UNA DE LAS OBRAS MÁS
CARACTERÍSTICA DEL COMPOSITOR SUIZO OTHMAR SCHOECK ES UN CICLO DE CANCIONES
SOBRE SER ENTERRADO VIVO.
DESCUBRA MOMENTOS DE
RARA BELLEZA ENCERRADOS EN ESTAS COMPOSICIONES.
Convencer a
cualquiera para que dé una oportunidad a la música de Shoeck puede ser bastante
difícil. Si le describimos como un suizo depresivo cuya obra más característica
es una canción orquestal de 45 minutos llamada Lebendig Begraven (enterrado vivo) corremos el peligro de que
nuestro interlocutor salga corriendo. No
ayudaría en nada el añadir que el ciclo comienza con una truculenta y realista
impresión de cómo debe sonar la tierra cayendo sobre un ataúd para el que está
dentro, y la claustrofobia causada por saberse confinado en una caja estrecha
de madera bajo dos metros de tierra es evocada
de forma escalofriante. Schoeck la planteó como una alegoría: la del
artista incomprendido que prefiere ser enterrado vivo que vivir y luchar en un
mundo dominado por las trivialidades y las modas. Era una especie de
conservador desde el punto de vista musical, amargado por el olvido y resentido
por la atención que el público prestaba a Stravinsky y Schoenberg (a quien
comparaba con Gengis Khan). Quizá sea mejor que dejemos de hablar de ese ciclo
de canciones y nos centremos en sus óperas.
Amores fallidos
La mejor de éstas, Penthesilea,
es sobre la muerte de la reina de las amazonas, una ópera en la que el amor y
el odio son tan próximos que llegar a ser indistinguibles: en un juego de
palabras intraducible, Penthesilea afirma que “besos” rima con “mordiscos” o
“picaduras” (en alemán: Küsse” y “Bisse”), “y quien ama de verdad no puede
diferenciar uno del otro”. La ópera es producto de la profunda misoginia de
Schoeck (tuvo una serie de amores frustrados y traumáticos), como en Venus, en la que un hombre joven
abandona a su prometida y encuentra la muerte en brazos de una mujer ideal: una
estatua de bronce. En ambas, como en el ciclo de canciones, Schoeck escribe
sobre sí mismo: gran parte de su música es autobiográfica, y ¿qué puede haber
más aburrido que un artista que se queja de sus propias desgracias?
La eternidad en una sola bocanada de aire
Pero la música guerrera y la ambigua música amorosa de Penthesilea son tan emocionantes como la
de Strauss, y la coloración única de su orquesta (cuatro violines solistas, un
ejército de villas, violoncelos y contrabajos, dos pianos en vez de arpas,
siete trompetas, diez clarinetes) es muy vívida y original. El héroe de su Venus se ve profunda y auténticamente
enajenado por la belleza de la estatua, y la música está llena de lirismo y
pasión. En el clímax de su obsesión grita una frase que debió ser el “motto” de
Schoeck, y que de hecho está grabada en su lápida: “La única virtud es conmoverse”.
Y por su depresión, su misoginia y su pesimismo, Schoeck se solía conmover por
naturaleza, por coraje, por los recuerdos de la infancia y por las cosas más
simples. Una vez pasado su terrible comienzo, Lebendig Begraven es una obra llena de belleza. El hombre enterrado
vivo recuerda, mediante una música de una riqueza maravillosa, a una chica a la
que amó. Las tablas de pino de su ataúd le recuerdan primero el mástil de un
navío, después al primer pino que vio, a un árbol de Navidad adornado con
velas, y finalmente a otro árbol adornado para la fiesta de un pueblo.
Cada una de estas
recopilaciones resume exquisitos cuadros musicales –por ejemplo, un árbol “con
la cabeza llena de cantos de pájaros”--, pero lo más característico de Schoeck,
a la vez grotesco y bello, es cuando en hombre enterrado vivo descubre que se
ha comido la rosa que le han puesto entre sus manos antes de cerrar el ataúd y
clavar la tapa: dice que nunca sabrá si
era una rosa roja o blanca. Y la imagen final del ciclo es una imagen de
éxtasis: la visión de “un mar de vida emergente”, de un amplio paisaje sin
horizonte, de la eternidad captada en una sola bocanada de aire. No termina de
forma pesimista ni triste, sino con una afirmación triunfante.
Alemania : la relación amor-odio
Schoeck estaba muy conmovido también por las obras maestras
de la poesía alemana y por la tradición germana del canto, de la que formaba
parte. No sólo eso: se vio apartado de la corriente principal de esa tradición
por culpa no sólo de su época, sino del nacionalismo suizo y de su repulsión
hacia las dos guerras mundiales por las que pasó Alemania a lo largo de la vida
del compositor. Además vio que la tradición era salvajemente destruida por
“Gengis Khan” Schoenberg; por ello, inevitablemente, su música es nostálgica,
triste, llena de añoranza por un pasado más feliz. Empezó a componer Venus en Ginebra, ciudad a la que se
había desplazado para estar cerca de una joven pianista de la que se había
enamorado. El final de esa relación le llevó a la desesperación y a retrasar el
final de la ópera. En sus últimas páginas, cuando el héroe quiere morir por el
amor de su belleza ideal, se oye un tema breve, pero bellísimo y apasionado.
Unos años después Schoeck utilizó el mismo tema en su ciclo de canciones Elegía, donde el poeta desea la muerte
pero espera que los tilos susurren suavemente sobre su tumba para recordarle
los “viejos y bellos tiempos”.
Hesse, convencido del genio de Schoeck
En cualquier caso, Schoeck no era un simple conservador que
componía en un idioma pasado de moda porque no podía aceptar que el mundo había
cambiado. Tenía sentimientos muy profundos, y respondía con profundidad a los
poetas que mostraban su mismo estilo.
En muchas de sus
canciones –escribió más de trescientas- destila la misma esencia de la emoción
poética, de una forma personal y tradicional.
Su amigo, el gran
poeta y novelista Hermann Hesse, dijo que “puso su dedo con una seguridad
terrible en el punto donde se encuentra la vida del poema, en una sola palabra
o en la vibración entre dos palabras”. Para Hesse, esta era la prueba del genio
de Schoeck. Hay momentos en sus canciones en los que una melodía muy simple que
subraya el texto se combina con una serie de acordes para evocar una emoción
tan poderosa que acaba poniendo los pelos de punta. En momentos así es un gran
compositor de canciones digno de figurar junto a Schubert, Brahms, Schumann o Wolf.
No hay comentarios:
Publicar un comentario