Los últimos
siglos se han caracterizado por incontables descubrimientos : continentes,
pueblos originarios, especies de seres vivos, galaxias, estrellas, el mundo
subatómico, las energías originarias y últimamente el campo de Higgs, especie de
fluido sutil que impregna el universo ; las partículas virtuales al tocarlo
reciben masa y se estabilizan. Pero todavía no habíamos descubierto la Tierra
como planeta, como nuestra Casa Común. Fue necesario que saliésemos de la Tierra
para verla desde fuera y entonces descubrirla y constatar la unidad
Tierra-humanidad.
Este es el gran
legado de los astronautas que tuvieron la posibilidad de contemplar la Tierra
desde el espacio exterior por primera vez. Produjeron en nosotros lo que se ha
llamado el Overview Effect, es decir, «el efecto de la visión desde
arriba». Frank White recogió bellísimos testimonios de los astronautas en su
libro Overview Effect (Houghton Mifflin Company, Boston 1987). Al leerlos
producen en nosotros un fuerte impacto y un gran sentimiento de reverencia, una
verdadera experiencia espiritual. Leamos algunos.
El astronauta
James Irwin decía : «La Tierra parece un árbol de navidad colgado del fondo negro
del universo ; cuanto más nos alejamos de ella, tanto más va disminuyendo su
tamaño, hasta quedar reducida a una pequeña bola, la más bella que se pueda
imaginar. Ese objeto vivo tan bello y tan cálido parece frágil y delicado ;
contemplarlo cambia a quien lo hace, pues empieza a apreciar la creación de Dios
y a descubrir el amor de Dios». Otro, Eugene Cernan, confesaba : «Yo fui el
último hombre que pisó la luna en diciembre de 1972. Desde la superficie lunar
miraba con temor reverencial hacia la Tierra en un trasfondo muy oscuro ; lo que
yo veía era demasiado bello para ser aprehendido, demasiado ordenado y lleno de
intención para ser fruto de un mero accidente cósmico ; uno se sentía,
interiormente, obligado a alabar a Dios. Dios debe existir por haber creado
aquello que yo tenía el privilegio de contemplar ; espontáneamente surge la
veneración y la acción de gracias ; para eso existe el universo».
Con fina
intuición observó Joseph P. Allen, otro astronauta : «Se discutió mucho sobre los
pros y los contras de los viajes a la luna, no oí a nadie argumentar que
deberíamos ir a la luna para ver la Tierra desde allí, desde fuera de la Tierra ;
después de todo, ésta debe haber sido seguramente la verdadera razón de haber
ido a la luna».
Al pasar por
esta experiencia singular, el ser humano despierta a la comprensión de que él y
la Tierra forman una unidad y que esta unidad pertenece a otra mayor, la solar,
y esta a otra todavía mayor, la galáctica ; ésta nos remite a todo el universo,
el universo entero al Misterio y el Misterio al Creador.
«Desde allá
arriba», observaba el astronauta Eugene Cernan, «no son perceptibles las
barreras del color de la piel, de la religión y de la política que aquí abajo
dividen al mundo». Todo está unificado en un único planeta Tierra. Comentaba el
astronauta Salman al-Saud : «el primero y el segundo día, señalábamos hacia
nuestro país, el tercero y cuarto hacia nuestro continente, después del quinto
día solamente teníamos conciencia de la Tierra como un todo».
Estos
testimonios nos convencen de que Tierra y Humanidad forman en realidad un todo
indivisible. Exactamente esto fue lo que escribió Isaac Asimov en un artículo en
The New York Times del 9 de octubre de 1982 con ocasión de los 25 años
del lanzamiento del Sputnik, que fue el primero en dar la vuelta a la Tierra. El
título era : “El legado del Sputnik : el globalismo”. Y decía Asimov : «se impone
en nuestras mentes reluctantes la visión de que Tierra y Humanidad forman una
única entidad». El ruso Anatoly Berezovoy que estuvo 211 días en el espacio
afirmó la misma cosa. Efectivamente no podemos colocar en un lado la Tierra y en
el otro la humanidad. Formamos un todo orgánico y vivo. Nosotros los humanos
somos aquella parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera.
Contemplando el
globo terrestre presente en casi todos los lugares, irrumpe espontáneamente en
nosotros la percepción de que a pesar de todas las amenazas de destrucción que
montamos contra Gaia, el futuro bueno y benéfico, de alguna forma está
garantizado. Tanta belleza y esplendor no pueden ser destruidos. Los cristianos
dirán : Esta Tierra está penetrada por el Espíritu y por el Cristo cósmico. Parte
de nuestra humanidad ya fue eternizada por Jesús y está en el corazón de la
Trinidad. No será sobre las ruinas de la Tierra donde Dios completará su obra.
El Resucitado y su Espíritu están empujando la evolución hacia su culminación.
Una moderna
leyenda da cuerpo a esta creencia : «Había una vez un militante cristiano de
Greenpeace que fue visitado en sueños por Cristo resucitado. Jesús lo convidó a
pasear por el jardín. El militante accedió con gran entusiasmo. Después de andar
un largo rato, admirando la biodiversidad presente en aquel rincón, preguntó el
militante : "Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina, dijiste en una
ocasión que un día volverías con toda tu pompa y gloria. ¡Se está demorando
mucho tu venida! ¿Cuando volverás por fin de verdad, Señor? Tras unos momentos
de silencio que parecían una eternidad, el Señor respondió : "Mi querido hermano,
cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sea tan evidente como la
luz que ilumina este jardín ; cuando mi presencia bajo tu piel y en tu corazón
sea tan real como mi presencia aquí ahora, cuando esta presencia mía se haga
cuerpo y sangre en ti hasta el punto de que no necesites pensar más en ella,
cuando estés tan imbuido de esta verdad que ya no necesites preguntar
insistentemente como estás preguntando ahora... entonces, hermano querido, esas
serán las señales de que he vuelto con toda mi pompa y toda mi gloria.
-Leonardo BOFF
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