CIELO. Abrir los ojos, mirar el celeste firmamento. Aparece una cara
conocida que amorosamente me sonríe, y me hace, con sus brillantes y múltiples
ojillos, guiños de felicidad. Estrellas, si alumbraran de nuevo mi senda,
estaría apta para ser conducida, ya no por un laberinto, sino por un camino
recto a la felicidad.
Playa, qué hermoso
lecho para soñar; como su pecho, ancho, fuerte y acogedor, donde me sentiré
segura y protegida. Rubia la arena yodada de mi tierra.
Tranquilo y manso
el mar. Verde azulado este mar, hondo y amplio como el espíritu. Sus olas
espumosas invitan, cual ágiles hamacas, a dormir. Anida en la mente una nueva
ilusión, quizá más bella que la anterior.
Pensar que se es
mujer, mujer que amó con delirio el cielo, la playa y el mar. Quisiera
arrojarme en sus aguas transparentes, que las olas me mecieran y que con su
arrullo me hicieran dormitar para que el disco plateado de la luna ilumine mi
sueño. ¡Qué ilusión!
Soñar que soy
amada, que el llanto amargo de mis ojos alguien enjugó, que la espuma de las
olas que las rocas deshicieron, se han vuelto mil azahares y que él, con sus
manos amorosas, mis sienes ha de coronar.
Soñar que el rocío
candente de mis pupilas brotó, y que rodó abriendo surcos en mis mejillas; que
él, con sus generosas manos ha secado, trocándolas en una orla de brillantes
engarzados en un anillo que en mis dedos colocó.
Pensar que soy
frágil mujer. Que el cielo, el mar, y la playa vieron cómo lloré un mentido
amor. Pero hoy ellos, son testigos de cómo nace uno nuevo. Pido al cielo, a la
playa y al mar que éste sea el anhelado y, por esto, el mejor.
Elevo al cielo
mi plegaria; que sea éste, testigo de
que olvido el viejo amor, irremediablemente muerto ante el cielo, la playa y el
mar.
-- María Julia LUNA
TIRADO.
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