DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
Concédenos , Oh Señor
que no nos importen
las cosas materiales, sino
que amemos las celestiales;
y aún ahora, mientras
estamos ubicados
entre las cosas
que están muriendo,
nos apeguemos a aquellas
que permanecerán.
Sacramentario Leoniano.
VENTANA AL MUNDO:
TAHITÍ
Tahití: la isla dulce y generosa.
"SON LA OBRA MEJOR DE DIOS, O AL MENOS LA MÁS ENCANTADORA". Esto dijo Roberto Luis Stevenson de los tahitianos y de su maravillosa isla enclavada en el Pacífico del Sur. No han cambiado desde entonces la isla y sus moradores. Un viaje a Tahití continúa siendo hoy en día grata aventura en que van saliéndonos al encuentro la amistad, la hospitalidad, la generosidad y la simpatía.
La isla, de contorno semejante al de un ocho toscamente trazado, mide unos 53 kilómetros de extremo a extremo. Con su suelo coronado de enhiestas cumbres, surge del Pacífico a manera de verdeante y gigantesca fortaleza. Papeeté, la ciudad capital y el principal de sus puertos, es una pulcra población colonial de estilo francés, enmarcada por la exuberante vegetación que ciñe la pequeña bahía.
Tahití y otras islas cercanas de la Oceanía Francesa se hallan paternalmente regidas por un gobernador francés y una asamblea legislativa compuesta de indígenas. Desde 1843 las colonias de Oceanía han sido una de las predilectas y más pacíficas de Francia.
--Es la gente más apacible del mundo --me decía un funcionario francés al hablarme de los tahitianos-- No sabe lo que es maldad. Lo único que nosotros tenemos que hacer es velar por su salud e impedir que la echen a perder malos elementos venidos de fuera.
Hay una ley rigurosa contra los azotaplayas. Toda persona que llega a la isla ha de presentar, o el pasaje de regreso, o prueba adecuada de que dispone de medios suficientes para volverse a su país si el gobernador llegara a considerarla indeseable.
Cediendo al inevitable influjo de Occidente, los hoteles de Papeeté y sus inmediaciones han abierto bares y salones de baile, pero el resto de Tahití sigue fiel a sus primitivas costumbres... (George T. Eggleston Del libro "Tahiti: Voyage Through Paradise").
Tahití y otras islas cercanas de la Oceanía Francesa se hallan paternalmente regidas por un gobernador francés y una asamblea legislativa compuesta de indígenas. Desde 1843 las colonias de Oceanía han sido una de las predilectas y más pacíficas de Francia.
--Es la gente más apacible del mundo --me decía un funcionario francés al hablarme de los tahitianos-- No sabe lo que es maldad. Lo único que nosotros tenemos que hacer es velar por su salud e impedir que la echen a perder malos elementos venidos de fuera.
Hay una ley rigurosa contra los azotaplayas. Toda persona que llega a la isla ha de presentar, o el pasaje de regreso, o prueba adecuada de que dispone de medios suficientes para volverse a su país si el gobernador llegara a considerarla indeseable.
Cediendo al inevitable influjo de Occidente, los hoteles de Papeeté y sus inmediaciones han abierto bares y salones de baile, pero el resto de Tahití sigue fiel a sus primitivas costumbres... (George T. Eggleston Del libro "Tahiti: Voyage Through Paradise").