El secuestro
del Presidente de Bolivia Evo Morales, impidiendo que su avión sobrevolase el
espacio europeo y la revelación del espionaje universal por parte de los órganos
de información y control del gobierno estadounidense (NSA) nos llevan a
reflexionar sobre un tema cultural de graves consecuencias: la arrogancia. Los
hechos referidos muestran a qué nivel ha llegado la arrogancia de los europeos,
forzados por los Estados Unidos. La arrogancia es un tema central de la
reflexión griega de la cual venimos. Modernamente ha sido estudiada en
profundidad por un pensador italiano con formación en economía, sociología y
psicología analítica, Luigi Zoja, cuyo libro ha sido publicado en Brasil:
História da Arrogância (Axis Mundi, São Paulo, 2000).
En este libro
denso, se hace la historia de la arrogancia en las culturas mundiales,
especialmente en la cultura occidental. Los pensadores griegos (filósofos y
dramaturgos) notaron que la racionalidad que se liberaba del mito venía habitada
por un demonio que la llevaría a conocer y a desear ilimitadamente, en un
proceso sin fin. Esa energía tiende a romper todos los límites y a terminar en
la arrogancia, el verdadero pecado que los dioses castigaban duramente. Se llamó
hybris al exceso en cualquier campo y Némesis al principio divino que
castiga la arrogancia.
El imperativo
de la Grecia antigua era méden ágan: «nada en exceso». Tucídides hará
decir a Pericles, el genial político de Atenas: «amamos lo bello pero con
frugalidad; usamos la riqueza para emprendimientos activos, sin ostentaciones
inútiles; para nadie la pobreza es vergonzosa, pero es vergonzoso no hacer lo
posible para superarla». En todo buscaban la justa medida.
La ética
oriental, budista e hindú, predicaba la imposición de límites al deseo. El
Tao Te King ya sentenciaba: «no hay mayor desgracia que no saber
contentarse» (cap.46); «habría sido mejor parar, antes que el vaso se
desbordase» (cap.9).
La
hybris-exceso-arrogancia es el mayor vicio del poder, sea personal, sea
de un grupo o de un imperio. Hoy esa arrogancia toma cuerpo en el imperio
norteamericano, que somete a todos, y en el ideal del crecimiento ilimitado que
subyace a nuestra cultura y a la economía política.
Ese
exceso-arrogancia ha llegado en los días actuales a su culmen en dos frentes: en
la vigilancia ilimitada, que consiste en la capacidad de que un poder imperial
controle, por sofisticada tecnología cibernética, a todas las personas, violando
los derechos de soberanía de un país y el derecho inalienable a la privacidad
personal. Es señal de debilidad y de miedo de un imperio que ya no consigue
convencer con argumentos ni atraer por sus ideales. Entonces necesita usar la
violencia directa, la mentira, irrespetar los derechos y los estatutos
consagrados internacionalmente. Según los grandes historiadores de las culturas,
Toynbee y Burckhard, estas son las señales inequívocas de la decadencia
irrefrenable de los imperios. Pero al hundirse causan estragos inimaginables.
El segundo
frente de la hybris-exceso reside en el sueño del crecimiento ilimitado
mediante la explotación despiadada de los bienes y servicios naturales.
Occidente creó y exportó a todo el mundo este tipo de crecimiento, medido por la
cantidad de bienes materiales (PIB). Rompe con la lógica de la naturaleza que
siempre se autorregula manteniendo la interdependencia de todos con todos. Así
un árbol no crece ilimitadamente hasta el cielo; de la misma forma el ser humano
conoce sus límites físicos y psíquicos. Pero este proyecto hace que el ser
humano imponga a la naturaleza su regulación arrogante: así consume hasta
enfermarse y al mismo tiempo busca la salud total y la inmortalidad biológica.
Ahora que los límites de la Tierra se han hecho sentir, pues se trata de un
planeta pequeño y enfermo, lo fuerza con nuevas tecnologías a producir más. La
Tierra se defiende creando el calentamiento global con sus eventos extremos.
Con propiedad
dice Soja: «el crecimiento sin fin no es nada más que una ingenua metáfora de la
inmortalidad» (p.11). Samuel P. Huntington en su discutido libro El choque de
civilizaciones (Paidós 1998) afirmaba que la arrogancia occidental
constituye «la fuente más peligrosa de inestabilidad y de un posible conflicto
global en un mundo multicivilizacional» (p.397). Este sobrepasar todos los
límites está agravado por la ausencia de la razón sensible y cordial. Por ella
leemos emotivamente los datos, escuchamos los mensajes de la naturaleza y
percibimos lo humano de la historia humana, dramática y esperanzadora.
La aceptación
de los límites nos hace humildes y conectados a todos los seres. El imperio
norteamericano, por la lógica propia de la arrogancia dominadora, se distancia
de todos, crea desconfianzas pero jamás amistad y admiración.
Termino con un
cuento de León Tolstoi en el estilo de João Cabral de Mello Neto: ¿De cuánta
tierra precisa un hombre? . Un hombre hizo un pacto con el diablo: recibiría
toda la tierra que consiguiese recorrer a pie. Se puso a andar día y noche, sin
parar, de valle en valle, de monte en monte. Hasta que extenuado cayó muerto.
Comenta Tolstoi: si conociese su límite, sabría que apenas le bastaban unos
metros; más que eso no necesitaría para ser sepultado.
- Leonardo BOFF / 22-agosto-13
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