MUERTE
Corazón alerta y ojos que ven son necesarios para
enfrentarnos con nuestro destino de muerte ; y si, como cristianos, debemos saber “que es bello
morir en Jesucristo”, (como lo dice Ignacio de Antioquía, Ad Rom. 6,1),
entonces es también importante y buena una teología de la muerte que no teme el
ceñido trabajo del concepto aunque aparentemente transforme vivencia y
estremecimiento de la muerte real en sombra fantasmal de conceptos y definiciones
teologales deficientes.
Habrá de preguntarnos siempre de nuevo, qué afirmaciones de
la fe cristiana son las que recaen de manera clara sobre la muerte. Al enumerar
tales afirmaciones no se afirma sin embargo que las que vayan a ser expresadas,
enunciadas, constituyan el todo integral del contenido de la conciencia
cristiana sobre la muerte. Efectivamente puede haber muchas otras.
No es temor y temblor de la muerte o a la muerte, sino
temblor y temor de muerte ante el peligro constante de infidelidad a la verdad
descubierta. Porque no se trata ya de ser infiel al amor que desde lejos nos
llame y espere, sino de olvidar a quien es más íntimo a nosotros que nosotros
mismos, más entrañable al alma que el alma misma, más amante de nosotros que el
amor que de nosotros nace, según el pensamiento (filosofía) de San Agustín y el
agustinismo. Ellos hablan, ciertamente, sobre la Tristeza Inmortal ,
la cual es una “nostalgia operante” que mantiene al alma en situación de
humildad y en vigilia de incesante plegaria, dándole al peregrino seguridad de
llegar a la Patria
definitiva.
Leonardo Boff, nos dice : “La vida no está destinada a
desaparecer con la muerte sino a transfigurarse alquímicamente a través de la
muerte”.
Con dos hechos impactantes de la vida real, reforzados por
el testimonio de los estudiosos, llegamos a esta resolución…..
Forster relata la actitud de los “Marineros de la muerte” :
Durante una furiosa tempestad que se desencadenó en las costas de España, chocó
un vapor inglés contra unos escollos, y se fue a pique. Echados los botes al
mar, bastaron apenas para salvar a las mujeres y los niños, por lo que la mayor
parte de la tripulación no tuvo más remedio que quedarse a bordo del vapor, que
poco a poco se iba sumergiendo, y esperar la muerte. Ya se encontraban lejos
del sitio del siniestro los náufragos salvados, cuando hirió sus oídos un
cántico que se elevaba de la nave, ya casi sumergida, y vieron a los marineros
agrupados sobre la toldilla que cantaban el himno nacional “Dios salve a la
reina..” Así, en vez de blasfemar y abandonarse a la más negra desesperación
murieron como hombres sobre quienes no tiene poder la muerte. ¡Hermoso y
sublime espectáculo!
El ejemplo de estos marineros ha de ser para nosotros el
amaestramiento para soportar con calma y resignación los casos difíciles y
desagradables de la vida, el más señalado, la enfermedad. Es la enfermedad la
ocasión más propicia y magnífica en el que se puede demostrar la fortaleza de
ánimo, y las energías con que cuenta para elevarse sobre los dolores y las
privaciones que le cercan. No hay más remedio que soportar lo que no puede
evitarse, pero no a la fuerza y regañadientes, sino con tan grande paciencia y
serenidad que cuantos nos asistan queden edificados.
El otro, el hundimiento del tristemente famoso trasatlántico
Titanic, el 14 de abril de 1912. El
pastor Robert Bateman se quedó al pie de la cubierta mirando cómo su
cuñada Ada Balls subió al bote, “si no
nos volvemos a ver de nuevo en este mundo –le dijo- nos veremos en el otro”.
Cantaron el Himno “Más cerca de Ti, oh Dios”, mientras se
hundía, acompañados de la Banda
del Titanic.
El Himno fue compuesto en 1841 por Sarah Flower Adams. Ha
dado lugar a varias versiones ; las conmovedoras :
¡Más cerca, oh Dios de Ti,
más cerca, Sí!
Aunque una dura cruz me oprima a mí,
será mi canto aquí : ¡Más cerca, oh Dios de Ti!
¡más cerca, sí!
Cuando al fenecer,
volando allá con
inmortal placer te vea ya
mi canto será así :
Más cerca oh Dios de Ti,
más cerca, oh Dios de
Ti,
muy cerca, sí.
PRÓXIMA IMPRESIÓN CON LOS VERSOS RESPECTIVOS...
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