martes, 31 de julio de 2012

"LA PRESENCIA DE DOÑA MARÍA JULIA": CIELO, PLAYA Y MAR.

REFLEXIONES ÍNTIMAS.

                                                                          CIELO. Abrir los ojos, mirar el celeste firmamento. Aparece una cara conocida que amorosamente me sonríe, y me hace, con sus brillantes y múltiples ojillos, guiños de felicidad. Estrellas, si alumbraran de nuevo mi senda, estaría apta para ser conducida, ya no por un laberinto, sino por un camino recto a la felicidad.

   Playa, qué hermoso lecho para soñar; como su pecho, ancho, fuerte y acogedor, donde me sentiré segura y protegida. Rubia la arena yodada de mi tierra.

   Tranquilo y manso el mar. Verde azulado este mar, hondo y amplio como el espíritu. Sus olas espumosas invitan, cual ágiles hamacas, a dormir. Anida en la mente una nueva ilusión, quizá más bella que la anterior.

   Pensar que se es mujer, mujer que amó con delirio el cielo, la playa y el mar. Quisiera arrojarme en sus aguas transparentes, que las olas me mecieran y que con su arrullo me hicieran dormitar para que el disco plateado de la luna ilumine mi sueño. ¡Qué ilusión!

   Soñar que soy amada, que el llanto amargo de mis ojos alguien enjugó, que la espuma de las olas que las rocas deshicieron, se han vuelto mil azahares y que él, con sus manos amorosas, mis sienes ha de coronar.

   Soñar que el rocío candente de mis pupilas brotó, y que rodó abriendo surcos en mis mejillas; que él, con sus generosas manos ha secado, trocándolas en una orla de brillantes engarzados en un anillo que en mis dedos colocó.

   Pensar que soy frágil mujer. Que el cielo, el mar, y la playa vieron cómo lloré un mentido amor. Pero hoy ellos, son testigos de cómo nace uno nuevo. Pido al cielo, a la playa y al mar que éste sea el anhelado y, por esto, el mejor.

   Elevo al cielo mi  plegaria; que sea éste, testigo de que olvido el viejo amor, irremediablemente muerto ante el cielo, la playa y el mar.

   -- María Julia LUNA TIRADO.

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