oprimidos”.

   Por  consiguiente, asume la misión de Cristo quien asume una misión liberadora. Aplica el juicio de Dios quien derriba a los tiranos.

   Este juicio de Dios sobre la dominación española floreció aquel 28 de Julio de entonces.
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* Discurso de Orden en Sesión Solemne de Cabildo Abierto de Los Órganos, 1970.Talara-Piura.
Tomado del Libro “Predicación según el Deuteronomio”: Octubre 2005, de Manuel Calderón y Alejandro Pereda.

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