El propósito primordial es compartir los mensajes recibidos a fin de formar una opinión o corriente generalizada sobre los acontecimientos y su aplicación a nuestro medio de acuerdo a las circunstancias y situaciones concretas. Compartir el tesoro....
miércoles, 6 de mayo de 2015
NOBLES EMOCIONES / Fulton SHEEN
(Especial para LA PRENSA en el Perú)
En mis últimos comentarios hablé de la mujer que no puso coto ni al amor ni a la ofrenda. Cuando Nuestro Señor cenaba en la casa de Simón se presentó ella con una vasija de rico perfume que vertió a sus pies. Dio en la medida inmedible del amor.
Fue persona que dejó hablar a su corazón. Él, dueño de las fuerzas de la tierra y del cielo, aceptó la ofrenda y quedó satisfecho con ella, como habría podido quedado con la ofrenda sólo de una cajita de madera o de otra cosa cualquiera. Quedó satisfecho con la copa de agua fría que le ofrecieron en nombre de un discípulo. Lo que dio valor a la ofrenda es que "ella ha hecho cuanto pudo". Sus palabras quisieron decir que la mujer había procedido de buena fe y demostrado los tiernos y profundos sentimientos de su alma. Un centavo, si es cuanto se puede dar, es ofrenda tan buena como el donativo de un millón. No hay excusa posible para hacer "cuanto se pueda". Y a ningún alma se le pide más de lo que puede dar.
El cielo ha indicado muchos senderos por los cuales se puede caminar, y hasta correr, hacia él. El trabajo es el camino de la fuerza; estar postrado en el camino de la enfermedad; la paciencia es la ruta del perseguido; el descubrimiento de la verdad es la ruta del estudiante.
Para todo un continente sólo basta un Niágara, pero el mundo precisa de decenas de millares de riachuelos apacibles que rieguen las haciendas, los prados y los jardines, al correr en su lenta y serena belleza. No todos pueden desbordarse ya que algunos de ellos solamente gotas se les han asignado. Todo el mundo puede elevarse al nivel de la mujer humilde y dócil que se arrastró con la vasija de perfume hasta los pies del Señor; quien lo haga, como lo hizo ella, verá repetir, hasta tiempo inmemorial, el relato de su acto de devoción.
No es la magnitud de la ofrenda lo que cuenta; lo que cuenta es el amor con que se ofrece. La esposa o la madre, cuyos solos nombres son sagrados por el sagrado oficio que desempeñan de formar caracteres como es su obligación perpetua; la mujer solitaria que sólo cuenta con su corazón para disciplinar; la jovenzuela que tan poco tiene que ocuparse de sí misma que Dios requiere de ella atención hacia los menos favorecidos... todos "han hecho cuanto han podido".
Admítase que fue el perfume un gasto innecesario; pero, no obstante, fue su manera de proceder. Cada uno vive dentro de sus propias circunstancias, con oportunidades y talentos personales y aunque otros puedan gruñir y burlarse, criticar y mofarse, el cielo recompensa a aquellos de quienes se dice que "hicieron cuanto pudieron". Lo que importa en la plasmación del carácter es dejar abierta la ruta que media entre el corazón y las manos.
Con mucha frecuencia está obstruida por el egoísmo y el temor a la opinión ajena. Responder a nobles emociones a la vista del Amor Perfecto es lo que da a nuestra naturaleza profundidad y enriquecimiento con capacidades mayores y menos comunes. Puede que en nuestros tiempos modernos no tengamos la oportunidad de prestar un servicio personal al Señor, como hizo aquella mujer, pero es posible prestarlo al más desvalido de sus hermanos: el pobre.
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